Jana, es madre de tres niños y vive en Bratislava. En este artículo, cuenta cómo puso en marcha un hospital en su país, motivada por las enseñanzas de san Josemaría. El hospital se ha abierto en 2016, "nos ha alegrado especialmente que haya coincidido con el Año de la misericordia, convocado por el Papa Francisco, pues ese es el principal objetivo que perseguimos, aprender a ser misericordiosos", dice Jana.
Hace unos años, una amiga mía, Maruška, me invitó a un Centro del Opus Dei. Comencé a ir a los retiros espirituales y fui conociendo el espíritu de san Josemaría. En esa època, mi hijo menor fue a Madrid a estudiar un año en el colegio Tajamar. Mi marido y yo viajamos a mitad de curso para estar unos días con él. Nos enseñaron el colegio y nos invitaron también a conocer un centro de cuidados paliativos en Madrid, que se llama Laguna.
"Al emprender cada jornada para trabajar junto a Cristo, y atender a tantas almas que le buscan, convéncete de que no hay más que un camino: acudir al Señor. —¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los demás!" San Josemaría
Ya con anterioridad, desde mediados de los años 90, había montado una guardería y, después, fundé una organización para niños minusválidos, llamada Votum. Llevaba un tiempo pensando que lo que necesitamos en Eslovaquia son hospitales donde se preste un servicio más humano al paciente. Empecé a darle vueltas a esta idea. Podría tener un departamento para pacientes con alzheimer, demencia y Parkinson; un hospicio para pacientes terminales, un departamento donde poder continuar con las personas minusválidas y un ambulatorio.
Comenzamos a estudiar las leyes y a buscar personas que fueran los promotores del proyecto. Mi marido y yo nos empezamos a encontrar con otros dos matrimonios que estaban dispuesto a ayudar. Más tarde se nos unió otro matrimonio. Las motivaciones de cada uno eran diferentes. A este último les movió la muerte de un pariente cercano y ver cómo había sido tratado en el hospital. Deseaban contribuir económicamente, pues veían la gran necesidad de subir el nivel profesional y un trato humano de calidad en los hospitales. Poco más tarde se unió otro matrimonio que quería hacer algo por los demás. La razón era muy simple: “hemos recibido mucho y queremos dar lo que hemos recibido”. A los cinco años éramos seis matrimonios dispuestos a sacar el proyecto adelante. Ya habíamos encontrado un nombre, se llamaría Rafael.
Cuando fuimos a Madrid y vimos Laguna nos quedamos profundamente impresionados por la paz que se respiraba, la manera de recibirnos, el arreglo del personal y la limpieza omnipresente. Para mí un hospital es un lugar que huele mal, pero en aquel centro me confirmaba que lo contrario es posible… también en un hospital. Pero no solo eso, el director nos abrió las puertas y se tomó tiempo para contestar a todas nuestras preguntas, incluso nos ofreció asesoramiento en todo lo que necesitáramos. Aquella visita fue un impulso tremendo y una fuente de inspiración enorme.
Mi marido había decidido dejar su trabajo en el banco y dedicarse por completo al proyecto. Los seis matrimonios no solo aportaron ideas, sino también capital y colaboración (resolver cuestiones de papeleo, buscar medios, etc.). Hoy podemos hablar de un sueño hecho realidad. El edificio se construyó de planta y tiene una capacidad para albergar a 60 personas y atender a 25 pacientes en el ambulatorio. Además de todos estos años de trabajo de preparación, hemos contado con las oraciones de muchísimas personas… y las vamos a seguir necesitando. El centro se inauguró en 2016 y nos ha alegrado especialmente que haya coincidido con el Año de la misericordia, convocado por el Papa Francisco, pues ese es el principal objetivo que perseguimos, aprender a ser misericordiosos.