Esquina de Santa Engracia con Nicasio Gallego

Recorrido histórico de los lugares fundamentales relacionados con la fundación del Opus Dei.

Patronato de Enfermos

Si el paseante sube calle arriba, por la acera de la izquierda, tras pasar la calle Longoria, se encontrará con la calle José Marañón.

Aquí se encuentra el Patronato de Enfermos, fundado por doña Luz Rodríguez Casanova.

El Patronato de Enfermos y la fundadora Luz Rodríguez Casanova

Mientras tanto, durante sus primeros años en Madrid don Josemaría desarrollaba una incansable actividad sacerdotal en su trabajo como capellán de una institución benéfica, el Patronato de Enfermos, que había fundado doña Luz Rodríguez Casanova, cuya Causa de Canonización se encuentra abierta.

Esta mujer asturiana, de origen aristocrático -era la cuarta hija de los marqueses de Onteiro-, había decidido, durante una estancia en Lourdes, cuando tenía 24 años, dedicarse por entero a la labor apostólica con los pobres, enfermos y niños de la periferia de Madrid.

El Patronato de Enfermos era una de las múltiples iniciativas asistenciales que había impulsado. Había fundado tres años antes, en 1924, una Congregación religiosa: las Damas Apostólicas.

Una Dama Apostólica, Asunción Muñoz, que era entonces una de las más jóvenes, evocaba su primer encuentro con don Josemaría en el año 1927. "Recuerdo perfectamente -escribe- que se trataba de un sacerdote muy joven, con la carrera eclesiástica recién terminada, pero con una personalidad muy definida y muy grata. Si tuviera que definir alguna cualidad que me impresionara más que otras, me pronunciaría por la franqueza, la sencillez, el agrado, la simpatía. Todo eso tenía. Llano, sencillo, fervoroso.

Desde el primer momento se compenetró admirablemente con doña Luz Rodríguez Casanova, nuestra Fundadora, porque ella también poseía una gran sencillez y porque le preocupaban las mismas cosas.

Comprendió muy bien nuestro espíritu aun cuando luego él fundara el Opus Dei, con un modo de buscar la santidad muy diverso. Habiéndole conocido, esto se explica con facilidad ya que él acataba todo lo bueno, todo lo grande, todo lo santo...

Tenía un espíritu muy universal. Quería todo cuanto fuera para la Gloria de Dios. Y por eso nos conoció muy bien y nos ayudó muchísimo y nos tuvo un gran afecto".

"El Capellán del Patronato de Enfermos -prosigue- era el que cuidaba los actos de culto de la casa: decía Misa diariamente, hacía la Exposición y dirigía el rezo del Rosario. No tenía que ocuparse, por razón de su cargo, de atender la extraordinaria labor que se hacía desde el Patronato entre los pobres y enfermos -en general, con los necesitados- del Madrid de entonces.

Sin embargo D. Josemaría aprovechó la circunstancia de su nombramiento como capellán para darse generosamente, sacrificada y desinteresadamente a un ingente número de pobres y enfermos que se ponían al alcance de su corazón sacerdotal".

Durante ese periodo, don Josemaría instruyó a miles de niños para que pudieran recibir la Confesión y la Primera Comunión; y atendió a millares de enfermos y desvalidos en sus propias casas o en los hospitales. Recorría Madrid de un extremo a otro, día tras día, para administrar los últimos sacramentos a los moribundos y a los desahuciados de los barrios más pobres y miserables de la ciudad.

"Nuestra madre Fundadora -comenta Asunción Muñoz- le tenía gran cariño. Se le notaba y nos lo decía abiertamente: porque el fervor de don Josemaría era admirable y tenía un atractivo especial. Contagiaba su piedad y era de una llaneza y una claridad abiertas a toda confianza".

Mercedes Reyna

"En la época en que don Josemaría era capellán del Patronato -recuerda Margarita Alvarado, una mujer que ayudaba a aquellas religiosas y que luego se hizo carmelita descalza- murió en olor de santidad Mercedes Reyna, una Dama Apostólica que había llevado una vida de sacrificio ejemplar: tenía los pies totalmente deformados y así iba a visitar a los pobres, por los distintos barrios".

San Josemaría ayudó a esta mujer hasta el último momento. "Le dio los últimos Sacramentos", recuerda Asunción Muñoz, "a pesar de que él, por su cargo de capellán del Patronato, no tenía que ver con la atención espiritual de la comunidad de Damas Apostólicas. Posiblemente D. Josemaría haría una excepción con Mercedes Reyna atendiendo a sus circunstancias personales.

Me contaron que no se apartó, prácticamente, del pasillo al que se abría la puerta de su habitación durante todo el tiempo que duró la agonía. Paseaba, rezando, dispuesto a entrar en cuanto lo necesitara; escuchaba, con la piedad de quien asiste a la muerte de un santo, las palabras entrecortadas de Mercedes. Asistió, con absoluta devoción, a los últimos momentos de aquella mujer cuya entrega total al sufrimiento y al amor de Dios no dudó ni un instante".

Cuando administraron los últimos sacramentos a Mercedes Reyna, descubrieron que tenía los dedos de los pies absolutamente deformes. Comprendieron entonces cuál era la causa de su frecuentes caídas por las calles y barrizales cuando iba a visitar a los enfermos. Aquellos pies eran la confirmación del heroísmo silencioso de esta mujer que quiso siempre -como escribió en sus Apuntes Espirituales- "vivir una vida recogida, callada, ingeniándome en ocultarme y desaparecer".

D. Josemaría, relata Asunción Muñoz, "tuvo siempre conciencia de la santidad de esta mujer y la ayudó intensamente en su búsqueda de Dios. La entendió en el profundo silencio de su entrega, en la mortificación constante, en la humildad, en la unión con su amor crucificado. La entendió a pesar de lo original de su forma; a pesar de que el ánimo de don Josemaría barruntaba una entrega a Dios por caminos diferentes. La entendió con la apertura de los que saben distinguir la Presencia de Dios en un alma por encima de todos los matices".

Calle José Marañón: Vivienda del capellán

El Fundador estuvo residiendo con su madre y hermanos en la calle José Marañón, en la vivienda del Capellán del Patronato de Enfermos, desde el 4 de septiembre de 1929 al 13 de mayo de 1931 y trabajó como capellán de este patronato desde junio de 1927 hasta el 28 de octubre de 1931.

Las ventanas de la casa del capellán son las del medio, de forma cuadrada, sin arcos.

La entrada desde la calle a la casa del capellán está presidida con un hermoso azulejo que representa a la Virgen Inmaculada.

El capellán tenía acceso directo a la capilla del Patronato. En la actualidad se conserva sólo de esa capilla, tras la guerra civil, la imagen de Jesucristo con los brazos abiertos que está en lo alto, sobre el retablo.

Las Damas Apostólicas recuerdan a san Josemaría haciendo largos ratos de oración junto a la Eucarístía. Ellas acudían a la Misa que celebraba todas las mañanas, a la que asistían también algunos enfermos del Patronato y vecinos del barrio.

Calle de Nicasio Gallego

Subiendo por la calle de Santa Engracia, el paseante se encuentra, en la esquina con la calle de Nicasio Gallego, con el edificio del Patronato de Enfermos que ocupa casi toda la manzana.

Carlos de San Antonio recoge en su estudio El Madrid del 27, unos párrafos de la Memoria del proyecto arquitectónico: “Se procurará que sea una composición sencilla, pero bien hecha, sin lujos decorativos, pero verdadera y permanente, como debe ser la caridad, que es la idea principal que mueve este edificio”.

Sobre la puerta principal, con azulejos de Talavera pintados en azul y amarillo, de J. Navarro y F. Vidal, se lee: Patronato de Enfermos. Fue inaugurado por Alfonso XIII en 1924. Destaca, entre otros elementos constructivos y ornamentales, el trabajo del ladrillo en las arquerías corrida.

San Josemaría trabajó como capellán en este Patronato desde junio de 1927 hasta octubre de 1931.

En la fotografía, algunas de las numerosas notas en las que las Damas Apostólicas le pedían que fuese a atender sacerdotalmente a enfermos, moribundos y personas necesitadas en los barrios más pobres y extremos de Madrid.

Si se tuerce a la izquierda, por la calle Nicasio Gallego, por la acera contigua al Patronato, el paseante se encuentra con la antigua puerta de la iglesia del Patronato. Esta puerta, presidida por una imagen del Sagrado Corazón, está habitualmente cerrada.

Solamente se puede acceder a la iglesia los domingos a la hora de Misa. San Josemaría solía celebrar la Santa Misa, a una hora bastante temprana, en esta iglesia pública del Patronato de Enfermos, desde junio de 1927 hasta el 28 de octubre de 1931.

Iglesia del Patronato de Enfermos

Los que asistían a esas Misas han testimoniado que san Josemaría celebraba la Eucaristía de modo devoto y pausado, llegando a emplear a veces hasta tres cuartos de hora. Años después emplearía sólo media hora, en atención a los fieles. Al terminar la Misa explicaba el catecismo a los niños y pasaba por los comedores del Patronato hablando con las personas necesitadas que acudían allí, e interesándose por sus problemas.

Iglesia del Patronato de Enfermos, antes del conflicto bélico (1936-39)

El 7 de agosto de 1931, fiesta de la Transfiguración del Señor, cuando celebraba la Santa Misa en un altar lateral de esta iglesia, san Josemaría escuchó sin ruido de palabras, en latín: Yo, cuando fuera levantado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia Mí.

Escribió el 21 de noviembre de 1931 en sus Apuntes, el ofrecimiento al Señor de su salud:

El día once de Agosto de 1929, según nota que tomé aquel día en una estampa que llevo en el breviario, mientras daba la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia del Patronato de Enfermos, sin haberlo pensado de antemano, pedí a Jesús una enfermedad fuerte, dura, para expiación...

En esta iglesia el Fundador pasó muchos ratos de oración que se le quedaron íntimamente grabados en su alma. Contaba el 8 de septiembre de 1931:

Ayer, por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a hacer un poco de oración delante del Ssmo. Sacramento. No tenía gana. Pero, me estuve allí hecho un fantoche.

A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves, buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada. Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes (perros como él) y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño.

Así yo, perro completamente estaba, cuando me di cuenta de que, sin querer, repetía unas palabras latinas, en las que nunca me fijé y que no tenía por qué guardar en la memoria: Aún ahora, para recordarlas, necesitaré leerlas en la cuartilla, que siempre llevo en mi bolsillo para apuntar lo que Dios quiere (En esta cuartilla, de que hablo, instintivamente, llevado de la costumbre, anoté, allí mismo en el presbiterio, la frase, sin darle importancia): + dicen así las palabras de la Escritura, que encontré en mis labios: “et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti, firmans regnum tuum in aeternum”: apliqué mi inteligencia al sentido de la frase, repitiéndola despacio.

Y después, ayer tarde, hoy mismo, cuando he vuelto a leer estas palabras (pues, -repito- como si Dios tuviera empeño en ratificarme que fueron suyas, no las recuerdo de una vez a otra) he comprendido bien que Cristo-Jesús me dio a entender, para consuelo nuestro, que la Obra de Dios estará con El en todas las partes, afirmando el reinado de Jesucristo para siempre.

En esa iglesia conoció el Fundador a un joven que comulgaba a diario, y que se convertiría con el tiempo en uno de los primeros miembros del Opus Dei: José María González Barredo.

Desde este Patronato de Enfermos desarrolló una intensa labor sacerdotal con pobres y enfermos de todo Madrid, fundamentalmente con los que vivían en barrios más humildes y necesitados.

Escribió con este motivo: “En el Patronato de Enfermos quiso el Señor que yo encontrara mi corazón de sacerdote”.

El 11 de mayo de 1931, durante la llamada “quema de conventos”, en la que ardieron numerosos conventos e iglesias de Madrid, el Fundador trasladó el Santísimo Sacramento, para evitar profanaciones, desde el Patronato de Enfermos hasta el domicilio de Manuel Romeo Aparicio padre de dos conocidos del Fundador: Colo y José –al que llamaba afectuosamente Pepito—.

Los Romeo residían en el nº 143 de la calle de Santa Engracia, esquina a la calle Maudes.

Anotó el 20 de mayo de 1931:

Comenzó la persecución. El día 11, lunes, acompañado de D. Manuel Romeo , después de vestirme de seglar con un traje de Colo, comulgué la Forma del viril y, con un Copón lleno de Hostias consagradas envuelto en una sotana y papeles, salimos del Patronato, por una puerta excusada, como ladrones...

Encuentro de san Josemaría con el Siervo de Dios Isidoro Zorzano

En esta misma calle de Nicasio Gallego, en la esquina con la calle Covarrubias, san Josemaría se encontró providencialmente el Siervo de Dios Isidoro Zorzano, uno de los primeros miembros del Opus Dei, el 24 de agosto de 1930.

Cuenta Vázquez de Prada que escribía el Fundador en sus Apuntes el 25 de agosto de 1930:

Así las cosas, ayer día de S. Bartolomé, estaba yo en casa de Romeo y me sentí desasosegado -sin motivo- y me fui antes de la hora natural de marcharme, puesto que era muy razonable que hubiera esperado a que vinieran a su casa D. Manuel y Colo.

Poco antes de llegar al Patronato, en la calle de Nicasio Gallego, encontré a Zorzano. Al decirle que yo no estaba, salió de la Casa Apostólica, con intención de ir a Sol, pero una seguridad de encontrarme -me dijo- le hizo volver por Nicasio Gallego. Antes de que yo le dijera nada, me manifestó sus deseos...”.

La calle de Nicasio Gallego cruza primero la calle de Covarrubias y luego. la de Manuel Silvela. Torciendo a la derecha, muy cerca, en el nº14 de esta calle se encuentra la iglesia del Perpetuo Socorro.