El encuentro de Álvaro del Portillo con san Josemaría

El futuro beato Mons. Álvaro del Portillo, que fue Prelado del Opus Dei, fue apodado por san Josemaría como “Saxum”, “roca” en latín, porque él fue la “piedra angular” en la que se apoyó el Fundador del Opus Dei prácticamente desde terminada la Guerra Civil española, para el desarrollo y consolidación de la Obra.

Así lo manifestó don José Luis González Gullón, en la segunda conferencia pronunciada en el Oratorio de Bonaigua en su Aula de Teología, dentro del ciclo de conferencias tituladas “Siervo bueno y fiel”, con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Mons. Álvaro del Portillo, el 11 de marzo. Don José Luis González es miembro ordinario del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, en Roma. El acto, al que asistieron unas 200 personas, fue presentado por el Rector del Oratorio de Bonaigua, Ignacio Sala.

El conferenciante dividió su intervención en tres partes: 1) el encuentro de Álvaro del Portillo con san Josemaría, 2) cuando san Josemaría decide que fuera su principal colaborador, y 3) su llamada al sacerdocio.

Conoce a san Josemaría

Álvaro del Portillo, señaló el conferenciante, era hijo de una familia muy católica, que decidió estudiar ingeniería en lugar de Derecho como su padre, porque “era tímido y no le gustaba hablar en público”. Luego la realidad fue bien distinta.

Durante la carrera de Ayudante de Obras Públicas y la de Ingeniero de Caminos, participó los sábados, junto a otros universitarios, en las Conferencias de San Vicente de Paúl, que atendían a los enfermos en el extrarradio de Madrid. En estas visitas recibió un golpe de llave inglesa en la nuca cuando un grupo de extremistas agredieron a los jóvenes estudiantes. Tardó varios meses en curarse.

La primera cita con san Josemaría fue gracias a un compañero de estudios que le invitó a la Residencia DYA, de la calle Ferraz. Sobre este episodio don José Luis González anunció que pronto saldrá un libro de esta Residencia-Academia. Allí Álvaro asistió a la primera mediación predicada por san Josemaría, que “versaba sobre el amor a Dios y a la Virgen” y comentó Álvaro que “me quedé hecho fosfatina”. Tras la meditación, un miembro de la Obra “sugirió a Álvaro considerar si Dios le llamaba a vivir una vocación de celibato apostólico“. Nunca lo había pensado antes, “se trató evidentemente de una llamada divina”, comentó años después Álvaro del Portillo. Se incorporó al Opus Dei a la edad de 22 años, en 1936. Recibió la formación inicial como miembro de la Obra directamente de san Josemaría.

Álvaro del Portillo no quiso enrolarse en el ejército republicano por el daño que hacían a la Iglesia y a los creyentes. Y así se refugió en varios lugares, estuvo en la cárcel y después encontró un escondite más estable en la Legación de Honduras, donde convivió unos meses con el Fundador de la Obra. Al ver que la guerra sería larga, san Josemaría decidió que los miembros de la Obra se pasaran al bando nacional, y en verano de 1937 abandonaron la Legación todos los miembros de la Obra que allí estaban, a excepción de dos, entre ellos Álvaro, porque eran buscados por desertores. Después de 15 meses y medio de vivir en la Legación decidió alistarse al ejército republicano, cambiando su nombre, con la intención de pasarse a la zona nacional. Por ello solicitó estar en el frente, porque era más fácil el paso. Se fugó del Ejército y al día siguiente, 12 de octubre de 1938, fiesta de la Virgen del Pilar, él y otros dos miembros de la Obra alcanzaron la zona nacional. De allí fueron a Burgos.

Álvaro del Portillo nombrado secretario general del Opus Dei

En esas fechas (1938) san Josemaría tenía su confianza puesta en el médico Juan Jiménez Vargas, para llevar los asuntos de la Obra. Este fue la persona clave que ayudó al Fundador y a otros miembros de la Obra a pasar a la zona nacional, a través de los Pirineos. Luego Jiménez Vargas estuvo en el frente nacional y no tenía apenas permisos por ser médico. El fue señalado por el Fundador de la Obra como su sucesor. Álvaro, que había comenzado los cursos para alférez, una vez al menos consultó a Jiménez Vargas cómo ayudar mejor a san Josemaría. Terminó la guerra en 1939 sin que Álvaro tuviera que disparar un tiro, “gracias a Dios”, comenta el conferenciante don José Luis González.

Con el primer destino militar en Cigales (Valladolid), Álvaro pudo ver en breves periodos de tiempo a san Josemaría en Burgos, quien el 13 de febrero de ese año escribió: “¡Saxum! Confío en la fortaleza de mi roca”. Álvaro del Portillo fue destinado a Olot, y después a Madrid. En el mes de julio Álvaro escribió que “a pesar de todo, puede Ud. tener confianza en que, más que roca (“¡Saxum!”), es barro sin consistencia alguna. Pero ¡es tan bueno el Señor!”. El 10 de octubre de 1939, san Josemaría le nombró secretario general del Opus Dei. Álvaro tenía 25 años, indicó el conferenciante.

El sacerdocio

Terminada la guerra, en la Obra había unos veinte miembros y un grupo reducido de mujeres. San Josemaría planteó la necesidad de tener sacerdotes del Opus Dei, pero no encontraba un camino jurídico para incardinar sacerdotes según el Derecho Canónico entonces vigente. Sin embargo, a mediados de 1940 plantea el Fundador a Álvaro del Portillo y a José María Hernández Garnica si estaban dispuestos a ser sacerdotes. Álvaro nunca pensó en ser sacerdote, pero “respondió en seguida” al Fundador afirmativamente, dijo don José Luis González. El Fundador había pedido a Dios que Álvaro fuera un “sacerdote santo”.

Álvaro del Portillo y José María Hernández Garnica empezaron sus estudios para el sacerdocio. Álvaro desestimó su destino a la Cuenca del Segura en calidad de Ingeniero de Caminos para poderse preparar para el sacerdocio. Un año más tarde José Luis Múzquiz se unió a los dos anteriores. San Josemaría siempre actuó con el consentimiento del Obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Leopoldo Eijo Garay, quien dispuso de lo necesario para la formación de los nuevos aspirantes al sacerdocio. Al mismo tiempo los tres candidatos se licenciaron en una carrera universitaria (los tres eran ingenieros) y se doctoraron, porque así lo quiso el Fundador, pues ser ingeniero, entonces, no significaba tener una carrera universitaria, sino técnica. Álvaro se licenció en Filosofía y Letras por la universidad de Valencia y se doctoró con una tesis sobre las expediciones españolas en la Alta California (Siglos XVII y XVIII).

En la visita que hizo Álvaro del Portillo al Obispo de Madrid, para comunicarle que quería ordenarse sacerdote, este le preguntó a Álvaro: “Álvaro, ¿te das cuenta de que vas a perder tu personalidad? Ahora eres un ingeniero prestigioso, y después vas a ser un cura más”. El Obispo quedó conmovido ante la respuesta de Álvaro: “Señor Obispo, la personalidad hace muchos años que se la he regalado a Jesucristo”. El 14 de febrero de 1943, san Josemaría vio claro, durante la celebración de la Santa Misa, la solución jurídica para la incardinación de los sacerdotes en el Opus Dei que sería a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Al día siguiente, 15 de febrero, san Josemaría fue a El Escorial, donde los tres candidatos estudiaban para ser sacerdotes, y les dio la noticia.

Precisamente Álvaro del Portillo negoció en Roma, donde se entrevistó con el Papa Pío XII, la posibilidad de incardinar sacerdotes dentro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y plantear la aprobación pontificia de la misma. Una vez la Santa Sede concedió el nihil obstat o autorización, el Obispo de Madrid-Alcalá procedió a la erección canónica de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, el 8 de diciembre de 1943.

Los tres candidatos fueron preparados, entre otros, por un padre agustino, Fray José López Ortiz después Obispo de Tuy-Vigo, y por el benedictino Dom Justo Pérez Urbiel. Finalmente el Obispo de Madrid ordenó sacerdotes a los tres candidatos: Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz, el 25 de junio de 1944. Álvaro tenía 30 años.

Diapositivas

Durante su intervención, José Luis González pasó numerosas diapositivas, muchas de ellas inéditas, de esta última etapa relativas a Álvaro del Portillo con san Josemaría y con los primeros miembros de la Obra. Los presentes en el acto agradecieron los comentarios y las imágenes que presentó don José Luis González.

En el coloquio una señora preguntó porqué Álvaro del Portillo se consideraba “la sombra” de san Josemaría. José Luis González respondió que sabía por su cargo que debía pasar toda su vida ayudando a san Josemaría y acompañarle a todas partes, con la perfecta conciencia de que él ayudaba a un Fundador que recibió un mensaje especial de Dios. Tenía muy claro que el Fundador del Opus Dei fue san Josemaría y él solo cumpliría la voluntad de Dios si era fiel a su Fundador, al espíritu que Dios le confió. Cuando don Álvaro fue elegido sucesor de san Josemaría, fue a visitar la tumba donde reposaba el santo, y dirigiéndose a los que allí estaban dijo en voz alta: “El Padre está aquí –señalando la oscura lápida de mármol- y donde hay patrón no manda marinero”.