Dos "superfavores"

Estaba embarazada de mi segundo hijo y en la ecografía de las veinte semanas me comunicaron que el niño tenía arteria umbilical única.

Sólo un porcentaje muy pequeño de fetos -menos del 1%- presentan esta anomalía. Tener solo una arteria, en lugar de dos, pueden ocasionar problemas en la eliminación de residuos y distintos síndromes genéticos, posibilidad de parto prematuro, bajo peso al nacer y otra serie de complicaciones.

Al principio me preocupé bastante, pero lo dejé en manos de Dios, bajo la protección de Álvaro del Portillo. Decidí pedirle ayuda a él porque era el año de su beatificación y mi parto estaba previsto para principios de octubre de 2014, unos días después de ser proclamado beato. Además, le pedí que naciera por vía natural. Tengo otra hija de tres años que nació mediante cesárea y me habían dicho que por mi constitución anatómica era complicado.

Cuando llegó el momento de dar a luz, todo empezó a complicarse. El niño no bajaba y la ginecóloga me dio pocas esperanzas de un parto natural

Los dos meses siguientes, los médicos siguieron mi embarazo con más frecuencia. El niño iba creciendo según los parámetros normales y dejaron de considerar mi embarazo como "de riesgo". Las visitas volvieron a ser las rutinarias.

Cuando llegó el momento de dar a luz, todo empezó a complicarse. El niño no bajaba y la ginecóloga me dio pocas esperanzas de un parto natural. Fijó un tiempo de espera de unas dos horas para trasladarme al quirófano y practicarme la cesárea. Recuerdo perfectamente que le dije a mi marido: "reza todo lo que sepas, por favor".

Yo también empecé a rezarle intensamente a Álvaro del Portillo. Sólo puedo decir, que en cuestión de menos de una hora, y con el asombro de la ginecóloga, empecé a dar a luz y me llevaron rápidamente al paritorio.

Tuve un parto muy breve, del que apenas me enteré. Mi hijo nació perfectamente el 21 de octubre de 2014, doce días después de lo esperado, cuando me habían anunciado que podría ser prematuro. Es un niño precioso, muy alegre, espabilado y sanísimo. Se llama Eduardo.

Recuerdo perfectamente que le dije a mi marido: "reza todo lo que sepas, por favor"

No dudo en ningún momento de que estos dos "superfavores" se debieron a la intercesión del beato Álvaro. Quiero dejar constancia de este hecho y manifestar mi agradecimiento. He de reconocer que no le tenía ninguna devoción hasta que, por su intercesión, recibí este doble favor.