“Acabamos de comenzar la Cuaresma. Sé que esperáis que os pida más oración, más generosidad en las mortificaciones ofrecidas por lo que llena mi alma. Yo también espero estos ratos de charla de familia, de confidencia con cada uno de vosotros, para rogaros que me ayudéis más, que me sostengáis. Me gustaría que vuestra respuesta fuera como la de aquella enferma que, en los primeros años de la Obra, sentía el peso del Opus Dei -¡todo estaba por hacer!- y percibía que el Señor contaba con su respuesta más completa, con su total holocausto. Aquella persona –como tantas otras a lo largo de los años- supo ofrecer con alegría grandes dolores físicos y morales para dar solidez a los fundamentos del Opus Dei, constituyendo para nuestro Padre [san Josemaría] un apoyo firmísimo.
Vamos a dar a nuestra mortificación y a nuestra penitencia –que han de ser más intensas en este período de Cuaresma- un hondo sentido de reparación. Que podamos decir cada uno con San Pablo: completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses I, 24). Procurad acercar a las personas que tratáis al sacramento de la Confesión, y recibidlo vosotros con más agradecimiento, con mayor devoción.” (Carta, 1-III-1990, III, 74)