Catedral de la Almudena

Recorrido histórico de los lugares fundamentales relacionados con la fundación del Opus Dei.

Esta catedral cuenta con una larga historia. En 1663, reinando Felipe IV, se puso la primera piedra. Dos siglos más tarde, a finales del XIX, el rey Alfonso XII encargó este proyecto al Marqués de Cubas con el deseo de que se enterrara allí a su primera esposa, fallecida prematuramente, Mercedes de Orleans.

Un siglo después, en 1907, bastantes años después de la muerte del monarca, se levantó la cripta de la futura catedral, cuando ya reinaba su hijo Alfonso XIII. El proyecto quedó interrumpido durante la mitad del siglo XX. En 1950 se construyeron algunos muros. y quedó paralizado de nuevo hasta finales de siglo.

El 15 de junio de 1993 el Papa Juan Pablo II consagró esta catedral.

Mercedes de Orleans fue enterrada por fin en esta catedral, bajo la Virgen de la Almudena, en noviembre del año 2000.

Comenzando la visita a la Catedral desde la puerta de entrada, en dirección al Altar Mayor, el paseante se encuentra, a la izquierda, con varios confesionarios y una capilla con una talla de Cristo atado a la Columna y un mosaico de la Virgen de la Paloma.

Le sigue la capilla de Santa Ángela de Jesús, Fundadora de la Compañía de la Cruz.

Viene luego la Capilla de la Virgen de la Medalla Milagrosa, con una imagen de la Virgen y otras dos de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.

La siguiente capilla está erigida en honor de santa Maravillas de Jesús, Carmelita descalza. En la siguiente capilla, promovida por el Camino neocatecumenal, se contempla la Anunciación de la Virgen María.

Antes de recorrer la girola, puede admirarse un hermoso retablo, obra de Berruguete y de su escuela. La primera capilla de la girola está dedicada a Nuestra Señora de la Vida Mística. Le sigue una capilla con la estatua de Santa María Micaela.

En el centro de la girola está la capilla en la que se custodia el arca de madera recubierta de cuero, con pinturas góticas. que contuvo los restos de San Isidro, junto con una imagen del Santo Labrador y de su esposa, Santa María de la Cabeza.

El Patrón de Madrid nació en Madrid hacia 1080, de una familia cristiana mozárabe. Le bautizaron Isidoro en recuerdo de San Isidoro de Sevilla. Trabajó como pocero y labrador. En Torrelaguna conoció a María de la Cabeza, su mujer. Cuando el matrimonio regresó a Madrid trabajó como labrador a las órdenes de Iván de Vargas. Tuvieron un hijo, Illán. Falleció el 30 de septiembre de 1172.

Le sigue, ya en el lado derecho, la capilla dedicada a la Beata Mariana de Jesús, Mercedaria Descalza.

San Josemaría Escrivá en la catedral de la Almudena

La siguiente capilla está dedicada a san Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei.

El escultor de la imagen y los altorrelieves, Venancio Blanco, explicaba: "No conocí personalmente al Padre, pero tuve oportunidad de profundizar en su persona y en su obra a través del proyecto escultórico que se me encargó con destino a la capilla a él dedicada en la Catedral de la Almudena de Madrid. Cuando se me propuso, fui consciente de la dificultad y la responsabilidad que ello entrañaba.

Fundida en bronce, la pieza ocupa el centro de la Capilla. He pretendido reflejar en ella los profundos valores que el beato Josemaría encarnó en su vida, así como su gran humanidad y honda espiritualidad (...). He querido destacar la postura de las manos, que adelanta hacia el que llega, ofreciéndole su abrazo entrañable. Es un gesto cordial, que invita y anima al mismo tiempo a acercarse a Dios.

El Beato Josemaría entendía la libertad como el mejor camino para servir a Dios, y con ella consiguió cuanto se propuso realizar. También el arte necesita de la libertad para encontrar la grandeza de un lenguaje que nace del sentimiento y que nos sirve igualmente para descubrir al Creador.

He intentado, en fin, que la figura del Padre y la dimensión de su Obra quedasen reflejadas desde el lenguaje escultórico.

Y con ello, plasmar la memoria de un hombre que nos dejó como ejemplo la forma de gastar generosamente una vida en la tierra, cuando se cree en el Cielo".

En el altorrelieve inferior izquierdo se evoca la figura de Josemaría Escrivá orando de rodillas ante la Virgen en la Cuesta de la Vega. Una placa, en la propia capilla, cuenta la historia.

"He aprendido de un gitano a hacer un acto de contrición"

En el altorrelieve inferior derecho se representa al Fundador del Opus Dei atendiendo a un enfermo agonizante. Este enfermo, de etnia gitana, y falleció en el Hospital General de Madrid con gran contrición, un domingo de febrero de 1932. “He aprendido de un gitano —recordaba san Josemaría — a hacer un acto de contrición”

Escribía el Fundador en sus Apuntes el 16 de febrero de 1932:

El domingo último, en el ejercicio de S. Felipe, me dijo el hermano Obediencia que un moribundo no quería recibir los Stos. Sacramentos. Fui a saludarle, después de hablar con la hermana de la sala. Era un gitano, cosido a puñaladas en una riña.

Al momento, accedió a confesarse. No quería soltar mi mano y, como él no podía, quiso que pusiera la mía en su boca para besármela. Su estado era lamentable: echaba excrementos por vía oral. Daba verdadera pena.

Con grandes voces dijo que juraba que no robaría más. Me pidió un Santo Cristo. No tenía, y le di un rosario. Se lo puse arrollado a la muñeca y lo besaba, diciendo frases de profundo dolor por lo que ofendió al Señor.

Continuaba explicando el Fundador que le habían contado poco después que el gitano murió con muerte edificantísima, diciendo entre otras frases, al besar el Crucifijo del rosario: “Mis labios están podridos, para besarte a ti”.

Y clamaba para que sus hijas le vieran y supieran que su padre era bueno. Por eso, sin duda, me dijo: “Póngame el rosario, que se vea, que se vea”. -Jesús, ya lo hice, pero te vuelvo a ofrecer esa alma, por la que ahora mismo voy a rezar un responso. -Quiero advertir que el gitano perdonó a sus enemigos y que yo, al acercarme a él, le encontré en buena disposición porque -según me dijo- le había llegado al alma lo que oyó hablar a algún hermano de S. Felipe, al prestar sus servicios a otros enfermos.

La Sagrada Familia

La vidriera representa una escena de la Sagrada Familia con la leyenda: ERAT FABRI FILIUS (Era el hijo del artesano). Escribía san Josemaría en su homilía "El matrimonio, vocación cristiana":

El amor puro y limpio de los esposos es una realidad santa que yo, como sacerdote, bendigo con las dos manos. La tradición cristiana ha visto frecuentemente, en la presencia de Jesucristo en las bodas de Caná, una confirmación del valor divino del matrimonio: fue nuestro Salvador a las bodas –escribe San Cirilo de Alejandría– para santificar el principio de la generación humana.

El matrimonio es un sacramento que hace de dos cuerpos una sola carne; como dice con expresión fuerte la teología, son los cuerpos mismos de los contrayentes su materia. El Señor santifica y bendice el amor del marido hacia la mujer y el de la mujer hacia el marido: ha dispuesto no sólo la fusión de sus almas, sino la de sus cuerpos. Ningún cristiano, esté o no llamado a la vida matrimonial, puede desestimarla. (...)

Durante nuestro caminar terreno, el dolor es la piedra de toque del amor. En el estado matrimonial, considerando las cosas de una manera descriptiva, podríamos afirmar que hay anverso y reverso. De una parte, la alegría de saberse queridos, la ilusión por edificar y sacar adelante un hogar, el amor conyugal, el consuelo de ver crecer a los hijos. De otra, dolores y contrariedades, el transcurso del tiempo que consume los cuerpos y amenaza con agriar los caracteres, la aparente monotonía de los días aparentemente siempre iguales.

Tendría un pobre concepto del matrimonio y del cariño humano quien pensara que, al tropezar con esas dificultades, el amor y el contento se acaban. Precisamente entonces, cuando los sentimientos que animaban a aquellas criaturas revelan su verdadera naturaleza, la donación y la ternura se arraigan y se manifiestan como un afecto auténtico y hondo, más poderoso que la muerte (Cant VIII, 6.).

Bajo la escena de la Sagrada Familia está representado el globo terráqueo, que evoca las enseñanzas de san Josemaría sobre la santificación de las realidades humanas.

Recordaba en su homilía "Amar al mundo apasionadamente": "Lo he enseñado constantemente con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno.

Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios"

"Era hijo del artesano" proclama la leyenda en la parte inferior de la vidriera, aludiendo a los años de vida de trabajo de Jesús en Nazaret.

San Josemaría hacía ver, al contemplar a Jesús que trabaja, como cualquiera de nosotros, que nuestro trabajo tiene un sentido, una dimensión divina, que debemos descubrir.

Apóstoles y Arcángeles

En uno de los relieves se representa a San Gabriel, San Miguel y San Rafael. en el otro, a San Pablo, San Pedro y San Juan.

A continuación está la Capilla del Santísimo Sacramento.

Saliendo de esta Capilla, la primera capilla con la que se encuentra el paseante es la de Virgen de la Concepción Real de la Almudena, patrona de Madrid. Su fiesta se celebra el 9 de noviembre.

El retablo consta de 18 tablas de Juan de Borgoña del siglo XVI. Se puede venerar la imagen subiendo por una escalinata.

La capilla siguiente —en el costado derecho de la nave, mirando hacia el altar mayor—, tiene una inscripción del Venerable Francisco Méndez Casariego y esta dedicada a la Santísima Trinidad.

La capilla siguiente está dedicada a Santa Soledad Torres Acosta. Le sigue la capilla dedicada a san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, que se ve en la fotografía. La siguiente capilla está dedicada a Santa Josefa Sancho Guerra. Por ultimo está la pila Bautismal y varios confesionarios.

Desde la Puerta de Entrada se contempla el altar Mayor, y sobre él, suspendido en el aire, el Cristo de la Buena Muerte, de Juan de Mena.