El cariño al sucesor de Pedro, la oración por él y el deseo de hacer vida y difundir sus palabras fueron una constante en la vida de Encarnita Ortega. Hay una feliz coincidencia entre una carta suya y el espontáneo discurso que dirigió el Papa Francisco a los jóvenes en la Vigilia del pasado 30 de julio en el que les decía: “Queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a “vegetar”, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un “sofá” que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella”.
(...) en una de sus respuestas me decía: ‘espero que no te conviertas en alma de 'butacón'.
Cuenta Mª Luisa Moreno de Vega que, después de una operación de los ojos, cruzó correspondencia con Encarnita. “En una de las cartas hay una frase que nunca he olvidado –recordaba en un testimonio pocos meses después de su fallecimiento-. Cuando ya pude levantarme, tuve que pasar mucho tiempo sentada. Se lo contaba a Encarnita en una carta y, en una de sus respuestas me decía: ‘espero que no te conviertas en alma de “butacón". Tiene mucha enjundia esta frase, porque es verdad que después de una convalecencia no demasiado agradable, era muy probable perder la fortaleza”.
Encarnita seguía de cerca los encuentros de la gente joven con el Papa en la JMJ y en otros viajes. Recuerda Maite del Riego, autora de su biografía, que, a la vuelta de un viaje que hizo a Roma, fue a contar sus impresiones a un grupo de gente y Encarnita le aconsejó: “¡Empieza por el Papa, que es lo que esperan!”.
Ella misma comentaba el 15 de febrero de 1992 a un grupo de estudiantes de la Universidad de Navarra, residentes en el Colegio Mayor Goroabe, los grandes amores que san Josemaría consideraba centrales: “Cristo, María y el Papa”. Muy metido en el alma lo tenía Encarnita y así lo vivió en los pontificados que se fueron sucediendo a los largo de su vida. Estos amores son signo de identidad de la fe católica, universal, como bien se demuestra a través de la JMJ. Chicos y chicas de tan dispares razas, lenguas y latitudes van tras las huellas de Cristo en la tierra.
El día inolvidable
Un momento importante en su vida tuvo lugar el 15 de junio de 1993. Juan Pablo II consagró la Catedral de la Almudena de Madrid y Encarnita consiguió de una persona amiga un pase especial para comulgar de manos del Santo Padre. Cuando mandó la documentación necesaria para entrar en la catedral le escribió: “Con mi inmenso agradecimiento, ahí va mi foto y copia del carnet de identidad. Me hace una ilusión enorme poder ver al Santo Padre y recibir de sus manos la Comunión. ¡Vaya enchufe! Mil gracias de nuevo”. Después contaba la emoción con que había seguido la ceremonia litúrgica. Conservaba el rosario bendecido por el Papa que había recibido ese día y puso en él algunas medallas de su devoción.