17 de mayo, el día de la beatificación
El eco de la voz de Juan Pablo II resuena en la Plaza de San Pedro, al proclamar la fórmula de beatificación de Josemaría Escrivá y de la religiosa Canosiana Josefina Bakhita; y encuentra cabida en el corazón de los millares de peregrinos que desbordan el colonnato de la plaza, y en el alma de millones de personas que participaron de esta ceremonia gracias a la radio y a la televisión.
Un inmenso templo al aire libre
La ceremonia inició a las 10:00 de la mañana. Asistieron, según el Osservatore Romano, 300.000 peregrinos de 60 países. El caracter eclesial de este evento fue subrayado por Juan Pablo II en la audiencia del 18 de mayo concedida a los peregrinos asistentes a la beatificación. “Os inunda la alegría de la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer, porque confiáis en que su elevación a los altares, (....), proporcionará un gran bien a la Iglesia. Yo también comparto esa confianza.”
Las palabras de Juan Pablo II
Durante la homilía el Papa recordó que “la vida espiritual y apostólica del nuevo Beato estuvo fundamentada en saberse, por la fe, hijo de Dios en Cristo. De esta fe se alimentaba su amor al Señor, su ímpetu evangelizador, su alegría constante, incluso en las grandes pruebas y dificultades que hubo de superar. «Tener la cruz es encontrar la felicidad, la alegría nos dice en una de sus meditaciones tener la cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo y, por eso, ser hijo de Dios.»
Su gran amor a Cristo, por quien se siente fascinado, le lleva a consagrarse para siempre a Él y a participar en el misterio de su Pasión y Resurrección. Al mismo tiempo, su amor filial a la Virgen María le inclina a imitar sus virtudes. «Bendeciré tu nombre por siempre jamás»: he aquí el himno que brotaba espontáneamente de su alma y que le impulsaba a ofrecer a Dios todo lo suyo y cuanto le rodeaba. En efecto, su vida se reviste de humanismo cristiano con el sello inconfundible de la bondad, la mansedumbre de corazón, el sufrimiento escondido con el que Dios purifica y santifica a sus elegidos”.
Un clima de confianza
“Aunque no nos hubiéramos visto nunca —comentaba uno de los asistentes— enseguida sintonizábamos como si nos conociéramos; surgía el clima de confianza que facilitaba el diálogo.”
Fue un gran día de sol. La gente se preparó como pudo: con sombreros de tela o de papel, construidos en el momento. Por todas partes aparecieron los paraguas. Muchos estuvieron de pie. Algunos, más previsores, llevaron pequeñas sillas plegables y prismáticos para poder seguir mejor la celebración.
Once coros con seiscientas voces
Seiscientas voces pertenecientes a once coros actuaron en las ceremonias de los días 17 y 18 de mayo. Algunos eran coros romanos, como el de la Capilla Sixtina —que siempre asiste a las celebraciones del Papa en San Pedro— otros, venían de Chile, Estados Unidos, España, Filipinas y Portugal. Las notas musicales de una trompeta dieron un realce especial en ciertos momentos de la ceremonia.
Gracias a la radio y la televisión
La ceremonia fue transmitida en directo por la Rai Uno y Mundovisión. Los periodistas y fotógrafos acreditados fueron más de 700. Los peregrinos que estaban al fondo de la Plaza de San Pedro y en Via della Conciliazione pudieron seguir mejor la ceremonia gracias a las imágenes de la Rai que pudieron verse en tres pantallas de 27 metros cuadrados instaladas al fondo de la plaza.
Con los enfermos
Al final de la ceremonia, el Papa bajó a saludar a los numerosos enfermos que asistieron a la ceremonia al pie del altar.
18 de mayo, otra vez en la Plaza de San Pedro
El lunes 18 de mayo a las 10:00 de la mañana don Álvaro del Portillo, primer sucesor del fundador del Opus Dei, celebró en la Plaza de San Pedro la primera misa de acción de gracias por la beatificación. En la homilía, don Álvaro recordó la primera vez que el beato Josemaría vino a Roma “su emoción al divisar la cúpula de San Pedro y rezar el credo. Aquella Noche la transcurrió entera en vela de oración, con la mirada puesta en las ventanas de las habitaciones del Santo Padre, que se divisaban a poca distancia, desde la terraza de la casa donde nos alojábamos, en la cercana Piazza della Citta Leonina. Ese espíritu de oración perseverante y penitente, ese amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, es el que ha inculcado en multitud de almas y del que hoy, aquí, queremos ser una singular manifestación”.
La audiencia con el Santo Padre
Los sucesos vividos el domingo 17 y la mañana de lunes 18 culminaron con la audiencia que Juan Pablo II concedió a los peregrinos al finalizar la misa. Cuando el Santo Padre entró en la Plaza de San Pedro, uno de los coros entonó el tradicional Happy birthday to you, ya que ese día el Papa cumplía 72 años. Durante la audiencia el Santo Padre dijo que “la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer me ofrece la ocasión para este gozoso encuentro con todos vosotros, queridos sacerdotes y laicos, que, en gran número, habéis peregrinado a Roma para participar en esta sentida manifestación de fe y de comunión eclesial. (...)
"La figura de un Beato representa una nueva llamada a la santidad, la cual no es privilegio ni va dirigida solamente a unos pocos, sino que debe ser la meta común de todos los cristianos”.
Junto a los sagrados restos del beato Josemaría
Del 14 al 21 de mayo, el sagrado cuerpo del beato Josemaría permaneció en la Basílica de San Eugenio, donde pudieron venerarlos millares de fieles. Don Michele, párroco de San Eugenio, recuerda con emoción aquellos días “no olvidaré jamás la devoción y el recogimiento que había en la Basílica en todo momento, se respiraba un clima de auténtica oración. Son inolvidables las largas colas junto a los confesionarios, que no eran pocos. Los peregrinos entraban, saludaban al Santísimo en la capilla del fondo de la nave y se acercaban al altar, saludando con una reverencia a la urna y se arrodillaban en los reclinatorios para rezar”.
Por cielo, mar y tierra
Para llegar a Roma, los peregrinos utilizaron los sistemas de transportes más variados: cerca de 3000 autobuses; trenes, algunos de los cuales llegaron directamente a la estación del Vaticano; 104 vuelos charter, además de los vuelos de línea y barcos que llegaron al puerto de Civitavecchia.
Los jóvenes
La presencia de millares de jóvenes fue uno de los aspectos característicos de las celebraciones de aquellos días. Muchos de ellos se alojaron en diversos campings de los alrededores de Roma, algunos con más de mil puestos.
La medalla conmemorativa
Como recuerdo de la beatificación del fundador del Opus Dei se elaboraron unas medallas en las que figura por una cara la efigie del beato Josemaría y por la otra una reproducción de un cuadro de la Virgen. Se acuñaron medallas de tres tamaños en alpaca y bronce.