Mara: «Lo que aprendí con la profesora Guadalupe»

En 1968, Mara Pagano, una chica italiana del Opus Dei, se trasladó a Madrid para estudiar y realizar la tesis doctoral. La profesora que la ayudó fue Guadalupe Ortiz de Landázuri. En este artículo se cuenta su historia.

En la carta del 9 de enero de 1969, publicada en el libro "Cartas a un santo", Guadalupe cuenta a san Josemaría los progresos realizados por sus alumnos de la Facultad de Ciencias Domésticas: “Estamos dando los primeros pasos. Rece mucho por nosotras. Hemos tenido alumnas de seis nacionalidades. Ahora algunas están empezando su doctorado”.

Una de las estudiantes que habría comenzado el doctorado es la italiana Mara Pagano, que en 1969 tenía 26 años.

Una joven estudiante universitaria en una clase no universitaria

Los padres de Mara le dijeron a su hija que, antes de irse de casa, debía graduarse. “Cuando me gradué en Ciencias Biológicas en la Universidad de Palermo -cuenta- me fui a vivir a un centro del Opus Dei en Roma. Allí continué estudiando, pero en un momento dado sentí la necesidad de hacer un curso que me ayudara a tener una formación más práctica. Por eso, en 1968 viajé a Madrid, donde otras mujeres del Opus Dei de todo el mundo recibían formación profesional”.

Un día fui a abrir la puerta -recuerda Mara- y me encontré frente a una señora muy guapa. Era Guadalupe

En Madrid, se impartían cursos de especialización para la administración del hogar. Una de las ideas de este curso era dar una mejor formación profesional a quienes administran los centros del Opus Dei. Como recuerda Mara, “el objetivo era ayudar a las mujeres que trabajaban en la administración doméstica a convertirse en verdaderas profesionales del hogar”.

El nivel cultural era muy diferente al que Mara estaba acostumbrada: “Siempre había estudiado -dice ella- mientras que muchas de las personas que asistían al curso habían dejado los estudios en el octavo grado. Me sentía un poco superior a las demás, y a veces ni siquiera iba a clase porque se enseñaban conceptos muy básicos, y yo esperaba más”.

El encuentro con Guadalupe

“Un día fui a abrir la puerta -recuerda Mara- y me encontré frente a una señora muy guapa. Era Guadalupe. Vi un taxi detrás de ella que se alejaba. Yo entonces no era consciente, pero su estado de salud le obligaba a tener que ir en coche cuando se trataba de hacer un recorrido algo más largo”.

El encuentro con Guadalupe cambió poco a poco el enfoque de Mara acerca del tipo de formación que estaba recibiendo: “Lo que me llamó la atención de Guadalupe fue su gran profesionalidad: sabía perfectamente lo que tenía que enseñar, pero sobre todo a quién tenía que hacerlo. Aunque algunas cuestiones teóricas ya las conocía, con Guadalupe aprendía la forma de ponerlas en práctica. Era una verdadera maestra, siempre enseñaba de un modo agradable. Recuerdo que transmitía nociones científicas con cariño, incluso a personas que casi no tenían formación teórica. Siempre fue muy delicada”.

La tesis doctoral

Después del curso de formación, a algunas de las participantes se les propuso continuar sus estudios con una tesis doctoral. Mara se ocupó de la composición química de los jabones. “En aquella época yo iba a menudo a la casa de Guadalupe. Siempre me recibía con una gran sonrisa y recuerdo que la puerta de su despacho siempre estaba abierta”.

Se las arreglaba para no perder el tiempo sin, por otro lado, dejar de estar siempre disponible para todas

“Cuando alguien salía o entraba en la casa –recuerda– pasaba por allí para saludar: Guadalupe hablaba con las que salían o entraban durante unos segundos y luego volvía a su trabajo. Me impresionó la manera en que se las arreglaba para no perder el tiempo sin, por otro lado, dejar de estar siempre disponible para todas”.

El mundo de Guadalupe

Guadalupe murió en 1975 a causa de una enfermedad cardíaca: “Sólo más tarde descubrí que, ya en la época en la que yo vivía allí, estaba muy enferma. Casi nada hacía sospechar el estado en el que se encontraba, ya que su porte fue siempre muy natural”.

Hay muchas cosas sobre Guadalupe que Mara sólo descubrió en los años siguientes a su encuentro: “Tengo que admitir que incluso las cosas de las que no tenía ni idea me parecían muy naturales si se las aplicaba a ella, como el hecho de que había obtenido una licencia de piloto de avión. Guadalupe santificó su vida enseñando química y ayudando a las mujeres a ser mejores. Todo esto con una serenidad increíble”.

Guadalupe y san Josemaría

“Una vez -continúa Mara- me enfadé mucho con una persona del Opus Dei que asistía al curso. Estaba muy molesta. Fui a hablar con Guadalupe. Después de decir todo lo que llevaba dentro, ella me miró seriamente y me dijo en pocas palabras que hiciera una corrección fraterna a la persona en cuestión. Vivió con mucha naturalidad el espíritu de familia del Opus Dei”.

Guadalupe estaba unida a san Josemaría por ese lazo de filiación que viven los fieles de la Obra con el Fundador. Además, lo había podido tratar personalmente. Seguramente eran personas de caracteres diferentes, pero, como ocurre con tantos amigos de Dios reunidos en una misma familia sobrenatural, tenían rasgos en común. Mara, que estuvo muchas veces con san Josemaría, señala que a ambos les unían “dos características: los dos te escuchaban con seriedad, como si en ese momento fueras la única persona presente; y sonreían mucho, a pesar del cansancio o de la enfermedad”.