De que tú y yo nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes. (Camino, 755)
Nosotros somos piedras, sillares, que se mueven, que sienten, que tienen una libérrima voluntad.
Dios mismo es el cantero que nos quita las esquinas, arreglándonos, modificándonos, según Él desea, a golpe de martillo y de cincel.
No queramos apartarnos, no queramos esquivar su Voluntad, porque, de cualquier modo, no podremos evitar los golpes. -Sufriremos más e inútilmente, y, en lugar de la piedra pulida y dispuesta para edificar, seremos un montón informe de grava que pisarán las gentes con desprecio. (Camino, 756)
La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. -Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada. (Camino, 758)
Un razonamiento que lleva a la paz y que el Espíritu Santo da hecho a los que quieren la Voluntad de Dios: "Dominus regit me, et nihil mihi deerit" -el Señor me gobierna, nada me faltará.
¿Qué puede inquietar a un alma que repita de verdad esas palabras? (Camino, 760)