Todo comenzó por un martillo y unos clavos

El 17 de noviembre se cumple el centenario del nacimiento del Siervo de Dios José María Hernández Garnica, actualmente en proceso de canonización.

Josemaría Hernández Garnica, a la izquierda de san Josemaría, junto a Álvaro del Portillo y José Luis Múzquiz, antes de ordenarse sacerdotes.

El 17 de noviembre se cumple el centenario del nacimiento del Siervo de Dios José María Hernández Garnica, actualmente en proceso de canonización. Es uno de los primeros sacerdotes de la prelatura del Opus Dei, que contribuyó a difundir el mensaje de san Josemaría por toda Europa. En la vida de José María, el encuentro con el fundador del Opus Dei fue decisivo para entregar su vida a Dios.

Los comienzos de su vocación: un martillo y unos clavos

En otoño de 1934, José María Hernández Garnica conoció el Opus Dei y a su Fundador. Nada más llegar a la Residencia de la calle Ferraz, San Josemaría le saludó y le dijo: “¡Hombre, Chiqui, muy bien! Ten, coge este martillo y unos clavos y, ¡hala!, a clavar allá arriba”. El gesto le ganó y, desde ese instante, se sintió muy bien acogido, como en su casa. Estudiaba Ingeniería de Minas en la Escuela Técnica Superior de Madrid (Extracto de: José Carlos Martín de la Hoz, Por los caminos de Europa, ed. Palabra, Madrid 2004).

Josemaría Hernández Garnica, a la izquierda de san Josemaría, junto a Álvaro del Portillo y José Luis Múzquiz, antes de ordenarse sacerdotes.

Sus conversaciones con San Josemaría, los ratos de oración, las horas de estudio y el trato con los otros estudiantes que frecuentaban DYA, fueron calando en su alma. El último año de vida, en una meditación escrita rememoraba aquellos primeros meses: “Cuando ya tenía 20 años fui por primera vez por la Residencia de estudiantes de la Obra, allí pude descubrir un mundo nuevo, que era sacar sentido a la vocación y a las virtudes cristianas, aprender a tratar con Dios hasta alcanzar el concepto de hijo de Dios. Y un lento pero constante ascender en las virtudes cristianas. Es decir, que aprendimos el hablar con Dios, el conocer la amorosa Providencia divina, el sentido sobrenatural del trabajo, que daba un sentido cristiano completo a nuestra vida. Y todo ello respirando un aire de amistad que nos enseñaba a ser humildes, desconfiando de nosotros mismos, pero que abría un panorama al descubrir la alegría del dar” (Meditación predicada por José María Hernández Garnica, 8.V.1972, AGP, JHG, E-00069, p. 2).

Le gustaron especialmente el ambiente de alegría que se respiraba y el respeto a las opiniones de los demás. A lo largo de su vida recordó muchas veces que allí había un cuadro con las palabras del Mandamiento del Amor, tomadas de San Juan. De ese modo crecía en las almas de aquellos estudiantes la necesidad de quererse y de comprender los puntos de vista ajenos.

Vea el vídeo resumen sobre don José María Hernández Garnica

José María Hernández Garnica en Roma, 10 de junio de 1956.

Aprendió el ofrecimiento de obras y a luchar por tener presencia de Dios. Rezaba el Rosario, y hacía un buen rato de oración mental. Para asistir a Misa debía madrugar, para llegar puntualmente a clase en la Escuela de Minas. Ese plan de vida le ayudó a encontrar a Dios en medio de las tareas cotidianas.

Poco a poco, el Señor se metió con más intensidad en su alma, hasta que descubrió que le pedía la entrega de su vida entera. Aquel chico de elegantes maneras, que hablaba más con la mirada que con las palabras, decidió responder a la llamada de Dios el 28 de julio de 1935. Desde entonces aumentó la preocupación apostólica por sus amigos, a los que invitaba para que recibieran formación cristiana. Con su buen humor y sus frases castizas madrileñas, hacía reír a todos.

Chiqui enseguida descubrió, y agradeció toda su vida, el espíritu de familia que desde el comienzo se vivía en el Opus Dei, “donde se quiere y se nota constantemente el ser querido” (Meditación predicada por Jose María Hernández Garnica, 28.II.1972, AGP, JHG, E-00063, p. 1).

Oración para la devoción privada

Logo conmemorativo del Centenario del Siervo de Dios.

Señor, Dios nuestro, que has querido contar con tu siervo José María, sacerdote, para extender en diversos lugares del mundo la llamada a santificarse en la vida ordinaria, ayúdame a seguir a Jesucristo y a tratarle en mis ocupaciones cotidianas, para llevar la alegría de la vocación cristiana a otras muchas almas. Glorifica a tu siervo José María y concédeme, por su intercesión, el favor que te pido… (pídase).

Así sea.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria

De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretende prevenir el juicio de la Autoridad eclesiástica, y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.