Lío, novelas y goteros

Henar, Blanca y Patricia son estudiantes de Medicina en Valladolid. Este curso, han puesto en marcha un voluntariado en el que los estudiantes dedican parte de su tiempo libre a leer y pasar el rato con sus pacientes. En pocos meses cuentan ya con más de 60 voluntarios.

Descargar en PDF el reportaje en El Mundo: “El estímulo de las voces que acompañan”.

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Me llamo Henar Casero y soy estudiante de sexto de Medicina, en la Universidad de Valladolid. El estudiante de Medicina no empieza a serlo el primer día de clase, en primero de carrera. Empieza a serlo el día que es consciente de la carrera de fondo en la que se ha metido. Y es que cada uno de nosotros siente esa presión: ¿Quieres entrar en la universidad? Necesitas una nota media. ¿Quieres elegir una especialidad? Necesitas también una nota media. Necesitas ser mejor. Y no mejor persona. Mejor que el de al lado. A veces te convences de que es así, que todo el mundo es así y que al resto de tus compañeros no le importa el de en frente.

“Blanca, Pati y yo queríamos demostrar que los jóvenes queremos seguir cambiando el mundo”.

Blanca, Pati y yo, queríamos desmontar esto y en septiembre comenzamos el proyecto con esta convicción: demostrar —primero a nosotras mismas y después al mundo entero— que los jóvenes seguimos queriendo cambiar el mundo. Nos alentaron las palabras del Papa Francisco pidiéndonos, en la JMJ de Río, que hiciéramos lío. Dos años después de sus palabras, este es el lío que hemos organizado…

Nos alentaron las palabras del Papa Francisco pidiéndonos, en la JMJ de Río, que hiciéramos lío. Dos años después de sus palabras, este es el lío que hemos organizado…

Blanca llegó de Madrid, en cuarto de carrera, con una idea: ¿Por qué no montamos una biblioteca en el hospital y organizamos a un grupo de voluntarios estudiantes de Medicina o Enfermería que vayan a leer a los pacientes que quieran? Tras horas de prácticas en el hospital es fácil darse cuenta de que un paciente pasa muchos días, incluso semanas, ingresado en un hospital. Y no son días normales.

“Tuvimos la suerte de que el Hospital Universitario más cercano a la facultad de Medicina contaba con una biblioteca, aunque no había servicio de voluntarios para leer a los pacientes”.

En la cama de un hospital parece que las horas se dilatan y que los minutos no pasan. Y eso provoca un desgaste físico, pero sobre todo anímico, que el personal sanitario muchas veces no puede abarcar. Por otro lado, los estudiantes tendemos a centrarnos en nuestros propios objetivos y no nos damos cuenta de que, con una hora a la semana, podemos cambiar la tarde de otra persona y ayudar a hacer más alegre y llevadera una situación que pasa cada día delante de nuestros ojos.

Así que nos pusimos manos a la obra. Tuvimos la suerte de que el Hospital Universitario más cercano a la facultad de Medicina contaba con una biblioteca, aunque no había servicio de voluntarios para leer a los pacientes, ¡parecía que estaban esperándonos!

El diario El Mundo (Edición Valladolid) dedicó un reportaje a la iniciativa solidaria.

Hablamos con la dirección del hospital y con el responsable de atención al paciente para ir abriendo camino presentándoles el proyecto. Las “negociaciones” empezaron así:

—“Queremos que un grupo de voluntarios universitarios venga todas las tardes de lunes a viernes, de 4 a 8 a leer a los pacientes que quieran para hacerles compañía”.

—“Bien, pero, ¿tenéis voluntarios?”

—“Aún no, estamos esperando a que nos deis luz verde”

—“Bueno, pues esperamos. A ver si conseguís a alguien… ¿no?”

—“Pero, ¿podemos hacerlo?”

—“Si tenéis un número razonable de voluntarios…, ya veremos.”

“Hicimos unos carteles que colgamos por todas las facultades, especialmente en Medicina y Enfermería. Añadimos un número de teléfono y… ¡esperamos!”.

Eso nos sonó a “sí”. Así que hicimos unos carteles que colgamos por todas las facultades, especialmente en Medicina y Enfermería. Añadimos un número de teléfono y… ¡esperamos! A la semana, volvimos a atención al paciente, a decir que ya teníamos 30 voluntarios. Y los números seguían creciendo…

La primera reunión fue un día entre semana, a las 9 de la noche, para conciliar horarios de mañana y tarde de todos. Allí organizamos las horas en las que iría cada uno y, cómo no, creamos un grupo de WhatsApp.

Así, con una organización desorganizada, fueron saliendo las cosas. Tuvimos que ir haciéndonos un hueco en el hospital.

“La mayoría estudiamos carreras sociosanitarias y estamos acostumbrados a llegar al paciente a través de la teoría, de las patologías, olvidando que lo primero es que son personas”.

Hoy, 6 meses después y con más de 60 voluntarios trabajando, hemos descubierto que muchas veces las cosas salen adelante porque no nos dejamos llevar por el miedo a pelear lo que de verdad importa.

Hoy, al entrar en el hospital, cada voluntario va al control de celadores, donde tenemos la llave de la biblioteca y una libreta en la que apuntamos dónde han estado los del turno anterior, qué pacientes quieren que atendamos, si es el cumpleaños de alguno, para que suban con un detalle…

El objetivo es doble: ayudar a los pacientes y a los familiares, dándoles un descanso.

La mayoría estudiamos carreras sociosanitarias y estamos acostumbrados a llegar al paciente a través de la teoría, de las patologías, olvidando que lo primero es que son personas, con una realidad que va mucho más allá del diagnóstico o el tratamiento.