Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios (Jesucristo en el discurso de las Bienaventuranzas, Mt 5, 1-12)
La paz, misión de los cristianos
Por todos los caminos honestos de la tierra quiere el Señor a sus hijos, echando la semilla de la comprensión, del perdón, de la convivencia, de la caridad, de la paz.
—Tú, ¿qué haces?
Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser antinada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz; ver con comprensión a todos: a los que siguen a Cristo y a los que le abandonan o no le conocen.
—Pero comprensión no significa abstencionismo, ni indiferencia, sino actividad.
Tu vida, tu trabajo, no debe ser labor negativa, no debe ser “antinada”. Es, ¡debe ser!, afirmación, optimismo, juventud, alegría y paz.
Cuando te hablo del “buen ejemplo”, quiero indicarte también que has de comprender y disculpar, que has de llenar el mundo de paz y de amor.
Esos..., que ven contrincantes donde sólo hay hermanos, niegan con sus obras su profesión de cristianos.
Con la polémica agresiva, que humilla, raramente se resuelve una cuestión. Y, desde luego, nunca se alcanza esclarecimiento cuando, entre los que disputan, hay un fanático.
Con la gracia de Dios
Característica evidente de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, es la paz en su alma: tiene "la paz" y da "la paz" a las personas que trata.
Los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras
Paz, verdad, unidad, justicia. ¡Qué difícil parece a veces la tarea de superar las barreras, que impiden la convivencia humana! Y, sin embargo, los cristianos estamos llamados a realizar ese gran milagro de la fraternidad: conseguir, con la gracia de Dios, que los hombres se traten cristianamente, llevando los unos las cargas de los otros, viviendo el mandamiento del Amor, que es vínculo de la perfección y resumen de la ley.
En nombre de ese amor victorioso de Cristo, los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras. Hemos de luchar —lucha de paz— contra el mal, contra la injusticia, contra el pecado, para proclamar así que la actual condición humana no es la definitiva; que el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Cristo, alcanzará el glorioso triunfo espiritual de los hombres.
En la Santa Misa, este domingo, en la renovación incruenta del sacrificio cruento del Calvario, Jesús se inmolará -Sacerdote y Víctima- por los pecados de los hombres. Que no lo dejemos solo, que surja en nuestro pecho un deseo ardiente de estar con El, junto a la Cruz; que crezca nuestro clamor al Padre, Dios misericordioso, para que devuelva la paz al mundo, la paz a la Iglesia, la paz a las conciencias. Si nos comportamos así, encontraremos -junto a la Cruz- a María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra. De su mano bendita llegaremos a Jesús y, por El, al Padre, en el Espíritu Santo.
El fin sobrenatural de la Iglesia, 17
¡Paz, paz!, me dices. —La paz es... para los hombres de “buena” voluntad.
¿Cómo vas a tener paz, si te dejas arrastrar —contra los “tirones” de la gracia— por esas pasiones, que ni siquiera intentas dominar?
El cielo empuja para arriba; tú —¡sólo tú: no busques excusas!—, para abajo... —Y de este modo te desgarras.
Conmover el corazón de Cristo
Recordad la escena que nos cuenta San Lucas, cuando Cristo andaba cerca de la ciudad de Naím. Jesús ve la congoja de aquellas personas, con las que se cruzaba ocasionalmente. Podía haber pasado de largo, o esperar una llamada, una petición. Pero ni se va ni espera. Toma la iniciativa, movido por la aflicción de una mujer viuda, que había perdido lo único que le quedaba, su hijo. (...)
Pero el Señor no actúa artificialmente, para realizar un gesto: se siente sencillamente afectado por el sufrimiento de aquella mujer, y no puede dejar de consolarla. En efecto, se acercó a ella y le dijo: no llores. Que es como darle a entender: no quiero verte en lágrimas, porque yo he venido a traer a la tierra el gozo y la paz. Luego tiene lugar el milagro, manifestación del poder de Cristo Dios. Pero antes fue la conmoción de su alma, manifestación evidente de la ternura del Corazón de Cristo Hombre.
Un cristiano que viva unido al Corazón de Jesús no puede tener otras metas: la paz en la sociedad, la paz en la Iglesia, la paz en la propia alma
Un cristiano que viva unido al Corazón de Jesús no puede tener otras metas: la paz en la sociedad, la paz en la Iglesia, la paz en la propia alma, la paz de Dios que se consumará cuando venga a nosotros su reino.
Como Cristo pasó haciendo el bien por todos los caminos de Palestina, vosotros en los caminos humanos de la familia, de la sociedad civil, de las relaciones del quehacer profesional ordinario, de la cultura y del descanso, tenéis que desarrollar también una gran siembra de paz.
El violento pierde siempre, aunque gane la primera batalla..., porque acaba rodeado de la soledad de su incomprensión.