Hoy hace un año que Dora nos salvó la vida a B. y a mí. Hacía cinco meses que me había sacado el carnet de conducir y me ofrecí a acercar a B. a un pueblo cercano, donde tenía que hacer unas gestiones y tenía prisa. Antes de salir ella bromeó sobre el estado del coche en el que la iba a llevar, ya que es un vehículo muy viejo y con aspecto destartalado.
Cuando llevábamos diez minutos en la carretera salí por un desvío, que es una carretera nacional con un carril para cada sentido. Al poco, me asusté porque a lo lejos vi un camión que venía por mi carril pero en dirección contraria a la mía. Fui reduciendo la velocidad y el camión se metió en su carril otra vez.
Pero a los pocos segundos y a solo 200 metros de nosotras otro trailer se puso a adelantar, aproximándose a nosotras en dirección contraria. Yo, del susto, pegué un volantazo a la izquierda, y B., tranquilamente, me dijo: "A la derecha". Fui frenando y aproximándome al quitamiedos para evitar la colisión frontal, ya que no teníamos más escapatoria. Cuando estábamos a 50 metros de chocar, agarré el brazo a B. temiéndome lo peor. A los dos segundos el camión consiguió un hueco para meterse en su carril, y nosotras estábamos ya en el arcén y aunque casi se lleva nuestro retrovisor, pero estábamos perfectas.
Después de hacer papeles y hablar con el conductor, que reconoció la imprudencia, B. me dijo que en el momento crucial, cuando casi se produce el choque, empezó a repetir por dentro "¡Dora, Dora, Dora!". Abrí la guantera y vi una estampa de Dora del Hoyo, a la que le tengo mucha devoción. Realmente fue un milagro, porque cualquier otra mínima maniobra hubiese podido acabar con nuestra vida, y no se explica que siendo una conductora con meses de carnet no nos pasase nada. La carretera estaba recién asfaltada y las marcas de las frenadas siguen ahí, pero nuestro agradecimiento a Dora va a perdurar mucho más tiempo y es aún más profundo.
C. G.