"Nuestra principal misión es el cuidado y el respeto de los enfermos atendiendo a su concepción como personas". Así lo afirmó en la Universidad de Navarra (Pamplona, España) Sylvester Sterioff, vicepresidente de la Clínica Mayo (EE. UU.), que participó en la conferencia internacional "Retos de la atención sanitaria en el siglo XXI", organizada por la Clínica Universitaria y la Escuela de Enfermería el pasado 31 de mayo.
Sterioff añadió que en su institución todo gira en torno al paciente. "Es nuestro punto de partida y de llegada. Siempre hemos tenido muy claro que, por encima de los beneficios, estaba su bienestar y eso nos ha permitido estar en el origen de los cambios", aseguró.
También participaron otros expertos como James J. Mongan, presidente del Massachusetts General Hospital de Harvard; Edward D. Miller, presidente del hospital Johns Hopkins (EE. UU.); Jordi Cervós, ex rector de la Universidad Libre de Berlín; y Alejandro Llano, catedrático de Metafísica de la Universidad de Navarra.
El doctor Miller explicó que una de las claves por las que su clínica está considerada como una de las mejores del mundo radica en que han sabido conjugar el esfuerzo de valiosos profesionales, la investigación rigurosa y la educación: "Hemos contado con profesionales pioneros, innovadores, con visión de futuro pero, sobre todo, siempre hemos comprendido que en el fondo de nuestra tarea se encuentra la persona. Por eso, los avances tecnológicos no han deshumanizado la medicina que practicamos: nos han permitido ser todavía más conscientes de la necesidad de volcarnos en el enfermo".
El representante del Massachusetts General Hospital de Harvard, James J. Mongan, aclaró que hay que ser cuidadosos con respecto a muchos avances médicos de la actualidad. "Muchos investigadores han lanzado las campanas al vuelo antes de tiempo. Es cierto que la investigación genética nos permitirá una medicina individual, más personalizada, pero no podemos dejar a un lado las cuestiones éticas. El potencial de hacer daño es tan grande como el de hacer bien", precisó.
Refiriéndose a las células madre, Edward D. Miller se mostró a favor de que no se realicen experimentos a la ligera. "Algunas de las personas que trabajan en esta área han prometido demasiado. Los trabajos se llevan a cabo rápidamente y muchos de los problemas se despejarían si se emplearan sólo las células de los propios pacientes".
En cuanto a la clonación, Sylvester Sterioff expuso un punto de vista muy tajante. "Tenemos que encontrar medios alternativos para sanar a las personas, que no vayan en contra de las cuestiones éticas y religiosas. Es una realidad palpable que está ahí y que no podemos esquivar", señaló.
Los tres ponentes resaltaron los campos en los que sus instituciones están haciendo hincapié a la hora de realizar investigaciones. "Sin lugar a dudas, la genética, la bioingeniería y la neurociencia son las áreas en las que más trabajo tenemos por delante", concluyó James J. Mongan.
Ante el misterio del dolor
Médicos y enfermeras tienen que enfrentarse a diario con el misterio del dolor, "un proceso insustituible que incide sobre la identidad de la esencia del ser humano", dijo Jordi Cervós, ex vicepresidente de la Universidad Libre de Berlín, quien habló en el congreso sobre 'La santificación del trabajo ordinario para los profesionales de la salud'.
Ante la amenaza de la rutina, de la amargura de algunos pacientes, de sus quejas y exigencias, y hasta de la sombra de un proceso judicial, el médico debe tratar al enfermo desde su dimensión personal, de totalidad, no sólo como un conjunto de células deterioradas.
Tomando como base las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá, Cervós invitó a entender ese dolor desde el mensaje cristiano: "El dolor físico -decía el fundador del Opus Dei-, cuando se puede quitar se quita. ¡Bastantes sufrimientos hay en la vida! Y cuando no se puede quitar se ofrece [a Dios]". En este sentido, el dolor ayuda a redimensionarse, es más una llaga del alma antes aún que del cuerpo, y se aligera con la compañía y el amor".
El ex-presidente de la Universidad Libre de Berlín explicó que el dolor, aun siendo en sí mismo malo, puede ser señal del amor de Dios y convertirse en motivo de expiación. "Los enfermos son por eso predilectos de Dios, y su oración de aceptación y unión con Dios se hace vida y resurrección".