El cardenal Gagnon habla de la Sociedad Sacerdotal

Conferencia del Card. Edouard Gagnon pronunciada el 16 de julio de 1993, durante el 45 Curso de verano del Colegio Mayor La Estila (Santiago de Compostela, España).

La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz

Reflexiones en torno al 50 aniversario
Edouard Cardenal Gagnon

¡Queridos hermanos sacerdotes en Jesucristo Nuestro Señor!

Es para mí un motivo grande de alegría haber llegado a Compostela, como peregrino, para ganar el jubileo del Año Santo. Durante años, he ansiado venir a postrarme ante el Apóstol, en señal de gratitud a Dios, por haberme hecho cristiano, sacerdote de Jesucristo, y constituido sucesor de los Apóstoles. Al recorrer las calles de esta ciudad, y al ver a los peregrinos, hermanos míos en la fe, de tan diversa procedencia y edad, no he podido menos de rememorar la fe recibida de mis antepasados. Por eso, quiero expresar mi gratitud a todos los que --de un modo o de otro- han tomado parte en este prodigio maravilloso de la transmisión de la fe, y que, en mi caso, se hizo vida a través de mis padres y abuelos y tantos otros. "¡Bendito sea el Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación!" (2 Cor 2, 2-4).

Este peregrinar mío hace hoy un alto en el camino. Se materializa en estar reunido con vosotros, hermanos sacerdotes, en esta obra corporativa del Opus Dei, el Colegio Mayor La Estila. Me habéis invitado a que os hable de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, cuyo 50 aniversario se celebra en este Año Santo 1993.

Gratitud por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz

En primer lugar, debemos elevar nuestro corazón a Dios por haber concedido a la Iglesia, este camino de santidad para los sacerdotes que es la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que tan directamente redunda en servicio de todos los fieles. Gratias tibi, Deus, gratias tibi!

No soy el más indicado para tratar de esta realidad eclesial. Son ustedes los que me podrían hablar, con ciencia y experiencia, de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Lo hago, sin embargo, con gusto, aunque no sea más que para transmitir algo de la luz adquirida con el paso de los años, a través del trato con sacerdotes diocesanos, como profesor y formador en diversos Seminarios.

Mis títulos, para exponer el tema que nos ocupa, son en gran medida semejantes a los que ustedes poseen: conozco la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a través de algunos de sus sacerdotes que dedican parte de su tiempo a la formación de sacerdotes, por la asistencia a medios de formación, especialmente a retiros espirituales organizados en Roma por el CRlS (Centro Romano di lncontri Sacerdotali, dirigido por sacerdotes del Opus Dei), por la lectura y meditación de los escritos del Beato Josemaría y, sobre todo, por el estudio -como Cardenal Ponente- de la Causa de Beatificación del Bienaventurado Josemaría.

Las Asociaciones de clérigos en la Iglesia

Para hablar de este tema, tengo además una particular atalaya: mi pertenencia a la Compañía de sacerdotes de San Sulpicio. Esta Sociedad de Vida Apostólica, está formada por sacerdotes seculares, que al formar parte de la Sociedad, pasan a depender del Superior General, permaneciendo sin embargo incardinados en la diócesis de origen, aunque el Obispo no ejerce ninguna autoridad sobre los miembros de la Sociedad. Es el Superior quien señala el trabajo, la residencia, etc., siempre en la línea de dedicación preferente a la formación y dirección de Seminarios para el clero secular.

Hay Sociedades que, después de haber conservado al principio la incardinación a la diócesis, han cambiado luego y, en sus estructuras, se asemejan a las Congregaciones religiosas.

En la vida de la Iglesia, han surgido también otras Sociedades y Asociaciones en las que, manteniendo los socios la plena dependencia del Obispo, los sacerdotes reciben una ayuda de tipo espiritual, doctrinal, etc., para llevar a cabo determinadas prácticas de espiritualidad con un determinado estilo de vida, p. ej., la Unión Apostólica, que tanto vigor ha tenido tiempo atrás.

En alguno de estos tres grupos pueden encuadrarse los tradicionales modos de asociación de clérigos.

La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz

Sin embargo, en ninguna de ellas encuentra su lugar adecuado la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, pues se trata de un fenómeno nuevo, con características muy definidas. La nota diferenciadora con relación a las asociaciones en las que en nada cambia la dependencia y la relación con el Obispo es que, para formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, se requiere vocación especial.

Para entender en profundidad el ser y el sentido de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, es indispensable comprender la realidad del Opus Dei en la Iglesia. El Opus Dei -por querer divino- tiene como misión recordar a todos fieles el deber de buscar la santidad en la vida ordinaria. Este es su principal y genuino mensaje. En este sentido, el Opus Dei es fermento en la Iglesia, utilizando los recursos y las virtualidades que la misma Iglesia contiene, sin nada externo añadido.

Si el Opus Dei tiene esa finalidad, los sacerdotes no podían quedar ajenos a esa misma meta de santidad. Pero hay más. Para que todos los laicos aspiren a la santidad, se requiere que haya sacerdotes que estén movidos por los mismos ideales. Nadie da lo que no tiene.

Durante el Concilio Vaticano II, en el trato que tuve con los auditores seglares, he comprobado que los que hacían un verdadero trabajo de evangelización necesitaban ser ayudados por sacerdotes. En este sentido, el sacerdote resultaba indispensable para su apostolado. Esto es lo que el Beato Josemaría -bastantes años antes- vio con claridad, y que concretó en que hubiese sacerdotes que difundieran la santidad, para todos los cristianos, y que los seglares actuasen al unísono con los sacerdotes. Los laicos necesitan de los sacerdotes para confesarse, para recibir los sacramentos. Sin estos auxilios sacerdotales, es casi imposible llegar a la santidad, tarea y fin de todos los cristianos.

Inicialmente, el Opus Dei centró su apostolado en los laicos. Sin embargo, pronto el Fundador del Opus Dei hizo partícipe a los sacerdotes de esta llamada divina, con medios adecuados para llevarla a la práctica. Durante la celebración de la Santa Misa, el 14 de febrero de 1943, nació la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. En 1950 esa posibilidad de santificarse en el ejercicio del ministerio se abrió en el Opus Dei a los sacerdotes diocesanos, que sin cambiar para nada su condición se disponen, por don de Dios, a recorrer el camino de la santidad, en y desde su trabajo profesional, es decir, en el ejercicio del ministerio sacerdotal. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en 1950, acoge como socios a sacerdotes incardinados en las diversas diócesis, sin variar la condición que tenían con respecto a su Ordinario.

El Magisterio Pontificio y las Asociaciones Sacerdotales

Cuando se celebraba el Concilio Vaticano II, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era ya una realidad viva y ampliamente extendida por el mundo. En este sentido, el Beato Josemaría ha sido uno de los que en el campo teológico y pastoral ha preparado mejor el contenido del Concilio. Se entiende bien el motivo por el que el Concilio Vaticano II, el Código de Derecho Canónico y la Exh. Ap. Pastores dabo vobis recomendaron tan vivamente las Asociaciones Sacerdotales.

El Concilio y los documentos pontificios posteriores sobre la vida sacerdotal han insistido en la necesidad que tenemos todos los sacerdotes de no ir en solitario por la vida, y en la conveniencia de ser sostenidos por Asociaciones, que fomenten la fraternidad sacerdotal y el estudio, para resolver adecuadamente los problemas pastorales y espirituales, con la garantía de que ese trabajo se haga no desde la subjetividad, sino desde la orientación de la Iglesia. Como dicen los ingleses, nadie es una isla. Un sacerdote solo, que se cierra sobre sí mismo, no puede desarrollar su personalidad desde su juventud hasta el fin de su vida.

Una de las cosas más tristes en las ciudades inmensas es que haya tantos ancianos viviendo solos, abandonados por todos. En parte, esto se debe a no haberse creado, durante la juventud y la madurez, una red de relaciones humanas y sobrenaturales. Lo que de verdad vale es la persona humana, y no podemos abandonar exclusivamente su cuidado al Estado o a entes jurídicos, sino a las asociaciones voluntarias, las más concordes al modo de ser de cada uno, de forma que se puedan ejercitar las aspiraciones propias. Si esto vale para todos los hombres, con mucha más razón para los sacerdotes.

Razones para asociarse

Es evidente que el sacerdote está, no digo condenado, sino destinado a moverse, con frecuencia, en un mundo que no le entiende, que no le sostiene, en el que la soledad no está lejana; y por otra parte, su ministerio reclama cierto distanciamiento del mundo para no ser mundano. Son estas algunas de las razones para valorar la necesidad de estar asociados. El sacerdote tiene necesidad psicológica y humana de ser sostenido por una red de personas con las que comparta ideas, afanes nobles, el sentido de la misión ministerial, los sufrimientos, que tanto unen. En este sentido, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz viene a poner remedio a todas estas necesidades. Pero junto a todas esas razones, conviene no olvidar que hay una verdaderamente importante: la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz dice relación a una vocación divina. Yo creo que es el Espíritu Santo el que ha inspirado al Beato Josemaría fundar la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el Presbiterio diocesano

Quisiera destacar también un rasgo de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que me parece muy importante para la unidad del presbiterio diocesano. Es conocido que los sacerdotes seculares diocesanos que se asocian a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz siguen siendo enteramente como los demás miembros de ese presbiterio. Su relación con el Obispo y con el presbiterio nada cambia. Sin embargo, sí se opera un cambio interior, y es que el socio de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz está comprometido a buscar la santidad en el ejercicio de su ministerio. Desde este punto de vista, se produce un fenómeno de un extraordinario alcance y que, sin embargo, se podría calificar de "sencillamente normal". El espíritu del Opus Dei -a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz- se hace presente en la vida de los presbíteros de una diócesis, y les aviva y enciende con la llamada a santificarse en el ejercicio del ministerio en gustosa disponibilidad para las necesidades de la diócesis. Es la presencia de un fermento, que por ley de vida tiende a difundirse, a expandirse, a mejorar -por gracia de Dios- todo el conjunto. En este sentido, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz es un bien muy grande para las diócesis y para la Iglesia Universal; regenera la verdadera vida que lleva a la configuración con Cristo. En otras palabras, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz es un instrumento de comunión en la Iglesia Particular y en la Iglesia Universal, como se señala en una reciente Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los obispos.

Sacerdotes plenamente diocesanos

Se da, además, un fenómeno de especial alcance. Se trata de sacerdotes de la propia diócesis, con su formación, mentalidad, idiosincrasia, que respondiendo afirmativamente a la llamada a la santidad, hacen de fermento en toda la diócesis. Es cierto que, a veces, en algún lugar, esta decisión personal de entrega a Dios, siendo un sacerdote diocesano más, pudo molestar a alguno, quizá porque de ese modo no se apuntaban a un rumbo que, como la experiencia ha demostrado, no iba por las sendas trazadas por la Iglesia.

No hay por qué juzgar a quienes -en determinados momentos históricos- han considerado sobre todo el aspecto humano y funcional del sacerdocio. La misma vida se ha encargado de demostrar que el sacerdote, como repetía el Beato Josemaría, debe ser antes que nada sacerdote, sacerdote cien por cien.

Unidad y pluralidad

Hoy estamos acostumbrados a oír hablar de la unidad de Europa, sobre todo en los discursos oficiales. En este sentido se elaboran las leyes y se protegen ideales, valores morales, etc. Pero ese proceso de unión se ve perturbado por los nacionalismos más apasionados. En la Iglesia no ocurre eso, precisamente porque se acepta la diversidad en la unidad. Ocurre esto también en la vida del sacerdote católico, promotor de la recta dinámica universalidad-singularidad. La fuente de esa dinámica se encuentra en la Eucaristía: la Misa como centro de la vida del sacerdote, que lleva a confiar en el poder de la gracia. Cristo se nos ha dado como la luz del mundo, como rezaba el lema del Último Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla. El sacerdote debe tener mucha fe en el poder de la gracia; en la renovación del Sacrificio Eucarístico el sacerdote puede hablar con Dios, y así su vida va cambiando de una forma transformante. El amor en la celebración de la Misa denota un gran amor a la Iglesia, a Cristo. Mucho depende del amor del sacerdote.

Amor al sacerdocio: alma sacerdotal y mentalidad laical

En la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se infunde un gran amor al sacerdocio y, al mismo tiempo, un gran respeto a la actividad de los laicos.

En los últimos años, ha surgido una admiración quizá un tanto exagerada por el "laicado", así, en abstracto. Y se ha dado el fenómeno de que algunos "laicos" (que en ocasiones adoptan actitudes más propias de un clérigo que de un laico) han promovido movimientos contestarios, con posiciones radicales, en lucha dialéctica con los clérigos, como si se tratase de conseguir reivindicaciones excluyentes. El espíritu del Fundador del Opus Dei aporta una luz clara y nítida, sin estridencia, sobre la relación entre sacerdotes y laicos. La colaboración mutua indica cuál ha de ser la actitud de unos y otros, junto al respeto recíproco. El Señor dio al Beato Josemaría una gran sensibilidad para buscar soluciones a los problemas. El problema emergente de un laicado que toma conciencia de lo que es, en oposición al clero, el Beato Josemaría lo soluciona con su predicación incesante de que todos hemos de tener alma sacerdotal y mentalidad laical. Es una solución al problema por elevación, desde una profunda visión universal, católica. Por eso, los sacerdotes que pertenecen a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz son abiertos.

La universalidad, dimensión eclesial

Otra de las características de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz viene del hecho del carácter universal del Opus Dei. De ese modo, por formar parte del Opus Dei, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, ayuda al sacerdote para que sus horizontes no se cierren en el ámbito de la parroquia, limitándose a sus cosas. El "pueblerinismo", como opuesto a "universalismo" ha sido un gran obstáculo para el ministerio sacerdotal y ha dado lugar a rivalidades entre parroquias, diócesis, congregaciones, cabildos y comunidades. En este sentido, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz puede contribuir a abrir la mente de las personas y su corazón a las necesidades de los demás: los sacerdotes que trabajan en el mismo ambiente, que se reúnen periódicamente, que se saben miembros de una Iglesia particular y, al mismo tiempo, miembros de la Iglesia universal.

El Sacerdote y el Seminario

Los socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz aman profundamente la Iglesia universal y particular. Por eso, como los buenos sacerdotes, se desviven por buscar quienes les sustituyan en el ejercicio del ministerio, a través de la promoción de candidatos al Seminario, y se dedican con empeño a las tareas de formación y de dirección espiritual. Son conscientes de que se requiere un talante sobrenatural para formar los candidatos al sacerdocio con el fin de que se orienten a un sacerdocio no para ellos mismos, sino para Dios y los demás. En este sentido gustosamente se sacrifican para ayudar a todos, recibiendo el consuelo de que -muy frecuentemente- quienes más amor muestran al Seminario son precisamente aquellos que más dificultades han tenido para encajar en él.

Hasta aquí he reflejado, en voz alta, algunas de las consideraciones con las que he querido unirme a la celebración de este 50 Aniversario de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. En mi oración está siempre presente la santidad de los sacerdotes, y de modo muy especial el apostolado que con sacerdotes realizan los socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Esta Asociación es verdaderamente Opus Dei, no sólo por estarle inseparablemente unida, sino porque su trabajo, en palabras del Beato Josemaría no tiene otro sentido que el de servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida.

Agradecimiento y peticiones

Demos gracias a Dios por estos años recorridos, y pidámosle en unión de intenciones y afectos con el Prelado del Opus Dei y Presidente General de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, por los abundantes frutos que Dios quiera derramar en su Iglesia a través del apostolado de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

Santiago de Compostela, 16.VII.93