El “apóstol de la alegría”

Fabio, un cooperador del Opus Dei en Italia, murió a causa de un tumor cancerígeno. Un amigo suyo cuenta la historia de su vida, marcada por la alegría y una entrega generosa.

¿Cómo deberían reaccionar los matrimonios jóvenes cuando quieren tener hijos, y no pueden?, ¿cómo se puede mantener la alegría, enfrentando una enfermedad terminal? Giampietro, un amigo de Fabio, quiso escribir el testimonio de la vida de su amigo, que se presenta a continuación.

En la vida conocemos mucha gente diferente. Pero sólo unos cuantos entran profundamente en nuestro corazón, y permanecen ahí.

Fabio era una de estas personas. Lo conocí durante un retiro espiritual en mayo del 2017, inmediatamente me impresionó por su sonrisa sincera. Poco a poco, descubrí la historia de su vida.

Era cooperador del Opus Dei y director de una compañía consultora, había dejado la empresa para dedicarse a trabajar por su cuenta. Hacía algunos años, él y su esposa Tatiana, se hicieron cargo de un hogar para niños y niñas con problemas serios de todo tipo, el cual les fue encargado por la corte judicial.

Fabio y su esposa les brindaron todo su cariño y cuidado a estos jóvenes. Los trataron como a los hijos que Dios no les había dado y establecieron relaciones duraderas con ellos. Incluso, alguna vez Fabio me dijo que se había convertido en “abuelo”, gracias al hijo que acababa de tener uno de estos jóvenes, a quien seguía teniendo un paternal afecto a pesar de que ya era un adulto casado.

El juez de la corte también sugirió que la pareja adoptara a dos de los niños que cuidaban, a lo que Fabio y Tatiana accedieron con gran alegría.

Pero en 2016 apareció el cáncer: agresivo e imparable.

Fabio luchó con todas sus fuerzas y coraje, con un gran deseo de vivir. Se sometió a gran cantidad de tratamientos experimentales, pero nunca perdió su sonrisa y aceptaba la voluntad de Dios con serenidad.

Nunca olvidaré nuestras largas conversaciones durante sus múltiples estancias en el hospital del Campus Bio-Médico en Roma, en donde su contagiosa sonrisa tenía un gran efecto en los doctores, enfermeras y demás pacientes. Le dije en broma que, si pedía la admisión al Opus Dei desde la cama del hospital, sólo podría realizarse a través de un e-mail, aunque fuera la primera vez que ocurría.

Exactamente un año después de que nos reunimos, durante un retiro espiritual al que él no pudo asistir, recibí la noticia de que el Señor lo había llamado a su presencia.

Fabio era bien conocido en su parroquia, en donde realizaba trabajo voluntario y daba clases de catecismo, demostrando un interés especial por las parejas de jóvenes comprometidos. Su esposa Tatiana recuerda que Fabio era conocido en su parroquia como el “apóstol de la alegría”, y que todos estaban conmovidos porque mantenía una actitud optimista a pesar de todo su sufrimiento.

Unos días después de su muerte, la esposa de Fabio encontró un mensaje en un libro, que dejó su esposo antes de morir:

Queridos amigos, he muerto. A todos aquellos a quienes he amado intensamente, les aseguro que seguiré amándolos desde allá arriba. A todos los demás, les ofrezco una disculpa por perder la maravillosa oportunidad de amarlos, pero lo haré ahora, desde mi nueva vida. Nacemos, pero no moriremos. Fabio.