María Montserrat Grases García —Montse— nació en Barcelona, el 10 de julio de 1941. Fue la segunda de los nueve hijos de Manuel Grases y Manolita García. Después de cursar el bachillerato, que alternó con los estudios de piano, ingresó en la Escuela Profesional para la Mujer de la Diputación de Barcelona.
Le gustaban los deportes, la música, las danzas populares de su tierra —como las sardanas— y también disfrutaba actuando en obras de teatro. Tenía muchos amigos. Sus padres le enseñaron a tratar a Dios con confianza. En el hogar de los Grases, asimiló algunos de los rasgos distintivos de su carácter: la alegría, la sencillez, el olvido de sí y la preocupación por el bien material y espiritual de los demás. Con unas cuantas compañeras de su escuela, visitaba zonas pobres de la ciudad de Barcelona y daba catequesis a niños, a los que en ocasiones llevaba juguetes o caramelos. Tenía un temperamento vivaz, espontáneo, y sus reacciones a veces eran un poco bruscas, aunque sus familiares y profesores recuerdan que luchaba por dominarse y ser amable y jovial con todos.
En 1954 conoció el Opus Dei, institución de la Iglesia Católica, fundada en 1928 por san Josemaría Escrivá de Balaguer, para recordar que todos los cristianos están llamados a ser santos en su ambiente familiar y laboral. Sus padres formaban parte de la Obra desde hacía algunos años y la ayudaron a consolidar su vida espiritual y a luchar por vivir mejor las virtudes cristianas; Manolita animó a su hija Montse a frecuentar un centro del Opus Dei, Llar, que ofrecía formación cristiana y humana a chicas jóvenes.
Poco a poco, se dio cuenta de que Dios la llamaba a este camino de la Iglesia y, el 24 de diciembre de 1957 —tras meditar, orar y pedir consejo—, solicitó ser admitida en el Opus Dei. A partir de entonces, se esforzó con mayor decisión y constancia para buscar la santidad en su vida cotidiana; en su lucha ascética puso en primer plano la contemplación de la vida de Jesús, la piedad eucarística, la devoción a la Virgen, una profunda humildad y el empeño por servir a los demás. También los partidos de baloncesto o de tenis eran para ella una ocasión de dedicarse al prójimo. Montse se esforzó por descubrir la voluntad divina en el cumplimiento de sus deberes y en el cuidado, por amor, de los pequeños detalles, y logró transmitir a muchos de sus parientes y amigos la paz que da vivir cerca de Dios.
En diciembre de 1957 empezó a sentir molestias en la pierna izquierda. Seis meses más tarde se descubrió que la causa era un cáncer (sarcoma de Ewing) en el fémur. Esta enfermedad le ocasionó dolores muy intensos, que aceptó con serenidad y con fortaleza. Mientras estuvo enferma, manifestó siempre una alegría contagiosa y una capacidad de hacer amigos que tenía origen en su amor por las almas. Acercó a Dios a muchas de sus amigas y compañeras de clase que iban a visitarla. Encontró a Jesús y a la Virgen en el dolor. Los que estuvieron cerca de ella fueron testigos de su progresiva unión con Dios y del modo en que Montse transformaba el sufrimiento en oración y en apostolado: en santidad. Una de sus amigas afirma que, cuando la veía rezar, palpaba su proximidad con Cristo.
Murió el 26 de marzo de 1959, Jueves Santo, poco antes de cumplir los 18 años. Fue sepultada en el cementerio del Sudoeste de Barcelona. Numerosas personas manifestaron que su vida había sido heroica y ejemplar. Desde entonces, esta fama de santidad ha ido aumentando progresivamente, no solo en España sino en los cinco continentes.
Desde 1994 los restos de Montse Grases descansan en la cripta del Oratorio de Santa María de Bonaigua, calle Jiménez i Iglesias, n. 1, 08034, Barcelona (España). Muchas personas acuden allí a pedir la ayuda y la intercesión de Montse. También son muy abundantes los favores y gracias atribuidos a su intercesión: muchos provienen de personas jóvenes que solicitan ayuda a Montse en sus necesidades.
Biografía juvenil: Montse Grases. Una chica valiente (PDF)
Otros folletos y libros sobre Montse Grases.
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