Opus Dei

Aunque parezca que domine el odio, el Señor no permite que falte nunca el testimonio luminoso de su amor. A María, «fuente viva de esperanza», le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su Hijo.

La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza (2006).

Mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene. (2006).

Es preciso ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo (2006).

De ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades de su corazón. (2006).

Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor. (2007)

Sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. (2007)

La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. (2007).

La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la cruz consuma el sacrificio de su vida por toda la humanidad (2007).

Que María, Madre y Esclava fiel del Señor, ayude a los creyentes a proseguir la “batalla espiritual” de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna (2008).