La invitación desde el año 2024 decía a jóvenes de todo el mundo “Podrás ofrecer tu disponibilidad para una o más semanas y para eventos jubilares específicos, viviendo experiencias únicas ayudando a quienes necesitan asistencia e información a lo largo de los recorridos de peregrinación que conducen a las Puertas Santas de las cuatro Basílicas Pontificias en Roma.” Con ese compromiso varias chicas se plantearon querer ser testigos del año jubilar y además ser ayuda para tantos miles de peregrinos.

Fue así como entre el 28 de julio y el 3 de agosto de 2025, en el marco del Jubileo de los Jóvenes en Roma, un grupo de 15 jóvenes colombianas, vivieron este evento como voluntarias, que fue también una experiencia de peregrinaje. Como les recordó un sacerdote durante este proceso, el Jubileo es, ante todo, un encuentro con Alguien: con Jesús, presente en cada parte del camino. Y, como en todo peregrinaje o carrera, se prepararon, recorrieron el camino, y volvieron a casa con el corazón lleno.

Preparando motores
¿Y qué hace un voluntario? Era la pregunta más importante para poder preparar bien el viaje. La respuesta venía desde la organización de la Santa Sede para el evento “El Voluntario que elige prestar su servicio para el Jubileo de 2025 se compromete con el éxito del evento, pero aún más debe ser testigo de lo que representa el Año Santo. El Voluntario ofrece su propio servicio libre y gratuito, sin fines de lucro. Se compromete a realizar las tareas que le sean asignadas por la Secretaría Organizativa del Jubileo con base en las necesidades logístico-operativas del programa jubilar.”

Estando el objetivo definido y la disposición plena para unirse y ayudar, desde casi un año antes del evento, empezaron a prepararse con ilusión para servir en el Jubileo de la Esperanza. Fue un tiempo de incertidumbre – muchas sin saber si tendrían los medios económicos para viajar, si serían aceptadas como voluntarias, ni cómo sería su servicio. Aun así, todas con una Esperanza común: dejar las dudas para responder a esta invitación de encuentro con Jesús.

Durante este tiempo se entrenaron para el peregrinaje: recibieron formación grupal sobre la fe, el sentido del Jubileo y la Esperanza. Lo que aprendieron les movió a viajar a Villavicencio para encontrar a otras jóvenes y compartir con ellas lo aprendido, y hablarles de la misericordia y la Esperanza. Tuvieron la fortuna de ver cómo muchas de ellas se reencontraban en la fe, con ese Alguien que nos espera en el camino.

De manera personal, cada una iba preparando su equipaje interior, llenándolo con sus anhelos más profundos, con sus necesidades e ilusiones – sobre todo, la sed de Esperanza.
El camino
Cuando llegó el gran momento, se entregaron de corazón, para ayudar en que los casi dos millones de peregrinos que asistieron al Jubileo de los Jóvenes tuvieran una experiencia inolvidable junto al Papa y la Iglesia. Cada una sirvió donde y cuando se le necesitaba – ya fuera cerca a las Puertas Santas guiando a los peregrinos, o en el lugar de alojamiento lejos de los templos. Siempre con la certeza de que servían a quienes buscaban encontrarse con Cristo, con el Papa, su vicario en la tierra, y con la gran familia de la Iglesia.

Además de los momentos de servicio, tuvieron tiempo para encontrarse, de manera muy personal con Jesús: en los Sacramentos, las homilías y eventos. Lo encontraron en medio de la alegría y vitalidad de los jóvenes de tan diversos orígenes, que cantaban y bailaban rebosando de alegría. Lo encontraron en el silencio y en la oración. Y alegres por la presencia de Dios, dijeron, con el Papa en cada paso, “quédate con nosotros, Señor”.

Fueron días intensos, de cansancio, pero, sobre todo, de alegría fruto de la entrega.
El regreso
En un ambiente vivo y tumultuoso, busca momentos de silencio interior. Dios tiene algo que decirte también en medio del ruido.
“Después de más de una semana en Roma, regresamos a Colombia. Cada una habiendo vivido un encuentro personal, pero con la sensación común de tener más fuerza – Gracia – para la vida cotidiana. Cada una viviendo en su situación personal la esperanza – que no defrauda – fruto del amor extremo de Dios hacia nosotras” comentó Ma. Victoria.


