Fueron esas cosas del destino –o de Dios, podríamos decir– lo que hizo al Cardenal Oviedo juntar a Francisca y a Gabriela en un proyecto en común. Si bien no se conocían, el Arzobispo las invitó a trabajar en equipo con la convicción de que ambas podrían hacer algo para las familias.
Francisca, dueña de casa –en ese entonces esperaba su séptimo hijo (hoy tiene once)–, había participado en actividades para su parroquia y, de vez en cuando, escribía textos de doctrina católica, mientras que Gabriela –con ocho hijos–, profesora de religión, tenía ya a su haber tres exitosos libros infantiles.
Al principio, cuentan las protagonistas, la tarea no fue fácil. Monseñor Oviedo les pidió que escribieran algo pensando en los novios y su preparación para el sacramento del matrimonio, pero ese proyecto resultó poco atractivo: "Ahí empezamos a hincarle el diente al Catecismo y decidimos trabajar con ese mismo esquema, pero explicado por nosotras, ya que nos dimos cuenta de que su estructura era espectacular y muy bien pensada, pero a lo mejor por su tamaño la gente no se da el tiempo para leerlo", explica Francisca.
"Diez años nos demoramos en escribir los cuatro tomos que forman Camino, Verdad y Vida. Y en ese tiempo ocurrieron muchas cosas: falleció el Cardenal, nacieron más hijos y tuvimos que salir adelante solas con este proyecto", comenta Gabriela. "Con las familias extensas que teníamos, el tiempo no nos alcanzaba para nada, pero logramos sacar adelante el proyecto con mucha oración y un trabajo dedicado. El fruto, una catequesis para las familias escrito de manera muy didáctica".

Todo el libro está ordenado según el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992. La novedad estuvo –señalan las autoras– en que a la Virgen María le dieron un capítulo completo y lo mismo sucedió con el Espíritu Santo.
Cuando ya estaba casi listo el texto, pidieron asesoría teológica a algunos sacerdotes para que lo revisaran.
En sus planes a futuro las autoras quieren editar más libros y, aunque ya han vendido en Perú, México, Argentina, Colombia y Alemania, destacan que éste es un apostolado sin fines de lucro, en que las principales beneficiadas son ellas mismas y sus familias.