"Soy feliz porque estoy donde Dios quiere que esté"

Entrevista a Diana Porras, numeraria del Opus Dei desde 2004, está finalizando sus estudios de Medicina en la Universidad Militar Nueva Granada. Aficionada a la música.

¿Cómo es su vida en el Opus Dei?

R/ Yo diría que muy común y corriente. Es como la de cualquier persona. Soy estudiante de medicina; entonces, mi vida está llena de estudio, turnos, pacientes, altibajos y alegrías, como en todo. pero mi vida en el Opus Dei hace que todo eso no se quede atrás de tierra, es decir, sólo en esos detalles, sino que me permite, precisamente en esos detalles, alegrías, contrariedades, buscar a Dios y tener una relación personal con Él.

Por otro lado, también respondería a esta pregunta diciendo que es muy personal y familiar. Es decir, mi vida en el Opus Dei es mi vida en una familia; todos en la obra somos una gran familia, en serio, una enorme familia, que se extiende a lo largo de todo el mundo. No somos desconocidos, que convivamos y nos toleremos, sino que nos queremos con lazos más fuertes incluso que los de sangre, nos queremos con las cosas buenas y malas de cada uno y luchamos por ser un poquito mejores cada día.

¿Cómo cambió su vida desde que pertenece a la Prelatura?

R/ Pues en esencia soy igual, pero yo diría que ahora todas mis cosas: mis ambiciones profesionales, mis gustos, mis hobbies, incluso las cosas que no me gustan, mis defectos, tienen otro sentido, son materia de diálogo, amistad con Dios. En la Obra he aprendido que son las cosas pequeñas las que enriquecen la vida diaria y que de cosas pequeñas dependen grandes cosas. Aunque las demás personas no se den cuenta de varios detalles pequeños, Dios sí los ve y le agradan: una sonrisa a alguien que no me cae tan bien, orden en mi cuarto, incluso debajo de la cama, levantarme a tiempo, etc.

¿Cómo combina su trabajo y sus demás ocupaciones con su entrega en el Opus Dei?

R/ Es cuestión de orden, jerarquizar las cosas. primero está Dios. pero a la vez, en la Obra, nuestro plan de vida: las normas de piedad y amor a Dios que realizamos se ajustan como un guante de látex a la mano. Es decir, que a lo largo del día, sin atropellar mis responsabilidades laborales o familiares tengo encuentros personales con Dios: un rato de oración antes de comenzar la jornada, otro rato en la tarde, el rezo diario del Santo Rosario en una capilla o en un trayecto a pie, en el bus, en los pasillos del hospital en un turno, visitar a Jesús en el sagrario, en la casa y en los oratorios que se me atraviesen en el día, etc.

¿Es feliz? ¿Por qué?

R/ Por supuesto que soy feliz. Porque estoy donde Dios quiere que esté. He descubierto cómo realizarme como persona en este mundo, disfrutando todo lo que me encanta en compañía de Dios. He aprendido a ser mejor persona, y parte de la perfección humana es la felicidad.