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1. Introducción. El misterio pascual: el amor incondicional de Jesús.
2. Meditación I. La Última Cena.
3. Meditación II. Contemplar y vivir la Pasión del Señor.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción. El misterio pascual: el amor incondicional de Jesús
En este retiro, nos adentramos en el misterio pascual, el corazón del amor incondicional de Jesús por cada uno de nosotros. Al reflexionar sobre la Última Cena y la Pasión del Señor, redescubrimos cómo cada misa y cada momento de nuestra vida cotidiana pueden convertirse en una ofrenda de amor. Este encuentro nos invita a vivir con la alegría que nace de saber que somos amados profundamente, y a participar activamente en la redención que Cristo ha consumado por nosotros.
Siempre y en cualquier circunstancia, podemos y debemos estar contentos, porque así lo quiere el Señor: «Que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa». Esta alegría en el Señor es la alegría de la fe en su amor paterno: «La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y nos perdona. –Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas».
Y cuando se presenta, en modos diversos, una voluntad de Dios ante la que nos sentimos inadecuados e impotentes, podemos tener incluso «la seguridad de lo imposible», como san Josemaría al comienzo de la Obra, en momentos de total ausencia de medios y en un ambiente social profundamente contrario a la vida cristiana. Tenemos, podemos tener siempre, «una esperanza que no defrauda», no por una seguridad en nosotros mismos ni en nada de este mundo, sino «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5). En ocasiones, las dificultades de diverso tipo pueden hacernos pensar, por ejemplo, (…) que no vemos los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestra oración. Pero sabemos bien –y nos conviene actualizar con frecuencia esta convicción de fe– que nuestro trabajo no es vano en el Señor (cfr. 1Cor 15,58). Como también aseguraba nuestro Padre: «Nada se pierde».
Incluso en la cruz, en el momento de su más profundo sufrimiento y abandono, Jesús no fracasó. Su muerte, que a los ojos del mundo podría parecer el fracaso más absoluto, fue en realidad el triunfo definitivo del amor sobre el pecado y la muerte. Este misterio nos revela que, en Dios, lo que parece ser el fin es solo el comienzo de una nueva creación.
Carta del Prelado (10 marzo 2025) Alegría
Primera meditación
Opción 1: Meditación. La Última Cena.
Opción 2: San Juan Pablo II, Enc. Ecclesia de Eucharistía, nn. 54-60, En la escuela de María, mujer “eucarística”.
Segunda meditación
Opción 1: Meditación. Contemplar y vivir la Pasión del Señor.
Opción 2: La Pasión y Muerte en la Cruz.
Charla
Tras los pasos del Señor, homilía de san Josemaría, en Amigos de Dios
Lectura
El Papa Francisco explica el sentido del Triduo Pascual
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
Consiste en ponernos bajo su mirada amorosa que nos acompaña y protege. Invocamos al Espíritu Santo para entender cómo hacer nuestra vida más grata a Jesús.
1. «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros» (Mt 22, 19). ¿Le pido a Dios que me ayude a descubrirlo en la Eucaristía, a ser cada día más consciente de la gracia que significa recibir la comunión? ¿Cómo procuro transmitir a los que tengo alrededor el valor que tiene la santa Misa?
2. «Quien come este pan vivirá eternamente» (Jn 6, 58). ¿Pongo habitualmente mi vida en sus manos: alegrías, tristezas, dificultades, etc. sabiendo que él siempre me acompaña y así hace llevadero nuestro caminar hacia la vida eterna?
3. «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer» (Lc 22, 14). ¿Deseo entrar en la Iglesia cuando me es posible para visitar al Señor y hablar con él, adorarle, darle gracias?
4. ¿Procuro llevar mi día a la santa Misa como ofrenda para que el Señor la acepte, la bendiga y la una a su sacrificio? ¿Fomenta mi confianza saber que, de esta manera, mi vida es redentora, aunque no falten en ella oscuridades y dificultades objetivas?
5. «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). «Me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2, 20). ¿Qué significa para mí que Jesús haya dado su vida y hasta la última gota de su sangre?
6. Meditar en la vida del Señor, especialmente en el misterio de su cruz, ¿mueve mi corazón al dolor de amor por mis pecados y a la generosidad? ¿Comprendo que este tiempo de Jubileo invita a que este dolor se transforme en una fuente de alegría y salvación?
7. Ante las dificultades de la vida, ¿procuro pararme a pensar que Dios está siempre a mi lado y que nada de lo que me pasa, ni lo bueno ni lo malo, le es indiferente? ¿Me doy cuenta de la suerte que tengo de tener a Dios como padre y amigo y de que mi vida está en sus manos?
8. Cuando en la cruz el buen ladrón le pidió que se acordara de él en el Paraíso, Jesucristo no tardó nada en acogerle: «Y le respondió: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”» (Lc 23, 43). ¿Cómo me siento acogido por el Señor? ¿Sé acoger a todo el mundo en mi corazón, tal y como son, y me intereso por sus preocupaciones?
9. En la Bula del Jubileo el Papa nos ha recordado con ilusión que este año providencialmente los cristianos de Oriente y Occidente celebraremos la Pascua en la misma fecha. Recordando que Jesús en la Cruz rezó “para que todos sean uno”, ¿cómo puedo contribuir activamente a superar las diferencias y fomentar la reconciliación dentro de la comunidad cristiana?
Acto de contrición