La costa Caribe colombiana es para muchos sinónimo de descanso y vacaciones. Pero para los que participan en las actividades del Centro Cultural Hontanar ( www.hontanar.org ) es mucho más que eso, porque esta región del país es también una de las más pobres, y por lo tanto un constante llamado a la solidaridad con aquellos que tienen menos.
Por eso en Hontanar se organiza todos los años el Proyecto Social de Vacaciones (PSV), una convivencia de ocho días en Lomarena, Bolívar, en la que se realizan diversas labores sociales con el fin de ayudar a solventar un poco las necesidades de esta población, ubicada a sólo 50 minutos en carro de Cartagena.
Este año se programaron cuatro actividades centrales: alfabetización para niños de los primeros grados escolares, realización de censos para las personas que desearan recibir el Sacramento del Bautismo, aseo y pintura de la Parroquia del pueblo, y claro está -por estar en pleno auge el Mundial de fútbol- un campeonato para los niños de esta población.
La alfabetización es una de las actividades que más atención requiere por la gran cantidad de niños que asisten a las clases. Desde el primer día, a pesar de no estar en horario de colegio, los jóvenes esperan con ansias, cuaderno y lápiz en mano, a sus profesores. Las matemáticas y el español son las materias que más necesitan refuerzos. El inglés ha sido y sigue siendo la sensación. Y este año con mayor razón, pues quien dictó las clases fue Michael, un londinense que estuvo de paso por Colombia, y que se convirtió en el profesor “estrella”. Y, por supuesto, los juegos y las actividades lúdicas son esperados con ansias a la hora del recreo.
“ Lo más gratificante es ver cómo los niños reciben cada cosa que se les enseña con una sonrisa. Pueden haber estudiado un tema antes, y aún así escuchan las explicaciones con una atención tremenda. Todo lo que buscan es aprender y sentirse queridos ” afirma David Samudio, estudiante de administración de empresas de la Universidad de Los Andes.
El censo para bautismos marca una pauta importante en la vida de Lomarena durante esa semana. Son muchas las familias que desean que sus hijos reciban este Sacramento, pero ante las dificultades de diverso tipo –transporte a un municipio cercano para conseguir el registro civil, padrinos, invertir los pocos ahorros en organizar una pequeña fiesta, etc-, esta visita anual constituye una buena oportunidad para, de acuerdo con el Párroco, resolver todos esos “inconvenientes”. En los últimos cuatro años durante el PSV se han bautizado más de 250 niños.
Al ver las pocas casas que hay en Lomarena, es difícil imaginar la gran cantidad de gente que vive allí; es fundamental visitar a cada familia, para asegurarse de que todos se enteren de que habrá bautismos. La idea es que nadie que lo desee se quede sin recibir este Sacramento por desconocer que la ceremonia tendrá lugar. Este año los bautizos fueron el viernes y, una vez más, los pobladores se encargaron de sorprendernos: todos aparecieron con sus mejores vestidos, dispuestos de la mejor manera para tomar parte en tan importante evento. Luego, su profundo fervor y sus alegres cantos le dieron el toque final a una ceremonia inolvidable.
Para que los bautismos puedan tener lugar, es necesario que el sitio se encuentre en las condiciones más dignas posibles. La tercera actividad organizada es la pintura de la iglesia. Desde Bogotá llegan las brochas, los rodillos, la pintura, y por supuesto, los pintores. Un equipo de cuatro expertos comandados por Jairo Galindo, estudiante de Arquitectura de la Universidad Javeriana, acometen la importante tarea de dejar la iglesia como nueva. Pero en el pueblo su trabajo no pasa desapercibido, y son muchas las personas –especialmente jóvenes- que se unen alegremente a esta labor, agilizando mucho más el proceso, cuyo resultado es ya notorio pasados unos tres días de trabajo.
“ La tarea de dejar la iglesia bien dispuesta es de por sí satisfactoria, pero no hay nada como ver a esos muchachos felices de poder estar trabajando a nuestro lado. Al final te hacen sentir como uno de los suyos, y la sensación que te queda es que son ellos los que te están ayudando a ti ” dice Jairo alegremente.
La última actividad venía marcada por un precedente importante: el Mundial de fútbol. Era imposible pasar por alto la fiebre que de este deporte se respiraba en Lomarena, y quizá ese fue el factor determinante para que la actividad fuera todo un éxito. Se constituyeron ocho equipos. El ambiente no tenía nada que envidiarle al de los grandes torneos del mundo: una algarabía tremenda desde las improvisadas tribunas, un no menos improvisado árbitro que al final pudo salir avante, un director técnico por cada bando que puso todo de su parte para que los niños no sólo ganaran, sino que lo pasaran muy bien, y por supuesto, los respectivos actos protocolarios, incluido el himno nacional. Al final, como es lógico, el emocionante partido definitivo, que no podía definirse de otra forma que en la instancia del punto penalti.
“ Nosotros organizamos un torneo de fútbol, pero lo que vivimos allí, gracias a los niños, fue una verdadera fiesta ” indica Andrés Mayorquín, estudiante de Derecho de la Universidad de La Sabana, uno de los gestores de esta actividad.
Como se ve, y según comenta Juan Camilo Mojica, otro de los participantes de la actividad, “ el PSV es una actividad que lo tiene todo, porque te da la oportunidad de ayudar a las personas, pero en definitiva eres tú el que termina aprendiendo de ellas ”.
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