“¿Olguita, tú crees que Jesús se puede ofender si yo me dejo el pelo largo cuando me recuperé después de la quimioterapia?”, le preguntó su pequeño alumno que se preparaba para la Primera Comunión. La inquietud dejó a Olguita pensativa y le sirvió para reflexionar sobre lo que pueden impactar en la mente de un niño las enseñanzas de Jesús; en este caso, le sorprendió la delicadeza de alma de este niño que pensaba que algo aparentemente tan trivial, como dejarse el pelo largo puede tener efectos más profundos como ofender o no a Jesús.
A la pregunta, ¿cómo puedes aguantar tanto dolor sin quejarte?, este mismo niño contestó: “Jesús sufrió más”. Después de recibir la Primera Comunión, todos los domingos le pedía a su mamá que le pusiera su mejor vestido porque quería estar bien preparado por si le llevaban la Comunión a su casa. Dos años después, este niño falleció, “pero su recuerdo quedó para siempre”, relata ahora Olguita.

Para Olguita –así la llaman sus pacientes y sus pequeños alumnos- uno de los retos de la catequesis consiste en llevar el mensaje de Cristo a niños con dificultades relacionadas con el aprendizaje o con problemas de salud, o porque vienen de otros países y no comprenden el idioma, o porque simplemente en sus colegios no reciben clases de religión al tratarse de instituciones educativas no confesionales.

Además de su trabajo como fonoaudióloga, unos días en una clínica y otros días en su consultorio, dedica tiempo a su familia, sus amigas, al deporte y al hobby que más disfruta, que es elaborar “pesebres”, porque le gusta llenar su vida de colores. A través de su trabajo profesional, Olguita ayuda a mejorar la calidad de vida de las personas que tienen dificultad para comer, ya sea porque tienen problemas neurológicos, cáncer o una alteración sensorial.

Volviendo al tema de la catequesis, afirma que prefiere los grupos pequeños, entre 6 y 8, para poderles dedicar tiempo a estos niños ansiosos de Dios y dar toda la atención para resolver cada una de esos múltiples inquietudes. Cuenta que un día que estaban hablando sobre la Comunión de los santos y la vida eterna, una alumna de 9 años le preguntó: “Olguita, ¿cuál es el propósito de tu vida?”, pregunta que refleja el alcance de sus reflexiones…
Además de cartulinas, marcadores, guías diseñadas por ella, ayudas didácticas que utiliza a través de Internet y mucha imaginación, prepara las clases que no duran más de 40 minutos, un día a la semana. Más que una clase magistral, procura diseñar actividades interactivas que permitan comprender el significado de cada una de las partes del Credo, de los Mandamientos, los Sacramentos y otros temas, dice. El aprendizaje de memoria lo deja para que lo practiquen en casa con sus papás.

A propósito de los papás, explica que para ellos también hay dos actividades que se les ofrece en momentos diferentes. Les propone un día para repasar el tema de la Eucaristía y otro día para la Confesión, aprovechando esa ocasión para resolver inquietudes, aclarar dudas y animarlos a vivir más cerca de Dios. Ha tenido buena acogida; son receptivos y muy espontáneos.
Todo comenzó hace más de 30 años cuando Olguita conoció el Opus Dei en Medellín; la invitaron a preparar niños para la Primera Comunión en un sector de bajos recursos. Poco a poco, se fue dando cuenta que ella era quien necesitaba cada vez más formación, y desde entonces inició un plan de formación continua en un centro de la Obra llamado Citará. A los 5 años aproximadamente, pidió la admisión a la Obra como supernumeraria.

Desde entonces este sido uno de los encargos que más le llena el alma, tanto que ni el cambio de ciudad de residencia por algunos años (fue a vivir a Bogotá), fue impedimento para dar continuidad a esta labor. Los niños van llegando a través de los hijos de las amigas, compañeras de trabajo, y durante los últimos 5 años han llegado de voz a voz en el colegio donde estudia su sobrina, a quien preparó para la Primera Comunión con su grupo de amigas invitadas por ella.
“Hace un tiempo vino una francesita que no hablaba mi idioma ni yo el de ella, pero ahí nos entendimos por medio de dibujos y con la ayuda eficaz del Espíritu Santo. Después aparecieron unas niñas con dificultades cognitivas, luego el niño con cáncer, y hace poco, llegó una abogada recién graduada, convertida al catolicismo quien me pidió la preparara para recibir el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación”, recuerda. No hay distancia que no pueda ser superada. En el caso de la abogada, las clases eran virtuales porque vive en otra ciudad, y en el caso de sus alumnos que por la enfermedad no podían desplazarse a otro lugar, ella iba a la casa de ellos y hasta la clínica para no suspender el proceso.

Cuando tiene grupos pequeños, su aula es el comedor de su casa, y la vidriera del balcón se convierte en el tablero. Utilizando marcadores y papeles desarrolla los temas de manera divertida a través de juegos, concursos y estrategias que promueven el análisis y la reflexión.
En una oportunidad, para preparar la fiesta de la Inmaculada Concepción, le entregó a cada niña una imagen de la Virgen y les propuso que pegaran stickers o calcomanías de caritas felices cada vez que hicieran algo bueno en el día, durante toda la semana de preparación. Así, llegaron diciendo a la siguiente clase: “hoy sí arreglé mi cuarto”; hoy tendí mi cama y la Virgen estuvo feliz”, “hoy le ayudé a mi mamá en casa”, “hoy no peleé con mis hermanos”.

Lecciones para la vida que Olguita deja a sus alumnos, de uno en uno, con mucho cariño y dedicación.