“La personalidad se la he regalado a Jesucristo"
En 1941, Mons. Eijo y Garay, obispo de Madrid, acogió con gozo la noticia de la posible ordenación de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei. Más adelante, contó que cuando Álvaro fue a comunicarle su determinación, amparándose en la confianza mutua que tenían, le preguntó: —Álvaro, ¿te das cuenta de que vas a perder personalidad? Ahora eres un ingeniero prestigioso, y después vas a ser un cura más. Y quedó conmovido ante la respuesta que oyó: —Señor Obispo, la personalidad hace muchos años que se la he regalado a Jesucristo.
El hijo más fiel
La sintonía de don Álvaro con el fundador del Opus Dei trascendía las categorías de una admiración o una amistad humanas, para convertirse en expresión de fidelidad a Dios.
En una carta escrita en enero de 1944, Álvaro le comentaba: «Como siempre, muy contento: pero, también como de costumbre, con cierta tristeza que se une a mi alegría cuando me separo del Padre. Por eso me cuesta tanto arrancar de Madrid. Ya comprendo que esto es una tontería, pero ¡es la vida! Padre: que tengo muchísimas ganas de ser buena persona y de trabajar de verdad dentro de la Obra, por la Iglesia. ¡Qué pena, que tan a menudo haga el idiota y deje de portarme como debo! Encomiéndeme, Padre, para que llegue, alguna vez, a ser instrumento bueno, por dócil, en sus manos. Yo siempre que estoy lejos de usted pido con más fuerza que nunca, con toda mi alma, por mi Padre. Y así aumenta mi presencia de Dios, acordándome del Padre y ofreciendo cosas por él»