Si, obligados por la concreción, tuviésemos que resumir el Encuentro en una palabra, habría que elegir «sobrenatural». Por la enormidad del recinto y la contagiosa alegría de la muchedumbre. Por la diversidad de razas y lenguas, y la unidad con la Santa Sede. Por la entusiasta participación en los cantos y la escucha atenta de las ponencias. Por la amplia variedad de instituciones presentes y la singular importancia que le dieron al suceso los medios de comunicación social. Por los gritos de los jóvenes voluntarios y el emocionante silencio del saloncito donde el Señor, expuesto en la custodia, atestiguó la continua oración de sus visitantes. Porque había que hacer fila para comer… y también para confesarse. Porque, en suma, ver a la Iglesia reunida es una oportunidad única de comprobar las maravillas de Dios.
Como parte que es de la Iglesia Católica, el Opus Dei estuvo representado por sus fieles que– uno a uno o como matrimonio, y de acuerdo a sus propios intereses y proyectos– atendían al Congreso Teológico Pastoral, recorrían la Expo Familia, o echaban un vistazo a sus hijos pequeños, que disfrutaban de la zona de juegos infantiles. También estuvieron presentes algunos colegios e instituciones en las que fieles de la Obra y muchas otras personas que no lo son, se esfuerzan cotidianamente por hacer realidad aquel anhelo de san Josemaría: «Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia».
La amable presencia del legado pontificio, Card. Tarcisio Bertone hizo gustar a los presentes el cariño del Papa, que siguió atentamente el Encuentro y se unió a los festejos del fin de semana con un mensaje tras la misa celebrada el domingo en la Basílica de Guadalupe, pronunciado en directo desde la Ciudad del Vaticano. En él, Benedicto XVI agradeció a Dios por los frutos de las jornadas vividas intensamente a lo largo de la semana y señaló que la reunión «ha querido alentar a los hogares cristianos a que sus miembros sean personas libres y ricas en valores humanos y evangélicos, en camino hacia la santidad, que es el mejor servicio que los cristianos podemos brindar a la sociedad actual. La respuesta cristiana ante los desafíos que debe afrontar la familia y la vida humana en general consiste en reforzar la confianza en el Señor y el vigor que brota de la propia fe, la cual se nutre de la escucha atenta de la Palabra de Dios».
Tras afirmar que la familia es una auténtica escuela de humanidad y de valores perennes, el Papa anunció que el VII Encuentro Mundial de las Familias tendrá lugar en Milán, Italia, el año 2012, con el tema: «La familia, el trabajo y la fiesta». Para terminar, Su Santidad se dirigió a la Virgen con esta entrañable oración:
«Madre Santísima de Guadalupe,
que has mostrado tu amor y tu ternura
a los pueblos del continente americano,
colma de alegría y de esperanza a todos los pueblos
y a todas las familias del mundo.
A Ti, que precedes y guías nuestro camino de fe
hacia la patria eterna,
te encomendamos las alegrías, los proyectos,
las preocupaciones y los anhelos de todas las familias.
Oh María,
a Ti recurrimos confiando en tu ternura de Madre.
No desoigas las plegarias que te dirigimos
por las familias de todo el mundo
en este crucial período de la historia,
antes bien, acógenos a todos en tu corazón de Madre
y acompáñanos en nuestro camino hacia la patria celestial. Amén».
Así concluyó el VI Encuentro Mundial de las Familias; queda la responsabilidad de dar vida a los mensajes ahí expresados y continuar, con alegre optimismo, en el afán por proteger y fortalecer a la familia, con lo que estaremos cuidando a nuestros países y al mundo entero.