En la primera semana de noviembre de 2020, fuertes tifones causaron estragos en muchas islas del norte de Filipinas. Muchos de los damnificados eran agricultores con pocos recursos. Algunos de ellos eran familiares de personas que conozco.
La devastación fue tan grande que el presidente del país puso a toda la isla bajo estado de calamidad. En concreto, más de 1,7 millones de familias se vieron afectadas por estos tifones; más de veinte mil, meses después, seguían repartidas en 411 centros de evacuación.
Nada más enterarme de la devastación, llamé a mi hermana, que vive en Isabela, una de las provincias arrasadas por el tifón Ulises. Le pregunté si estaba dispuesta a iniciar labores de ayuda a las víctimas.
Junto con mis hermanas y mis padres, que están en California, acordaron pedir ayuda a nuestros amigos y familiares a través de los diferentes grupos que manteníamos en Facebook. Nos fijamos el objetivo de recaudar 100.000 pesos filipinos para financiar los paquetes de ayuda.
En su casa, aun por amueblar, mi hermana y sus hijos hicieron muchos paquetes con los artículos de primera necesidad. Afortunadamente, las autoridades escolares suspendieron las clases en línea durante una semana debido a la devastación del tifón, lo que permitió que el espacio de la casa y cuatro niños sin clases, dedicaran toda una semana a preparar las bolsas de ayuda.
Recé al beato Álvaro del Portillo por la generosidad de mis amigos del instituto, de la universidad, de mis familiares de Estados Unidos, de mis clientes y de algunos cooperantes. Después de cuatro días de llamadas y chats, recaudamos más de lo propuesto y lo suficiente para 230 paquetes que llegaron a 800 familias de Ilagan (Isabela) y de Enrile (Cagayán).
Mi hermana se sintió especialmente realizada en esta obra de misericordia, y su alegría se duplicó cuando su familia y los parientes de su marido se sumaron a la iniciativa.
Mientras mis sobrinos hacían las bolsas con agua, enlatados, arroz y otros alimentos necesarios, pedí a mi hermana que enseñara a sus hijos a rezar tanto por los donantes, como por los beneficiarios, haciendo hincapié en las personas que habría detrás de cada paquete.
Sus hijos disfrutaron en esta labor de ayuda. No sólo se entregaron con entusiasmo a la tarea, sino que aprendieron a ser amables, a ser sensibles a las necesidades de los demás y a valorar más a su propia familia.
Hoy día he animado a mi hermana a que vuelva a visitar a las familias a las que ayudamos después de dos meses para asegurarse de que siguen teniendo comida, y para evaluar qué otro tipo de apoyo podemos prestarles mientras reconstruyen sus hogares y sus medios de vida. La Navidad se adelantó para la familia de mi hermana y la nuestra.
"Bayanihan" es el término que utilizamos en Filipinas y que es sinónimo de empatía en acción. A nuestra manera y a través de las familias, hemos llegado a muchas más familias que estaban en extrema necesidad. Sé que, por la rapidez con la que recaudamos el dinero y al superar el objetivo que nos habíamos propuesto, el beato Álvaro nos había ayudado desde el cielo.
A. C. A. - Filipinas
- Oración para pedir la intercesión del beato Álvaro
- Biografía: Álvaro del Portillo: siervo bueno y fiel
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También puede comunicar la gracia que se le ha concedido mediante correo postal a la Oficina de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei (Calle Diego de León, 14, 28006 Madrid, España) o a través del correo electrónico ocs.es@opusdei.org.
Clic aquí para hacer un donativo. En alternativa puede enviar una aportación por transferencia a la cuenta bancaria de la Asociación de Cooperadores del Opus Dei con IBAN número ES53 2100 1547 7502 0024 4065 y BIC, CAIXESBBXXX en La Caixa (agencia urbana de la calle Cartagena, 4, 28028 Madrid, España).