Entrevista con el Obispo de Santa Marta: "Este año tengo que renunciar"

Presentamos la entrevista realizada por el periódico El Informador a Monseñor Ugo Puccini Banfi, Obispo de Santa Marta.

Prudente, parco, hasta podría definirse como un tanto tímido, pero a la hora de cuestionar con criterio los acontecimientos que rodean el día a día de nuestro país, monseñor Ugo Puccini Banfi no vacila en opinar, y así lo hizo en entrevista para el EL INFORMADOR.

Próximo a su retiro del obispado samario, este hombre ha sabido sortear con vehemencia los más de 22 años de su labor episcopal en esta zona del Caribe, sin dejar a un lado la vocación de servicio adquirida gracias al Opus Dei, la orden que lo atrajo hacia la consolidación de su fe católica y lo separó de un futuro profesional exitoso como ingeniero químico, que soñaba en aquella Italia de la postguerra.

Contrario a lo que estiman quienes no desean tomar parte de una vida entregada a la disciplina espiritual y al contacto permanente con Dios, monseñor Ugo narra con emoción propia, la añoranza de sus vivencias en la Barranquilla pujante de los inmigrantes, y la dedicada juventud que mantuvo en medio de la desenfrenada vida europea de los 60, cuando las "estrambóticas" revoluciones sociales estaban a la orden del día.

No obstante, relata más con orgullo que con nostalgia los momentos felices junto a la familia, así como los duros episodios que tuvo que soportar desde muy chico, cuando su padre, Vicente Puccini, un comerciante italiano, llegó a América en busca del gran sueño de progreso, pero se topó con una persecución en la que no tenía injerencia, y que luego de superada, tuvo que resurgir por medio de una innovadora manera de venta: el pescado congelado, desconocida actividad hacia la mitad del siglo XX en la que fue pionero, enseñándole a los colombianos del interior del país a comer pescado de mar.

Más que hacer un balance de su maratónica y gratificante gestión, el Obispo ciento por ciento costeño, da cuenta en una cruda y fiel reflexión del panorama sobre el amor cristiano, en un mundo esclavizado por la tecnología, y alejado cada vez del idealismo puro por el cual el hombre fue puesto en la Tierra.

-¿Qué recuerda de su niñez?

Los momentos en que mi padre tenía su comisariato 'Puccini Banfi y Cía.', una gran tienda de importados donde vendía productos de toda clase: vinos, frutas; me acuerdo que había un cuarto frío donde guardaban unos turrones y a veces me metía allí y los robaba".

-¿Cómo llegaron los Puccini a Colombia?

Mi padre llegó de Italia a los 15 ó 16 años con su familia y se dispersaron en la Costa, unos en Magangué, donde él trabajó en la casa Paccini-Puccini, otros en Barranquilla y en poblaciones cercanas al río Magdalena como Plato.

-¿Qué pasó con su familia durante la época de la II Guerra Mundial?

Como ciudadano italiano mi padre vivió la persecución durante la guerra, cuando Colombia entró en el conflicto junto a los aliados, a los italianos los buscaban por estar del lado de Alemania y los llevaban a una especie de campo de concentración en Fusagasugá, pero varios amigos suyos en Barranquilla lo ayudaron y logró esconderse por varios años en un pueblo de la Sierra Nevada.

- De seguro fueron momentos duros

Desde luego, vivimos momentos críticos, cuando lo visitábamos eran dos o tres días de camino desde Barranquilla pasando por barcos, camiones y lomo de mula, pero como niños, lo veíamos todo divertido por lo sabroso de la vida en el campo

-¿Quiénes conformaron su familia?

Mi madre Josefina Banfi, cartagenera, hija de italianos; mi padre Vicente Puccini, ya fallecidos. Éramos siete hermanos conmigo , dos mujeres y cinco hombres, quedamos vivos mis hermanas y yo, además de un montón de sobrinos.

-Termina sus estudios en el Colegio Biffi, pasa a la Universidad Pontifica de Medellín y se convierte en ingeniero químico, y de ahí a Italia.

Obtuve una beca para un curso de organización industrial, hospedándome en una residencia de una familia perteneciente al Opus Dei, donde empecé a vivir el cristianismo a través de esa corriente".

-¿Dónde se pintaba después de la universidad?

En una empresa de productos químicos o en un laboratorio, trabajando en la industria como un gran ejecutivo.

-¿Entonces, en qué momento resultó iluminado por la vocación sacerdotal?

Eso si fue un proceso, no fue una cosa de un día para otro, no fue una conversión de esas espectaculares, el Opus Dei tuvo mucho que ver.

-¿Se imaginó tener una familia o por lo menos, novia?

La verdad no mucho, pero tampoco pensaba ser sacerdote, religioso mucho menos. No encontré nunca una media naranja, tenía amigas. En Colombia tuve una medio enamorada, pero no fue nada importante. Era un zanahorio.

-¿Dónde y cómo fueron sus inicios como cura?

Comencé en España, en las ciudades de Barcelona y Zaragoza. Allí mantenía un perfil bajo, algo característico en los sacerdotes del Opus Dei.

-¿Las misas suyas tienen algo de especial?

Son comunes y corrientes".

-¿Y sus homilías?

Son malas.

-¿Qué cree usted le hayan visto el Papa o el Nuncio Apostólico para que fuera un futuro Obispo?

Seguramente si me hubieran visto no me hubiesen hecho Obispo (risas)

-A su llegada a Santa Marta veíamos que siempre fue un asiduo practicante del ping-pong.

Eso es verdad, jugué mucho ping-pong desde muy joven, además fútbol y béisbol, como shore stop. Ahora, por lo suave, me pasé al tenis.

-¿Qué quería hacer por el Departamento?

Mi misión estaba enfocada a los sacerdotes, cuando llegué había como unos 36 de ellos, muy pocos. Por los menos debería ser uno por cada cinco mil habitantes.

-Desde que está aquí ha ordenado 73 sacerdotes ¿Lo siente cómo un buen balance?

No, falta mucho más, pero sí se ve el progreso, por lo que hay que seguir pidiendo a Dios para que siga mandando vocaciones buenas.

-¿Esa ausencia de sacerdotes ha marcado la pérdida de fe en la zona rural?

Indudablemente que sí, pongo el ejemplo de San Pedro de La Sierra, donde prácticamente su población es protestante, y esto ha sido por la falta de un sacerdote.

-Pero también influye la imagen que últimamente ha tenido el pueblo hacia la Iglesia Católica.

Antes había más entrega hacia la Iglesia, lo que sucede es que la Iglesia sí sigue teniendo credibilidad, los que no tenemos credibilidad somos los curas.

-Sabemos que le falta poco tiempo para su retiro.

Este año tengo que renunciar. El Derecho pide a los obispos y sacerdotes que se retiren a los 75 años, aunque podemos esperar hasta que nombren un tiempo después.

-¿Cómo se ve usted en sujubilación?

Maravillosamente, feliz de la vida.

-¿Tomará vacaciones?

No, me voy a trabajar como cura en el Opus Dei, más chévere, sin responsabilidades.

Por Mario Ibarra Monroy // Periódico El Informador, Santa Marta (Colombia)