Dos equipos. Uno persigue, el otro busca de alguna manera capturar a los contrarios. Movimientos estratégicos, palabras de ánimo, gritos, risas, caídas y levantadas, carreras se vivieron en el comienzo de la Convivencia del Colegio Integral en Soacha.
Fueron dos días en los cuales las estudiantes tuvieron oportunidad para conocerse, escuchar temas sobre valores humanos, participar en las celebraciones litúrgicas, pero donde la alegría y el compañerismo se volvieron puntos importantes en las reuniones.

“Haced vosotros mismos los colegios donde queréis educar a vuestros hijos”. Esas fueron las palabras de San Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote de la Iglesia Católica, fundador del Opus Dei e inspirador de cientos de colegios y universidades en todo el mundo.
Gracias a ese mensaje un grupo de padres de familia en 1964 crearon la asociación para la enseñanza, Aspaen. Han pasado más de 60 años y por las aulas de instituciones educativas que se han unido, millares de jóvenes han recibido formación académica y han tenido la vivencia de las virtudes humanas fuera el pilar principal, de la mano con las enseñanzas de la Iglesia Católica.

Uno de los planteles educativos que se unió a la red de Aspaen es el Colegio Integral en Soacha, municipio ubicado al sur de Bogotá, tierra de garullas y decenas de manjares más, de grandes historias del país, pero no es ajena a la problemática social del país.
Además de las clases normales, el Colegio organiza también para los que quieren, cursos para la Primera Comunión y Confirmación, pero también se les anima a las jóvenes a participar en las celebraciones litúrgicas, asistir a retiros espirituales y a participar en una de sus reconocidas convivencias, donde las estudiantes desarrollan una serie de actividades lúdicas con charlas de formación.

“LA PERIODISTA SOY YO”
Válery Cáceres del grado once realizó un informe periodístico sobre la más reciente convivencia:
El pasado 1 y 2 de marzo fueron fechas muy importantes para las estudiantes de grado 10° y 11° del Colegio Integral en Soacha, tuvieron su convivencia anual, un encuentro con Dios, con las compañeras y consigo mismas, gracias a la orientación de sus profesoras Laura Johana, y de su preceptora Angélica G., así como del capellán el sacerdote Alejandro M.

El sábado 1 de marzo se dieron cita 20 niñas de los grados 10° y 11°. De inmediato iniciaron con un juego para “romper el hielo” y compartir luego un refrigerio. Después se les invitó a ver una película acerca de la importancia de valorar las cosas, la familia y el amor.
Luego se hizo un foro sobre valores humanos. A reglón seguido, tuvieron un juego de obstáculos para facilitar la integración de 10° y 11°. En la primera fase debían confiar y seguir las indicaciones de la compañera, dinámica que las ayudó a conocerse más y aprender a confiar en los demás.

Llegó el almuerzo, y después varis actividades libres y en grupo, así terminaron su primer día de convivencia celebrando cumpleaños y jugando a “policías y ladrones”, espacio que les ayudó a la integración.

El domingo 2 de marzo, las estudiantes iniciaron compartiendo los temas del día anterior y realizaron una actividad para aprender a expresarse y tener empatía. Debían contar una mala noticia, experiencias o algo que las hayan hecho sentir mal en algún momento de la vida y aunque no era fácil, lograron expresar sus sentimientos, gracias a la orientación de su profesora.

Después del desayuno, asistieron a clase con el capellán, el padre Alejandro Macía, una clase que buscaba que las participantes no tuvieran rencores con nadie, y por eso llevaba el sugestivo nombre de clase para “aprender a odiar”. Sin embargo, con las explicaciones del Padre, que contó como Jesús decía que debíamos amar y tratar a los enemigos, por lo que concluyeron que no se debe odiar a nadie, porque no hay razón para hacerlo.

Por 30 minutos compartieron con sus amigas sus historias. Luego de la Eucaristía, realizaron una actividad para conocerse mejor de manera creativa. Debían dibujar cosas como: comida favorita, un paisaje que les guste y en sí las cosas de predilección de cada una y lo socializaron.

Finalmente, elaboraron una carta a sus familiares con una condición: que fuera muy creativa. Cerraron el día con un compartir, con lo que cada una de ellas trajo de casa para comer, decir por qué lo trajo y entregarlo. Después debían escribir un mensaje positivo a alguna niña que no fuera de su curso. La lectura resultó emocionante y así terminó la convivencia de las niñas de 10° y 11°.

Ya las estudiantes comenzaron a preguntar: “¿y para cuándo será la próxima convivencia?”.