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El modelo educativo les permite estar en fincas y adelantar proyectos productivos.
Por las angostas calles de Chocontá son pocos los jóvenes que se ven. Muchos se han ido para la capital en busca de oportunidades. Sus más frecuentes visitantes son adultos y personas de la tercera edad.
Para nadie es un secreto que esta población, ubicada a hora y media de Bogotá y donde la arena colma cada rincón, se está quedando sin sus nuevas generaciones.
Pero una opción ha surgido para quebrar ese destino. En la zona rural, en las enormes montañas que rondan al poblado, la realidad de la juventud empezó a cambiar.
Iván Niño, un campesino de 18 años, es un convencido de que jamás se irá. Su sembrado de fresas, que produce hasta 30 cajas semanales, le devolvió la vida a su familia.
"Se enamoraron otra vez del campo y reconocieron que hay posibilidades, no sólo para los jóvenes sino para el núcleo familiar", explica Jainer Maury, director de la Escuela Familiar Agropecuaria Altavista (Efa), de Chocontá.
Esta institución estrena mañana su sede oficial y el viernes gradúa a sus primeros bachilleres técnicos. Son 150 jóvenes que se formaron con el sistema pedagógico de la alternancia, que les exigió cumplir unos tiempos en las aulas y otros en sus fincas desarrollando proyectos productivos con sus familias.
Este modelo de educación, utilizada en buena parte de Europa para ayudar a la población vulnerable, es gratuito y el pénsum académico está enfocado a los temas del agro.
"La idea es que los jóvenes generen su proyecto de vida, a través de un trabajo en el campo: sembrar papa y criar ganado, entre otros", explicó Maury, quien destacó que el modelo ayuda a la seguridad alimentaria y al ingreso familiar.
La iniciativa surgió hace 20 años, cuando un grupo de empresarios, preocupados por la marginación de los campesinos, decidieron desarrollar un proyecto que empujara el desarrollo del campo. Así, se formó la primera escuela de bachillerato en Machetá, luego en Pacho y después en Chocontá.
