Contemplación de los misterios luminosos del Rosario

San Josemaría redactó de un tirón este breve libro una mañana de diciembre de 1931, después de celebrar la Santa Misa. En sus páginas vertía un modo de meditar los misterios de la vida del Señor y de la Virgen, y de rezar con amor y piedad el Santo Rosario. Se ha traducido a más de veintitrés idiomas y cuenta con más de cien ediciones.

San Josemaría redactó de un tirón este breve libro una mañana de diciembre de 1931, después de celebrar la Santa Misa. En sus páginas vertía un modo de meditar los misterios de la vida del Señor y de la Virgen, y de rezar con amor y piedad el Santo Rosario. Se ha traducido a más de veintitrés idiomas y cuenta con más de cien ediciones.

1º misterio de luz: El bautismo del Señor en el Jordán

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo: Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? Respondiendo Jesús le dijo: Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda justicia.

Evangelio de San Mateo:

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo: Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? Respondiendo Jesús le dijo: Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.

Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua y he aquí que se le abrieron los Cielos y vio el Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz desde los cielos dijo: —Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.

(Mt 3, 13-17)

En el Bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la tierra.¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra! ... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin.

Yo te oigo clamar, Rey mío, con voz viva, que aún vibra: “ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?” —Y contesto —todo yo— con mis sentidos y mis potencias: “ecce ego: quia vocasti me!”. El Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen?

2º misterio de luz: Las bodas de Caná

Al tecer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús y sus discípulos

Evangelio de San Juan

Al tecer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús y sus discípulos. Y, como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo:

-No tienen vino.

Jesús respondió:

-Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora.

Dijo su madre a los sirvientes:

-Haced lo que él os diga.

Había allí seis tinajas preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de unas dos o tres metretas. Jesús les dijo:

-Llenad de agua las tinajas.

Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo:

-Sacadlas ahora y llevadlas al maestrasala.

Así lo hicieron. Cuando el maestrasala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía -aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían- llamó al esposo y le dijo:

-Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has reservado el vino bueno hasta ahora.

(Jn 2, 1-10)

Entre tantos invitados de una de esas ruidosas bodas campesinas, a las que acuden personas de varios poblados, María advierte que falta el vino (cfr. Jn 2, 3). Se da cuenta Ella sola, y en seguida. ¡Qué familiares nos resultan las escenas de la vida de Cristo! Porque la grandeza de Dios convive con lo ordinario, con lo corriente.

Es propio de una mujer, y de un ama de casa atenta, advertir un descuido, estar en esos detalles pequeños que hacen agradable la existencia humana: y así actuó María.

—Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5).

(...)

Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios.

— ¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz que yo crea!

3º misterio de luz: El anuncio del Reino de Dios

Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y diciendo: -El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar

Evangelio de San Marcos:

Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y diciendo: -El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio. Y, mientras pasaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo: -Seguidme y haré que seáis pescadores de hombres. Y, al momento, dejaron las redes y le siguieron.

(Mc 1, 14-18)

—“El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). “Toda la muchedumbre iba hacia Él, y les enseñaba” (Mc 2, 13). Jesús ve aquellas barcas en la orilla y se sube a una.

¡Con qué naturalidad se mete Jesús en la barca de cada uno de nosotros! Cuando te acerques al Señor, piensa que está siempre muy cerca de ti, en ti: “regnum meum intra vos est” (Lc 17, 21). Lo encontrarás en tu corazón. Cristo debe reinar, antes que nada, en nuestra alma.

Para que Él reine en mí, necesito su gracia abundante: únicamente así hasta el último latido, hasta la última respiración, hasta la mirada menos intensa, hasta la palabra más corriente, hasta la sensación más elemental se traducirán en un hosanna a mi Cristo Rey.

“Duc in altum”. —¡Mar adentro! —Rechaza el pesimismo que te hace cobarde. “Et laxate retia vestra in capturam” —y echa tus redes para pescar.

4º misterio de Luz: La transfiguración del Señor

Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz

Evangelio de San Mateo:

Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:

-Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:

-Este es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.

Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:

-Levantaos y no tengáis miedo.

Al alzar sus ojos no vieron a nadie. Sólo a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:

-No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.

(Mt 17, 1-9)

Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz (Mt 17,2). ¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh, Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti!

Y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadle (Mt 17, 5). Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte.

“Vultum tuum, Domine, requiram” (Ps. 26, 8), buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sino cara a cara (I Cor. 13, 12). Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré la faz de Dios? (Ps. 41,3)

5º misterio de Luz: La institución de la Eucaristía

Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que no volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios.

Evangelio de San Lucas:

Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los apóstoles con él. Y les dijo:

-Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que no volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios.

Y tomando el cáliz, dio gracias y dijo:

-Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; pues os digo que a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

-Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía.

Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo:

-Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

Lc 22, 14-20

La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13,1).

Se hacía noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua.

La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección.

Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti.

—Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.

—Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino.

Niño bueno: los amadores de la tierra ¡cómo besan las flores, la carta, el recuerdo del que aman!...

—Y tú, ¿podrás olvidarte alguna vez de que le tienes siempre a tu lado... ¡a Él!? —¿Te olvidarás... de que le puedes comer?

—¡Señor, que no vuelva a volar pegado a la tierra!, ¡que esté siempre iluminado por los rayos del divino Sol —Cristo— en la Eucaristía!, ¡que mi vuelo no se interrumpa hasta hallar el descanso de tu Corazón!