Cuando entré a la antigua casa que ocupa en el Barrio Miraflores, me confundí, pues encontré un ambiente elegante y magnífico, pero que al mismo tiempo irradiaba buen gusto y estaba rodeado de sencillez y sobriedad. Al recorrer sus rincones, amplias terrazas y jardines, me llamó especialmente la atención el bello oratorio, coronado en su altar principal por un hermoso retablo quiteño, que representa un pesebre tallado en madera. Mi prevención desapareció cuando realicé la forma cordial, amable y sin ninguna pretensión como fui recibido por quienes me esperaban.
Desde su fundación, en 1928, por el sacerdote español Josemaría Escrivá de Balaguer, el Opus Dei ha sido una de las instituciones más controvertidas, recibiendo desde los mayores elogios hasta las críticas más acerbas. La famosa revista Harper's alguna vez lo calificó de "organización semiclandestina que se las ingenia para infiltrar a sus miembros más representativos en las más altas esferas políticas de los gobiernos" y el hecho de que sólo pertenezcan a él 85.000 personas en el mundo, hace que se le considere "peligrosamente elitista". Pero por otro lado, un periódico tan influyente como The New York Times afirmó, a raíz de un reportaje, que "el Opus Dei es una institución de la Iglesia Católica cuya misión es difundir el mensaje que el trabajo y las circunstancias ordinarias de la vida son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora de la sociedad, y que trata de promover el deseo de la perfección y ayudar al hombre común a llevar una existencia cristiana sin modificar su modo normal de vivir".
En entrevista concedida a L'Osservatore della Domenica, el padre Escrivá, quien fue canonizado por Juan Pablo II en el 2002, afirmó que "quien piense que para que la voz de Cristo se haga oír es necesario que el clero hable o se haga presente, no ha entendido la dignidad de la vocación divina de los fieles cristianos".
Entender el Opus Dei no es fácil y explicarlo en el espacio de una columna como ésta es imposible. Sin embargo, se puede deducir que su fuerza es hacer que los católicos comunes y corrientes lleven una vida cristiana, haciendo el bien, sin dejar sus actividades habituales y que su rasgo más característico es la caridad, que contempla virtudes como la humildad y la justicia y que esa meta se puede conseguir trabajando bien y respetando las leyes con el fin de amar a Dios y servir a los demás.
Cuando terminé mi visita, salí contento. Aunque no me he incorporado al Opus Dei, considero que aquellos con quienes hablé, no sólo fueron buenos anfitriones sino que, inteligentemente, me hicieron ver las bondades de la institución a la que pertenecen, que no parece ser retrógrada, de extrema derecha, elitista ni misteriosa. Fue una buena experiencia haber compartido ese rato con ellos.