Johanna vive en Medellín, Es contadora, esposa, madre de cinco hijos y dirige su propio negocio de café gourmet.
«A la hora de preparar un café es muy exigente, ella misma lo relata: “Me gusta que sepa a café, que no se pierda el aroma, que se sirva fresco y caliente, que se sienta suave, pero con cierta acidez de las montañas antioqueñas».
«El café, o “tinto” como le decimos en Colombia, es un motivo para el encuentro, la buena conversación –nadie se toma un café de mal genio–, el aroma trae recuerdos y su sabor perdura por muchos minutos», agrega Johanna, quien además es contadora pública y supernumeraria del Opus Dei.

Un día del año 2011, la invitaron a un grupo de oración en un barrio cerca de su casa. Allí escuchábamos charlas sobre el catecismo, las virtudes y la doctrina social de la Iglesia.
Entre charla y charla Johanna conoció a David, ingeniero y empleado de una entidad bancaria. Era evidente que las clases no eran para hacer relaciones sociales o conseguir pareja, sino para conocer más a Dios. Pero David se empezó a interesar por ella. Pasados unos meses, ya estaban de novios. Él tenía 28 años y ella, 19. “Vimos el noviazgo como algo muy serio y, de hecho, al poco tiempo, nos comprometimos», recuerda. Dejaron de asistir a esas reuniones, pero las recuerdan con gratitud.
Un día, David le comentó que un amigo le había recomendado hablar con un sacerdote del Opus Dei. “¡Qué bueno!”, dijo ella y agregó: “¡Consígueme también una cita con él!». Un mes antes de su matrimonio hablaron con el sacerdote.

Luego de esa conversación comencé a acudir a Arizá, un centro del Opus Dei en Medellín que impartía formación a mujeres jóvenes. A las pocas semanas me confiaron un grupo de niñas para darles algunas clases.
El matrimonio fue el 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. “Invitamos a todos los familiares y amigos, pero con una sólo condición: no habría reunión sino solamente la Santa Misa. No teníamos dinero para una celebración, ni para una luna de miel larga, así que nos fuimos de paseo a Santa Fe de Antioquia luego de la boda”, relata David.
«Para asombro nuestro, la iglesia estaba repleta y cada uno de los invitados nos hizo llegar un regalo: un juego de alcoba, muebles para el comedor, electrodomésticos. Era increíble, nos regalaron de todo. Eso ya era una bendición para empezar nuestra vida matrimonial y se los agradecimos también con nuestra oración», comenta Johanna con una sonrisa.

A los ocho meses de matrimonio, un día de noviembre, llegó David con una sorpresa:
— «Johanna, acabo de pedir la admisión en el Opus Dei como supernumerario», le dijo emocionado.
Johanna sonrió y le contestó: «te felicitó, yo pedí la admisión la semana pasada, estaba buscando el momento para darte la sorpresa».

Desde el primer día de matrimonio determinaron que sus labores familiares debían ser compartidas. “Aquí estamos dispuestos a lavar, cocinar, limpiar, lo que sea, nadie manda a nadie”, dijimos.
Dos años después, llegó su primer hijo. “Nos dimos cuenta que era una señal de Dios porque nos veía un tanto atropellados, recién casados y con los compromisos laborales para buscar el sustento”.

En agosto de 2015 el prelado de Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, hizo un viaje pastoral a Colombia. El jueves 13 hubo un encuentro con familias y Johanna pudo hacerle una pregunta.
Padre, bienvenido a Medellín.
— “No sabéis la ilusión que yo tenía de venir”, le contestó el Padre.
- ¿Padre, nos puede decir cómo lograr que la Santa Misa sea el centro y raíz de la vida interior y exterior?
El prelado, sin perder su mirada sobre David, quien llegó cargando a nuestro primer hijo José David, que estaban a mi lado, dijo:
— “Tontamente queremos prescindir de la ayuda que nos da el Señor y esa ayuda se concreta en la Santa Misa, para todos los cristianos —para ti, para mí— para todos los que hemos recibido el bautismo. La iglesia ha puesto como preceptivo el asistir a misa los domingos y fiestas de guardar. Pero si queremos amar, si queremos de verdad crecer en ser más para Dios, no escatiméis el esfuerzo para ir más veces a la misa. Esto traerá una gran alegría, esto traerá una gran paz mirando a ese Cristo crucificado que no es una tragedia, es todo amor. Es un tesoro la Santa Misa”.
En ese momento tomé al pequeño José David y lo levanté, y el Padre manifestó. “¡Qué maravilla, Dios lo conserve. Yo creí que vuestro hijo también iba a preguntar”.
— “Quería pedirle su bendición, Padre”.
—“Con todo cariño para vosotros y para la descendencia que Dios os mandará. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Todo el auditorio aplaudió y se sucedieron otras preguntas.
Dos años más tarde, llegó el segundo hijo y el tercero nació antes de la pandemia . A los pocos años, llegaron el cuarto y el quinto.
No fue una situación fácil, pues tuve que cerrar el negocio que tenía, nos cambiamos a una casa más adecuada. Estos primeros años de vida en familia aprendimos mucho, pero teníamos mucho por aprender, así que decidimos participar de los proyectos de formación de la Fundación FAMOF, una iniciativa que se dedica a ayudar a otras familias. Aprendimos y enseñamos un poco sobre cómo llevar una vida de hogar”.

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"Cuando Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei desde 2017, fue a Medellín en agosto del 2024, pudimos saludarlo al final del encuentro con familias.
— Padre, cuando vino Monseñor Javier Echevarría, él bendijo a José David que era muy pequeño, y agregó que bendecía a los otros que vendrían después, y ya están Pablo, Marcos y Vicente y demás está Ismael, que viene en camino. Le faltan unos días.

--El Padre se alegró y nos pidió que siguiéramos amando a nuestras familias y nos dio su bendición.
Mi compromiso está con Dios porque Él nos va dando su ayuda a cada instante. Además de fortalecer cada día nuestro matrimonio y estar pendiente de la formación de nuestros hijos, como barista tengo el reto de vender el mejor café y por ello estudié y sigo aprendiendo para saborear ese aroma de San Sebastián de Palmitas y sus montañas, donde sale un grano excelso”, explica".
"Aunque tenemos las dificultades propias de una familia numerosa, la alegría también es numerosa. Nuestra vida es muy común, sin nada extraordinario: trabajamos, sacamos adelante a nuestros hijos, compartimos en familia y todo eso hace parte de nuestra vocación al Opus Dei. Para los cumpleaños, por ejemplo, no compramos torta, sino que la hacemos con la receta de la abuela”.

"Con una familia grande es un desafío asistir a las charlas de formación y hablar con mi director espiritual con la frecuencia necesaria, pero con mi esposo nos organizamos para hacerlo de una u otra forma. Incluso, para hacer el curso de retiro espiritual, cuando los niños eran más pequeños los he llevado conmigo con la gran ventaja de que mis amigas en el retiro me ayudaban a cuidarlos”.
David también le gusta el ambiente que encuentra en los centros del Opus Dei. De vez en cuando lleva a los niños para que jueguen, hagan travesuras, y puedan hablar con el sacerdote.
Así como Johanna y David, existen muchas personas casadas que descubren su vocación al Opus Dei y buscan ofrecer a Dios su trabajo, su familia, sus alegrías y dolores, especialmente a través de la Santa Misa y la oración diaria. Ejemplo de ellos son algunos matrimonios en proceso de canonización como Eduardo y Laura, Tomás y Paquita o el venerable Ernesto Cofiño.