Álvaro del Portillo, un “cómplice” en el Cielo

"Don Álvaro pasó en Asturias varios veranos y pude abrazarle y sentir su cariño de padrazo", cuenta Manuel Secades que relata tres favores que atribuye al próximo beato.

'En medio del fragor de la batalla, mis padres -cristianos de pura cepa- decidieron bautizarme enseguida, Así lo hizo uno de los pocos sacerdotes que residían en la ciudad'

Nací en medio de un bombardeo en 1937. Mi padre falleció a mis 17 años y para sacar adelante a mi madre y mis hermanos tuve que compatibilizar mis estudios de Agente de Comercio con el trabajo. En 1962 conocí el Opus Dei y enseguida comprendí que ése era mi camino -¡santificar el trabajo!- y me entregué al Señor por entero como Agregado de la Obra. Entonces recuperé a un nuevo padre, San Josemaría. Su marcha al cielo fue una gran pena, pero esa nueva orfandad fue cubierta por D. Álvaro del Portillo, su  sucesor: ¡qué corazón tan inmenso!

D. Álvaro pasó en Asturias varios veranos y pude abrazarle y sentir su cariño de padrazo, un padrazo muy santo para todos, que la Iglesia está a punto de beatificar. Aquel abrazo acompañado de un beso paternal, me hizo gritar: “¡Padre!”. Entonces él, se me quedó  con la cara sonriente y una mirada tierna, que jamás se me ha borrado de la memoria.

'En medio del fragor de la batalla, mis padres -cristianos de pura cepa- decidieron bautizarme enseguida, Así lo hizo uno de los pocos sacerdotes que residían en la ciudad'

Cuando se fue al cielo le convertí “en mi aliado espiritual” y, desde entonces, le encomiendo todo cuanto necesito: lo espiritual y lo humano, cosas grandes o menudas. Y, como sucedía en la tierra, me sigue mimando, concediéndome muchos favores.

Volvamos a las bombas. Soy uno de los supervivientes de los llamados “niños del asedio”, pues nací en Oviedo, en plena guerra civil, cuando la ciudad estaba cercada por las fuerzas republicanas. Era el día de Reyes de 1937. En medio del fragor de la batalla, mis padres -cristianos de pura cepa- decidieron bautizarme enseguida. Así lo hizo uno de los pocos sacerdotes que residían en la ciudad con mis tíos como "valientes" padrinos. Fue en el pórtico de San Juan del Real.  Mi padre me llevaba envuelto en una manta. Al poco de abandonar el lugar, cayó una bomba que mató a las personas que por allí se encontraban.

En los años siguientes, no faltaron momentos de graves peligros, de los que me salvé "asombrosamente", al menos en un par de ocasiones. Estudié de Bachillerato en el Colegio Marista Auseva, Oviedo y luego la antigua carrera de Comercio. A los 17 años tuve que compatibilizar mis estudios con el trabajo, para ayudar económicamente a mi familia, pues mi padre falleció inesperadamente.

Una de las grandes alegrías de mi vida fue que mi madre pidiera también la admisión en el Opus Dei. ¡Qué feliz fue durante 30 años viviendo esta hermosa vocación!  Cuando se puso muy grave, pedí a D. Álvaro que le concediera estos tres deseos suyos:

1º Morir un sábado, a última hora del día porque, si tenía que pasar por el Purgatorio, la Virgen le rescataría pronto. Falleció a las 23,30 de un sábado.

2º Morir como fiel de la Obra. Y así fue, poco antes de entrar en la agonía, rezó la Salve de los sábados como es costumbre entre los miembros del Opus Dei.

3ª Morir rodeada de la familia. Y también lo consiguió, sus hijos le agarramos la mano hasta que expiró. Era la víspera de la Solemnidad de la Sagrada Familia.

No está nada mal “el detallito”.

En la vida, como se puede deducir no me ha quedado más remedio -ni he podido tener mayor dicha- que “trabajar como un burro”. Tengo fama de ser un "peleón".  Y cómo no, si nací entre bombas. A los 76 años años sigo metido en mil fregados , todos apasionantes: estoy en la directiva de Antiguos Alumnos del Colegio Marista Auseva, donde estudié; impulso la  Asociación de Telespectadorres y Radioyentes del Principado de Asturias; llevo años trabajando como Traductor y Asesor del Grupo da Inmaculada de Fátima y  de las obras de la Hermana Lucia, Vidente de Fátima, y soy colaborador del Secretariado dos Pastorinhos .

'Cuando volvía, después de media hora, me di cuenta que no tenía un sobre, que llevaba conmigo, con una importante cantidad de dinero para efectuar un pago. Antes de ponerme nervioso, me encomendé a D. Álvaro para que resolviera el problema...'.

Volvamos a las “ayudas” de Don Álvaro. Para mantener este ritmo de vida, tomo alguna precauciones. Entre ellas, acudo al médico con cierta regularidad para que me ausculte y me tome la tensión, aunque no tenga ningún síntoma de enfermedad. Antes de la consulta, siempre me encomiendo a Don Álvaro para que pase la revisión y pueda seguir en la brecha . Hace unos meses, le fui a visitar, y estábamos charlando alegremente cuando observo que se pone serio y me dice: José Luis, llama a una ambulancia y vete por urgencias al Hospital Covadonga, de Oviedo, tienes las constantes disparadas y estás en grave riesgo. Le obedecí, y cuando llegué al Hospital me dijeron: “Es sorprendente que no le haya pasado nada, podría haber sufrido un ictus o algo más grave”. Pero a las pocas horas estaba todo normalizado y me fui a la Capilla del Hospital a dar gracias a Dios y en particular a Don Álvaro, que veló por mi vida.

En otra ocasión, aparqué el automóvil en una calle céntrica de Oviedo, muy transitada, y me fui a realizar una gestión. Cuando volvía, después de media hora, me di cuenta de que no tenía un sobre, que llevaba conmigo, con una importante cantidad de dinero para efectuar un pago. Antes de ponerme nervioso, me encomendé a Don Álvaro para que resolviera el problema que se me presentaba, y seguí andando hasta llegar al coche, y, ¡cuál no sería mi asombro cuando veo en la acera el sobre con todo el dinero! Algo más que sorprendente, si se tiene en cuenta que se veían sobresalir los billetes y por allí estaban pasando muchas personas... Inmediatamente di gracias a Don Álvaro por evitarme un gran disgusto.

Con el  relato de estos tres “favores” -tres entre miles- quiero dejar constancia de lo mucho que Don Álvaro está haciendo por mí, con el deseo de que muchas otras personas acudan a la intercesión de este próximo beato, que fue un padre entrañable en la tierra y continúa siéndolo para todos desde el Cielo porque tenía un corazón universal.