Alberto Raventós: firme y fiel de principio a fin

Sacerdote numerario del Opus Dei estuvo ligado a Colombia durante casi 40, de sus 93 fructíferos años.

En Balcones, un centro del Opus Dei, en Bogotá, en una sala del tercer piso el sacerdote Alberto Raventós Utjes estaba en las tardes dispuesto a charlar, contestar preguntas, confesar o participar en esas amenas micro tertulias. Se le encontraba sentado, con su estola en el cuello, leyendo un libro de historia o literatura. Siempre leía. Lectura que interrumpía cuando aparecía un visitante.

Alberto Raventós Utjes, sacerdote numerario del Opus Dei estuvo ligado a Colombia durante casi 40, de sus 93 fructíferos años.

Nació en Barcelona. Recibió el título de Médico en la Facultad de Cádiz. En España descubrió su vocación como numerario del Opus Dei y mientras San Josemaría adelantaba una catequesis por América, Alberto Raventós fue ordenado sacerdote el 4 de agosto de 1974, en la fiesta de San Juan María Vianney, luego de cursar estudios eclesiásticos en Roma de 1970 a 1974, y doctorarse en Teología en la Universidad de Navarra.

Justo ese día, el fundador del Opus Dei pasó por uno de sus peores días con una enfermedad que le impidió hablar y debió guardar reposo. Sólo hasta el 10 de agosto, dijo: “Jesús, acepto vivir condicionado estos días y toda la vida, y siempre que quieras. Tú me darás la gracia, la alegría y el buen humor para divertirme mucho, para servirte y para que la aceptación de estas pequeñeces sea oración llena de amor.” Tras los pasos de San Josemaría en Quito.

El 15 de agosto de ese 1974, San Josemaría estuvo unos minutos en el aeropuerto de Bogotá y siguió luego para Caracas.

Vivió también en Argentina en dos períodos: 1957 - 1970 y 1974 - 1980.

En 1980 le preguntaron, de parte del beato Álvaro del Portillo, en ese entonces Prelado del Opus Dei, si estaba dispuesto para ir a ayudar en la labor apostólica en Colombia. Se trasladó a nuestro país, y en diciembre de ese año, fue nombrado Vicario regional. Fue el primer Vice gran Canciller de la Universidad de La Sabana hasta 1992.

A mediados de abril de 1983, él mismo les dio la noticia a los miembros del Opus Dei en Colombia: “Don Alvaro viene a visitarnos”. Se proyectó un viaje para visitar Bogotá, Chiquinquirá –para cumplir una promesa de san Josemaría— y Medellín.

Además de pasar por los pequeños salones de la Universidad de la Sabana, en su sede de Quinta Camacho -que luego se trasladaría a su actual campus en Chía, gracias al estímulo que le diera el beato Álvaro del Portillo-- fueron hasta Chiquinquirá. Allí rezaron un rosario ante la Virgen.

Además, el padre Alberto impulsó en los comienzos de los 80 la finalización de la construcción de Torreblanca, casa de retiros y convivencias en Silvania, Cundinamarca. Minucioso y analizador de cada detalle. “El padre Alberto –recuerda el arquitecto Guillermo Franco-, era un hombre con un exquisito sentido del arte y la arquitectura. Tuvimos oportunidad de trabajar en importantes proyectos arquitectónicos para Corfomento y la región.

Gran deportista. Le gustaba mucho jugar al frontón, al croquet y al tenis.

Decenas de personas recuerdan sus homilías llenas de anécdotas e historias para ilustrar más aquellos momentos de oración, tema que llevó en su alma.

Amigo de todos. Nunca esperó homenajes. Un día marchó a Barcelona, en silencio, como siempre actuó, rezando su rosario.

Quienes laboraron en la construcción del oratorio de Torreblanca recuerdan ahora cómo dedicó muchos minutos contemplando un cuadro que dice: “Madre del Buen Consejo, Ruega por nosotros” y desde luego que sí, que ella, le escuchó esa plegaria y lo recibió con alegría en el cielo.