Josefina de Miguel, María Adela Tamés, Concha Campá y María Teresa Ivars recibieron el encargo de San Josemaría de iniciar la labor estable de las mujeres del Opus Dei en Colombia. Salieron el tres de abril de 1954, del puerto de Vigo (España), con rumbo a Cartagena, a donde llegaron el 15 de abril, que era Jueves Santo.
Así narra Concha Campá sus recuerdos sobre la llegada y los inicios en su nuevo país:
“El Jueves Santo aprovechamos para hacer las Visitas a los monumentos de la Catedral, San Pedro Claver y Santo Domingo. Allí pusimos en manos del Señor y de la Santísima Virgen la futura labor apostólica de Colombia. Nos quemaban las palabras de nuestro Padre que tantas veces hemos repetido : “Soñad y os quedaréis cortos ”.
Nuestra impaciencia por llegar a la casa era grande y pensamos una estrategia para el Viernes Santo en la mañana: ir al aeropuerto de Cartagena y buscar cualquier avión “fuera de ruta” que aterrizara ese día. Llegamos y nos dijeron lo mismo: “No hay vuelos a Bogotá”. Pero aún así decidimos esperar, pues nos daba igual estar allí que en el hotel, y Dios nos podía dar lo que le pedíamos. Al medio día se dio la buena noticia: pasaría a las cuatro un vuelo que venía de Estados Unidos y aterrizaría aquí en lugar de Barranquilla; nuestra estrategia tuvo éxito ante Dios.
En Bogotá, el P. Teodoro Ruiz, sacerdote del Opus Dei que esperaba nuestra venida, sólo sabía que estábamos en Cartagena; sin embargo pensó que de alguna manera llegaríamos. Preguntó los vuelos que llegaban a Bogotá sin importarle de dónde venían. Salió tres veces a esperarnos, a la tercera nos vio aparecer en el vuelo que llegaba de Estados Unidos. Agradecimos este detalle de solicitud por encima de cualquier previsión.
Los días en el primer apartamento fueron intensos; el objetivo era conocer mucha gente en poco tiempo y promocionar los Cursos de Hogar y Artes que organizaríamos para jóvenes y señoras.
El primer retiro mensual lo organizamos para nuestras amigas jóvenes el 21 de mayo en la iglesia de Santa María de los Ángeles.
El 21 de julio, en una finca cercana a Bogotá situada en la Sabana, propiedad de doña Inés de Huertas, tuvimos el primer Curso de Retiro espiritual de tres días.
Ángela de Casas, cuando venía a vernos, nunca entraba por la puerta principal, sino por la de la cocina, mirando siempre el armario de la despensa que encontraba bastante vacío, y rápidamente lo llenaba con las cosas necesarias. Merceditas y Maruja hacían las gestiones para conseguir la casa que necesitábamos. Los apuros económicos eran muchos, y nos pasaron un sin fin de cosas divertidas, imprevistas o asombrosas, manifestación del cariño que nos tenían las amigas y de nuestro afán por no gastar sino lo indispensable.
Carmen Albañil trabajaba como empleada en la residencia donde vivían los varones de la Obra. Venía muchas noches a vernos y siempre nos traía algo de comer. Se ofreció a comprarnos la carne y se lo aceptamos. Nos llamó la atención que fuera un producto tan económico. Pero -para nuestra admiración y agradecimiento- una semana que no la pudo comprar, fue María Adela a buscarla y se dio cuenta que Carmen ponía la mitad del valor de su bolsillo.
En julio, el P. Teodoro nos animó a viajar a Medellín, donde había un grupo de personas interesadas en conocernos, algunas con inquietudes espirituales. Viajaron Josefina y Maruja Huertas, que tenía allí muchas personas amigas. Las reuniones se realizaron en casa de Lucia Bernal, en el barrio El Poblado.
En septiembre, pidieron la admisión las primeras Supernumerarias.
En octubre empezamos las clases de lo que llamamos la Escuela de Hogar y Artes Norte.
La semilla del Opus Dei se siguió desarrollando: el 14 de febrero de 1956 empezó la residencia universitaria Inaya; y, en octubre, las clases dominicales para empleadas del hogar.
En septiembre de 1956 se consiguió la finca Guaycoral, situada en La Ceja (Antioquia), que sería la primera casa de retiros. El 1 de enero de 1957 comenzó la residencia universitaria Citará, en Medellín, a donde acudían universitarias, bachilleres y señoras a recibir formación.
Los primeros viajes a Manizales fueron en 1960, donde se inició Cendal, en 1966, que años más tarde ofreció cursos formales de artes y letras. En la misma sede funcionaron el Club Fontana, con actividades extraescolares, y Piedralar, con cursos de capacitación para empleadas del hogar.
Por esta época empezó su andadura el ISDAL, Instituto de Artes y Letras, que ofrecía dos cursos: uno de humanidades y otro de Artes con dos especialidades, diseño y pintura, en los que se matricularon jóvenes muy interesadas en su formación integral y en adquirir cultura.
En febrero de 1965, en Medellín, abrió sus puertas el Gimnasio los Pinares, primer colegio femenino nacido gracias al impulso que San Josemaría dio a los padres de familia, para que promovieran centros educativos donde ellos fueran los protagonistas de la educación de sus hijos. Luego lo siguieron, en Bogotá, el Gimnasio Tundama, en la Estrada, que era un barrio obrero, y el Gimnasio Iragua.
En 1966 se adquirió el terreno para Torreblanca, la casa de retiros de Bogotá, que salió adelante con el esfuerzo generoso de muchas personas durante largos años.
Otro proyecto educativo fue el ICSEF –Instituto de ciencias sociales y económico-familiares- que obtuvo su personería jurídica en 1968 e, inició sus labores en 1969, ofreciendo una carrera tecnológica: Administración de instituciones de servicio, dirigida a formar el personal directivo en el área de servicios de todo tipo de empresas y organizaciones: hoteles, hospitales, etc.
Las labores se fueron consolidando y ampliando con más Centros en Bogotá y Medellín, los comienzos de Centros en nuevas ciudades: Barranquilla (1982), Cartagena (2002), Bucaramanga (2003), Pereira y Chía (2008), y viajes periódicos a Neiva y Santa Marta, donde ya se cuenta con unas sedes provisionales donde se atiende la labor apostólica.
Esta historia ha sido posible por la entrega fiel de sus protagonistas y por la ayuda generosa de un sinnúmero de cooperadoras y amigas, que han puesto sus oraciones, su cariño, su talento, su trabajo y sus medios económicos al servicio de las diversas labores apostólicas. Por esto, el 15 de abril será una ocasión de dar gracias a Dios por todas ellas.