El pasado 7 de diciembre de 2022, Mossén Xavier Argelich, rector de la iglesia de Santa María de Montalegre, celebró una concurrida misa en sufragio de D. Chiqui —tal como se conoce a José María Hernández Garnica—, uno de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, con ocasión del 50 aniversario de su fallecimiento.
Mn. Xavier recordó en la homilía los últimos meses de su vida: el diagnóstico del cáncer en Pamplona, su traslado a Barcelona para seguir un tratamiento, la pérdida del habla, la imposibilidad de celebrar la santa Misa, su último encuentro con san Josemaría y, finalmente, su fallecimiento, la víspera de la Inmaculada de 1972.
A lo largo de su vida aprendió a poner sus cualidades al servicio de Dios y contribuir así a la extensión de la labor del Opus Dei por muchos países de Europa. Procuró entregarse por completo en el cumplimiento de esta misión sin darse importancia, siempre en un segundo plano, sin llamar la atención. Verdaderamente san Josemaría pudo apoyarse en él.
Así vivió también la última etapa de su vida en Barcelona, con un agresivo cáncer de garganta que se sumaba a una salud ya de por sí quebrantada después de tantos años de trabajo sacrificado. Aceptó esta cruz con sentido sobrenatural, y se hizo más patente su heroísmo en el cultivo de las virtudes humanas y sobrenaturales. La purificación por el dolor fue más intensa, y crecieron también su alegría y buen humor, fruto del ejercicio de la filiación divina y de su unión con la cruz de Jesucristo. Cuando se le preguntaba cómo estaba, o si había dormido bien, contestaba sonriente con un “muy bien” o “como las rosas”, sin dar importancia a la intensidad de sus dolores y sus constantes insomnios.
En esas circunstancias, don José María aumentaba su interés por las personas y la vida de piedad. Sólo así se entiende que llevara con tanto garbo humano y sobrenatural esos grandes sufrimientos. El mayor de todos fue dejar de celebrar la Santa Misa y, después, no poder ni siquiera comulgar.
El 22 de noviembre se le trasladó por unas horas desde la Clínica Quirón, donde había sido internado unos días antes, a un Centro del Opus Dei en Barcelona. Allí san Josemaría le vio por última vez. Fue un encuentro particularmente emotivo, pues ambos sabían que no volverían a verse.
Así se llegó al 7 de diciembre. Por la mañana, mientras hacía oración con el que le acompañaba, comenzó una hemorragia que presentaba un aspecto peor que las anteriores. De hecho llamaron al sacerdote que le atendía espiritualmente, que se presentó lo antes posible, en torno a las 9 de la mañana. Cuando llegó, don José María le hizo un gesto de saludo y a continuación el sacerdote le administró varias veces la absolución. Al poco rato falleció con una paz y serenidad envidiables. Eran alrededor de las nueve y media.
Habían transcurrido treinta y siete años de entrega en el Opus Dei, años de servicio incondicionado al Señor, procurando vivir con fidelidad el espíritu que había recibido directamente de san Josemaría. La vida de don José María Hernández Garnica está ya incorporada para siempre a la historia del Opus Dei. Además, su peregrinar por tantos países de Europa, llevando la semilla del Evangelio, hacen de él un modelo de santidad en medio del mundo para personas de las más variadas culturas y mentalidades.
Mossén Xavier animó a los presentes a seguir difundiendo su devoción para que muchos puedan beneficiarse de su ejemplo de vida e intercesión. Y pronto podamos verle en los altares.
Finalmente, después de cantar la Salve, se rezó un responso pidiendo por el alma de D. José María.
Al acabar la ceremonia todos los presentes pudieron pasar por la sepultura de D. José María en la capilla del Santísimo para saludarle, pedirle algún favor o agradecérselo y besar la lápida.
También hubo tiempo para ver la exposición que, con motivo de este aniversario, se ha inaugurado en Montalegre. A través de seis paneles se hace un recorrido por su vida, actividad apostólica y fama de santidad.
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