El Adviento, tiempo de esperanza y alegría
Juan Pablo II: “La característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento porque se basa en el amor”.
Ha comenzado el Adviento, un itinerario de esperanza
Palabras de Juan Pablo II sobre el Adviento, tiempo que la Iglesia dedica a la preparación de la Navidad, pronunciadas el pasado 30 de noviembre en la plaza de San Pedro.
El Adviento: un tiempo de fervorosa esperanza
Palabras de mons. Javier Echevarría sobre el Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, pronunciadas en la Iglesia romana de San Josemaría el 30 de noviembre, durante la misa de ordenación diaconal de fieles de la prelatura del Opus Dei.
“Se ha hecho Hombre para redimirnos”
Pásmate ante la magnanimidad de Dios: se ha hecho Hombre para redimirnos, para que tú y yo –¡que no valemos nada, reconócelo!– le tratemos con confianza. (Forja, 30)
“El amor se manifiesta con hechos”
Llégate a Belén, acércate al Niño, báilale, dile tantas cosas encendidas, apriétale contra el corazón... No hablo de niñadas: ¡hablo de amor! Y el amor se manifiesta con hechos: en la intimidad de tu alma, ¡bien le puedes abrazar! (Forja, 345)
“Hemos de ser humildes”
Tú has de obedecer —o has de mandar— poniendo siempre mucho amor (Forja, 629).
“Nuestra tendencia al egoísmo no muere”
No pongas tu “yo” en tu salud, en tu nombre, en tu carrera, en tu ocupación, en cada paso que das... ¡Qué cosa tan molesta! Parece que te has olvidado de que “tú” no tienes nada, todo es de Él. Cuando a lo largo del día te sientas –quizá sin motivo– humillado; cuando pienses que tu criterio debería prevalecer; cuando percibas que en cada instante borbota tu “yo”, lo tuyo, lo tuyo, lo tuyo..., convéncete de que estás matando el tiempo, y de que estás necesitando que “maten” tu egoísmo. (Forja, 1050)
“Sin Él no podemos nada”
Cuando sientas el orgullo que hierve dentro de ti –¡la soberbia!–, que te hace considerarte como un superhombre, ha llegado el momento de exclamar: ¡no! Y así, saborearás la alegría del buen hijo de Dios, que pasa por la tierra con errores, pero haciendo el bien. (Forja, 1054)
“No me sueltes, no me dejes”
Hagamos presente a Jesús que somos niños. Y los niños, los niños chiquitines y sencillos, ¡cuánto sufren para subir un escalón! Están allí, al parecer, perdiendo el tiempo. Por fin, han subido. Ahora, otro escalón. Con las manos y los pies, y con el impulso de todo el cuerpo, logran un nuevo triunfo: otro escalón. Y vuelta a empezar.
"¡Déjale que te exija!"
Dios nos quiere infinitamente más de lo que tú mismo te quieres... ¡Déjale, pues, que te exija! (Forja, 813)