Ternura, custodia y audacia

Estos son tres ingredientes necesarios para la nueva evangelización. La reunión de fieles sedientos de encontrarse con el Papa Francisco tiene este gran valor de servir como despertador de la esperanza.

Ciertos fenómenos religiosos corren el riesgo de ser analizados desde un punto de vista frío y lejano, tal vez demasiado crítico y poco emotivo, que termina por desnaturalizar su alcance. 

Las Jornadas Mundiales de la Juventud pueden aparecer así como un fenómeno de masas semejante al que se produce cuando un artista se presenta en concierto. Sin embargo, el análisis se hace más complejo cuando consideramos que estamos viviendo la XXVII edición de este evento, y que esas mismas concentraciones se han reproducido en los continentes más diversos e implicando a gente de formación cultural y posición económica diferente, que representa no sólo a los jóvenes, sino a un amplio rango de la población. 

Por otra parte, hay que considerar que estas jornadas han visto como protagonistas a cuatro romanos pontífices con una personalidad y un background personal distintos. Quienes achacaban que estas reuniones -inventadas por Pablo VI y popularizadas por Juan Pablo II- perderían importancia con Benedicto XVI se equivocaron, y la calurosa acogida que tuvo el Papa Francisco nada más llegar a Brasil nos hace ver que, en realidad, detrás de esas “masas” hay personas sedientas de encontrarse con el Vicario de Cristo. Si perdemos de vista la fe que mueve a esa gente para encontrar al Papa, corremos el riesgo de no entender nada.

Benedicto XVI explicó que un mundo que se aleja de Dios corre el riesgo de vivir sin esperanza. Y en su mensaje para esta Jornada de la Juventud afirmó: “Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios”.

Esta reunión multitudinaria de fieles sedientos de encontrarse con su pastor supremo tiene este gran valor de servir como despertador de la esperanza. Sin fe no es posible analizarlo. Pero la fe sola tampoco termina de explicar todo. Hay otras tres claves -señaladas por el Papa durante la misa de inauguración de su pontificado- que pueden ayudar a comprender su profundo alcance.

La primera está en ese mensaje y en esa actitud de “ternura” que ha anunciado y protagonizado Francisco. Vivimos en un mundo que ha caído en un individualismo feroz, cargado de amargura. Es necesario mostrarle la novedad que sigue teniendo el mandamiento de Jesús: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Necesitamos ternura para no pasar de largo delante del sufrimiento de los demás, para interesarnos por ellos sin miedo a complicarnos la vida. La segunda clave está en la palabra “custodia”. Tenemos que aprender a cuidar de los demás y de la creación. Una ternura que no implicase auténtico cuidado del otro, una ternura que fuera simplemente ocasional, terminaría por perder autenticidad y podría incluso interpretarse como una farsa. La tercera clave hace eco a las famosas palabras de Juan Pablo II: “No tengáis miedo”. Es necesario tener la audacia de la fe: esa seguridad que nos lleva de nuevo a soñar con salvar al mundo siguiendo a Jesucristo. 

Ternura, custodia y audacia son tres ingredientes necesarios para la nueva evangelización.

Por Sergio Tapia ( publicado en diario La Tercera, 28 de Julio de 2013)