San Josemaría hablaba y escribía con palabras de fuego

En la fiesta de San Josemaría, algunos chilenos recuerdan la impresión que les dejó en su vida el haber podido conocer de cerca a este Santo de la Iglesia Católica.

Varios chilenos lo conocieron en persona y hoy atesoran con nítida claridad su legado. Entre ellos el sacerdote José Miguel Ibáñez, quien cuenta que "San Josemaría es una de esas personas que a uno le marcan en la vida un antes y un después. Después de conocerlo, a mis 19 años, yo fui otro. Literalmente, me cambió la vida" -¿Por qué?- Porque nunca he visto una persona que se identificara tan completamente con su misión, con su mensaje, con su vocación divina. Según don José Miguel, el mensaje del santo se podía resumir en "la santidad de las cosas terrenas, la santificación del hombre en el trabajo, en la familia, en sus ocupaciones ordinarias" y en lograr "identificar oración con acción, trabajo profesional con apostolado, y el amor divino con los amores humanos".

El presbítero Pablo Joannon, conoció a San Josemaría el 28 de junio de 1974 en su única visita a Chile: "Yo estaba en el último año de colegio y pude asistir a varias tertulias en el colegio Tabancura". La filósofa Carmen Vidal, en cambio, tuvo la oportunidad de hacerlo en Roma, en 1964, cuando como estudiante, junto a un numeroso grupo de compañeras, compartió con él varios encuentros informales de los que recuerda "se interesó por nuestras familias, formación académica, cultural y doctrinal religiosa, deportes que practicábamos, nos hacía partícipe de sus actividades y nos movió siempre con entusiasmo y decisión a querer a la Iglesia, al Santo Padre, y a todas las personas afectiva y efectivamente".

Esta era una de sus características -afirman quienes lo conocieron-, un hombre que se desvivía por los otros. Para la profesora Mónica Ruiz-Tagle, fue también un encuentro imborrable. El primero de varios en los que pudo conocer de cerca a San Josemaría, tuvo lugar el año 1966 cuando ya llevaba 6 años como numeraria del Opus Dei. Había oído mucho de su figura "toda la carga afectiva que esto implica me mantuvo expectante hasta el minuto del encuentro con su persona". En varios de estos momentos, Mónica se preguntaba de San Josemaría, ¿qué tiene?, ¿qué lo hacía tan especial? La respuesta sería muy clara: "Estaba conociendo a un santo", atestigua.

Concuerda con esta experiencia el abogado Joaquín García-Huidobro, quien tuvo la oportunidad de conocerlo en Buenos Aires a los 14 años. Su curiosidad lo llevó a unirse a cerca de cinco mil personas que llegaron al Teatro Coliseo a escucharlo. "Era sorprendente: ese hombre hablaba de Dios con la misma naturalidad con la que uno se refiere a las cosas más palpables", así describe la forma en que San Josemaría se dirigía al público.

En cada uno de ellos dejó huella la impronta de su personalidad. Don Pablo Joannon lo describe como una persona "acogedora, enérgica, chispeante, alegre y optimista... completísima. Muy cariñoso y cercano, y que al mismo tiempo iba muy por delante en su fe y amor a Dios". Carmen Vidalseñala que era un hombre"muy sólido en sus convicciones, con la certeza de tener entre manos un encargo de Dios que debía llevar a cabo junto a sus hijos y otras personas; trabajador incansable, humano, cálido, certero y con muy buen humor"

Mónica Ruiz-Tagle agrega que la imagen del santo es especial, de una personalidad "extraordinariamente rica; fuerte, con esa fortaleza que hace posible a la vez la docilidad, como la del niño, que se deja conducir por la voluntad de Dios".

Don José Miguel Ibáñez Langlois recuerda también que: "Tenía una personalidad impresionante, con una síntesis increíble de factores muy diferentes: un buen humor constante y contagioso, un empuje titánico para la acción, un cariño de padre y de madre, una sencillez que desarmaba, y sobre todo una presencia de Dios que él irradiaba en forma natural y casi física". Asimismo, reconoce el sacerdote, siempre "le he admirado su don de la palabra, su comunicación oral y su estilo literario, su tremenda expresividad. Hablaba y escribía con palabras de fuego, con una claridad luminosa, con parábolas y comparaciones imborrables, que yo puedo recordar con toda precisión medio siglo después. Esto no me pasa con nadie más".