Junto al Papa Benedicto XVI en Sao Paulo

Más de cien jóvenes chilenos viajaron a Brasil a reunirse con el Papa Benedicto XVI. Para muchos fue la primera vez que conocieron a un Papa en persona.

Casi todo el avión 767 ocupábamos los jóvenes que fuimos a recibir al Papa. Algunas personas se preguntaban "¿quiénes son estos chicos tan revoltosos?", a lo que respondíamos: "es que vamos a ver al Papa". Efectivamente, desde el primer momento todos teníamos en mente que lo único importante del viaje era acompañar a Bento XVI, como le dicen en Brasil.

Más de cien estudiantes chilenos de colegio y de universidad llegamos un martes a Sao Paulo, donde nos esperaban cinco días de intensas actividades y de "luchas feroces" por conseguir el mejor puesto para ver lo más cerca posible al Papa. Al día siguiente, por ejemplo, estuvimos más de tres horas esperando fuera del Monasterio de San Bento para escuchar el primer saludo del Romano Pontífice y poder –para muchos era la primera vez– verlo directamente.

Después de este primer encuentro nuestro corazón no dejaba de latir: "¡Vi al Papa a dos metros!", decía Gonzalo, que llegó desde Melipilla, y que no paraba de comentarlo a todos los que estábamos ahí. A Luis, que es de Coronel, le costaba creerlo: poder mirar al Papa y recibir personalmente su saludo…

Sin embargo, quizás lo más emocionante del viaje ocurrió al día siguiente, durante el encuentro con la juventud. En el estadio de Pacaembu estuvimos cinco horas esperando la llegada del Papa. En esa vigilia, que nos ponía cada vez más impacientes cuanto más se acercaba el momento de estar con Bento, experimentamos la calidez del pueblo brasilero, que no dejaba de cantar y de bailar, y que hizo público un saludo de bienvenida a todos los extranjeros que nos encontrábamos con ellos en esa verdadera fiesta de nuestra fe. Era realmente una celebración: no todos los días se tiene al Papa en Latinoamérica.

Cerca de las 6 de la tarde llegó el papamóvil, entre gritos de júbilo y ovaciones de todos los jóvenes, y después de que los organizadores pronunciaran unos discursos de bienvenida, el Papa nos dirigió unas palabras que nos llegaron "hasta el fondo": el portugués no fue ningún obstáculo para entender todo lo que dijo. Su mensaje a favor de la vida por nacer, de la castidad y del amor, de aliento a la Iglesia y de impulso a la santificación, se nos quedó grabado en el alma.

Manuel comentaba que por haber estado en Pacaembu valía la pena volar las cuatro horas de ida y cuatro de vuelta. ¡Y eso que a muchos les costó bastante trabajo poder financiarse el viaje! Ignacio, que es de Chillán, tuvo que pedir dinero a diestra y siniestra, y lo consiguió. Gonzalo sacrificó su regalo de cumpleaños para poder ir a Brasil. Un grupo grande viajó desde Concepción, otros de Viña y de Temuco, y los más desde Santiago: estudiantes de la U. de Chile, de la U. de Concepción y de otras universidades, y estudiantes secundarios de diferentes colegios.

Los días siguientes estuvieron también muy apretados de tiempo: Misa con el Papa en Campo de Marte, el viaje de dos horas a Aparecida, la vigilia en la explanada de la Basílica. No fue corta la noche del sábado al domingo 13 para los que alojaron a la intemperie con los demás peregrinos; estar muy cerca del Papa durante la Misa del domingo validaba quedarse toda la noche "cuidando el lugar".

Sin embargo, cayó la tarde sobre Aparecida y tuvimos que volver a nuestro alojamiento para al otro día regresar a Chile, a nuestros estudios y a nuestra casa. Las jornadas vividas no se olvidan, más aún cuando ya hemos creado una página en Internet donde compartimos nuestras fotos. Además, tampoco se olvidan las palabras del Papa y los cantos de la gente, que se nos quedaron "pegados": "Papa, eu te amo!", "Beeentooo"…