Deportista, amante del cine y la literatura, Cristóbal –doctor en Filosofía– se ha dedicado a la enseñanza en distintas universidades en Santiago y Temuco; antes de partir a Roma era profesor del Centro de Estudios Generales de la Universidad de los Andes. El 2021 se trasladó al Colegio Romano de la Santa Cruz, seminario y centro de formación de la prelatura del Opus Dei, para estudiar teología y discernir su llamada al sacerdocio. Fue ordenado diácono en noviembre del 2024 y este sábado 24 de mayo recibirá la ordenación sacerdotal en Roma.

Ordenación sacerdotal en un año jubilar

La ceremonia de la ordenación sacerdotal se transmitirá por YouTube el sábado 24 de mayo.
Ordenación sacerdotal en un año jubilar
Se ordena sacerdote en el contexto de un Año Jubilar, de gracia, ¿cómo lo conecta con el don del sacerdocio en la Iglesia?
Es el sacerdocio, ordinariamente, lo que nos permite entrar en contacto con ese tesoro de vida y de felicidad que es la gracia de Dios. Por eso la importancia del sacerdocio, sin sacerdotes no hay vida sacramental, y sin vida sacramental no puede darse el pleno despliegue de la vida cristiana. En este sentido creo que un año jubilar es un buen momento para pedir mucho por las vocaciones sacerdotales.
¿Qué mensaje daría a los jóvenes en este año jubilar, en que la esperanza es el mensaje central?
Les recordaría esa palabras de san Josemaría, tan verdaderas, “lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”. No es tanto lo que la vida me puede ofrecer, sino lo que yo puedo ofrecer a la vida, o, mejor aún, la vida que yo puedo ofrecer. No hay nada más frustrante y cansador que vivir pensando constantemente en uno mismo. Hay esperanza donde hay amor y hay amor cuando salimos de nosotros mismos y nos abrimos a los demás.
¿Ha pensado qué pedirá a Dios el día de su ordenación?
Pediré, entre otras cosas, por todos aquellos -creyentes y no creyentes- que con su cariño, su apoyo, su amistad y muchas veces también con su paciencia, me han enseñado la belleza de una vida en clave de entrega y de servicio.

Un filósofo cura
Siendo usted filósofo, ¿qué le diría a un joven que ve la filosofía o las humanidades como algo poco práctico en la vida moderna?
Creo que uno de los grandes problemas de la vida moderna es reducirlo todo a la utilidad… ¡Por supuesto que la filosofía es algo poco práctico! Como lo son todas las cosas realmente importantes de esta vida: el amor, la belleza, la amistad... Si todo se reduce a maximizar intereses se termina minimizando la propia humanidad.
¿Qué diría a un joven que está buscando un propósito para su vida?
Dios se hizo hombre, entre otras cosas, para enseñarnos el sentido de la existencia. Con sus palabras y, en última instancia, con su vida misma –y con su muerte–, Jesucristo nos enseña que la vida es para darla; que es en el amor, en la entrega sincera de sí mismo a los demás, donde la persona se realiza plenamente y es feliz. Cualquier persona que ha experimentado la alegría profunda del don de sí mismo –conozco tantos casos– se da cuenta de lo vacía e insulsa que es una vida egocéntrica y narcisista.
¿Qué aprendió de sus años de trabajo con jóvenes como profesor universitario y cómo eso influirá en su futuro como sacerdote?
Aprendí que los jóvenes tienen un corazón grande. Qué a pesar de un clima materialista y hedonista que tiende –como decían Los Prisioneros– a estrechar, a achicar el corazón, ellos y ellas no se conforman con una vida a ras de suelo. Quieren un amor auténtico y no sucedáneos. El sacerdocio no es otra cosa que ofrecer gratuitamente a cada persona ese Amor grande, con mayúscula, que le da peso, consistencia y altura a la propia existencia.
¿Cuál cree que es la mejor forma para acercar a alguien a Dios?
Creo que hay tantas formas como personas… ¡¿Hay dos historias de amor iguales?! Por eso, en última instancia, lo más importante es la amistad: solo en la amistad se llega al corazón de la persona y es en el corazón y sólo en el corazón donde las auténticas revoluciones se producen.
Tuvo la oportunidad de trabajar en la formación de estudiantes universitarios, ¿cómo establecer un diálogo entre razón y fe?
Puede tal vez sonar paradójico pero me parece fundamental, por una parte, “pensar la fe” y, por otra, “creer en la razón”, es decir, en su capacidad de penetrar en el misterio de lo real. Una fe reducida a puro sentimiento y una razón con miedo de ir más allá de unos límites que ella misma se ha autoimpuesto, no están a la altura de la persona humana, que, como decía Pascal, se supera infinitamente a sí misma.
¿Qué espera aportar como sacerdote en un mundo cada vez más complejo y secularizado?
Un certeza inconmovible que la fe nos regala y que Benedicto XVI expresó con profundidad y belleza: “No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario”. En un mundo en el que tanta gente se siente sola, usada o descartada –como decía el Papa Francisco– saber y experimentar que es el amor la verdadera sustancia de la que estamos hechos puede cambiar radicalmente el modo en que se plantea la propia vida.
La predicación no es lo mismo que dar clases: el público en general es más variado y a veces más “exigente”.
Gracias a Dios me tocó, en Santiago y en Temuco, dar clases a grupos muy diversos de personas y de todas aprendí muchísimo más de lo que yo pude haberles enseñado… Pero es verdad, la predicación es otra cosa. Creo que el gran ejemplo es Juan el Bautista: “conviene que Él crezca y yo disminuya”. En la predicación el hablante tiene que, de algún modo callar, para que Otro más grande hable y para que el que escucha se lance a dar una respuesta personalísima. Evidentemente uno se preparará lo mejor que pueda, pero hay aquí algo que nos supera por todas partes. El aprender a desaparecer para que la gente escuche y vea a Cristo es lo más grande que puede hacer quien habla en su nombre. En esta línea me parece importante, aunque lamentablemente se da poco, que los fieles le hagan ver a los sacerdotes aquellos aspectos de su predicación en los que pueden mejorar.

El camino hacia el sacerdocio
Mirando hacia atrás, ¿qué momento o persona fue clave para que hoy esté aquí?
Le debo mucho a la simpatía, sencillez y afán apostólico del p. José Antonio Guillamón que fue el primer sacerdote que me ayudó a encauzar las inquietudes espirituales y vocacionales que fueron surgiendo en mis últimos años de universidad. También al p. Eduardo Algorta, sacerdote uruguayo que vivió muchos años en Chile y que falleció el 2019. Su ayuda, su ánimo y sus consejos fueron importantes para ir perfilando el camino de entrega que iba viendo personalmente en la oración.
¿Cómo se dio cuenta de que Dios lo llamaba a una entrega en el celibato apostólico en medio del mundo, “en la calle”? ¿cuál es la diferencia ahora, que recibe el sacramento del orden sacerdotal?
Estas cosas, me parece, solo se ven en la oración… Es en esa conversación personalísima con Dios en lo más profundo del alma y de la propia conciencia, donde el Señor llama, invita, sugiere, enamora.
Con respecto al cambio que supone la ordenación sacerdotal en la Obra: en cierto sentido cambia todo y en cierto sentido no cambia nada. Cambia todo porque el que recibe el sacramento del orden es configurado a Cristo sacerdote y actúa en su nombre, especialmente a través de la celebración de la Eucaristía y del sacramento de la reconciliación. No cambia nada porque en la Obra la vocación es una y la misma para todos: hombres y mujeres, casados y solteros, sacerdotes y laicos. Nadie en la Obra –y esto, por supuesto, se puede extender a la Iglesia universal y, en última instancia, a la humanidad entera– está llamado a amar menos. “Todos, todo": en estas dos palabras podría resumirse el mensaje revolucionario que Dios nos ha transmitido a través de San Josemaría.
San Josemaría decía que la vocación se debía mucho a los padres. ¿Qué recibió en la familia que lo preparó para este camino, para esta decisión?
Recibí lo que ojalá todos pudieran recibir de sus familias: un amor gratuito. El saber que te quieren por ti mismo, sin ninguna ulterior finalidad o requisito, y el aprender a querer a los demás de este modo es una gran ayuda para el florecimiento no solo de las vocaciones sacerdotales, sino, de la vida cristiana en general. Mis padres y hermanos han sido, en este sentido, un tesoro y no puedo sino agradecer todo lo que he recibido de ellos. También, por supuesto, mis abuelos, tíos y todas aquellas personas que tan generosamente han sido parte de nuestra familia a través de su trabajo profesional.

¿Cómo explica a sus amigos su vocación al Opus Dei? Y qué les dice cuando le preguntan ¿por qué ahora cura?
Lo bueno de los amigos es que no es necesario explicar tanto. Como hay un quererse y un conocerse muy profundo, de alguna manera se dan cuenta de que las distintas modalidades que va tomando tu camino no son sino el despliegue de lo que, de algún modo, siempre has tenido dentro… y ellos se dan cuenta.
Amistad, deporte y literatura
Como amante del cine y la literatura. ¿Qué películas o libros lo han marcado más y cómo han influido en su visión de la vida o en su camino hacia el sacerdocio?
Hay películas muy distintas entre sí, pero que logran expresar visual y narrativamente las grandes cuestiones de la existencia humana: la vocación al amor, el sacrificio, la entrega, la acción de la gracia, el perdón… Cómo olvidar, por ejemplo, todo el proceso de conversión vivido por Rodrigo Mendoza (Robert De Niro) en “La Misión” de Roland Joffé. O la escena de “Ikiru”, de Akira Kurosawa, cuando Kenji Watanabe entiende que está en sus manos hacer que su vida deje de ser una miserable pérdida de tiempo. O toda la secuencia en que se le revela a George Bailey el poder transformador que tiene la libertad humana en “It’s a Wonderful Life” de Frank Capra… Todas estas películas expresan con gran belleza algo del corazón humano y, de este modo, lo predisponen para la más grande de todas las aventuras.
Con respecto a la literatura se podría decir algo análogo y acudir a los clásicos –Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes, Manzoni, Tolstoi, Dostoievski, Dickens, entre tantos otros– es un camino seguro para encontrar tesoros invaluables de humanidad.
Enseñó antropología a través de los clásicos del cine, ¿cuál fue la película que más impacto tuvo en sus estudiantes?
Siempre me impresionó cómo “Twelve angry men” (Doce hombres en pugna) de Sidney Lumet, una película de los años 50, en blanco y negro, y casi en tiempo real, subyugaba a estudiantes de distintas edades y ambientes. Creo que es por la notable defensa que se hace en esta película de la dignidad humana.
¿Va a cambiar sus zapatillas deportivas por unas todo terreno para ejercer su ministerio sacerdotal o las tendrá a mano para seguir con esos momentos de disfrute con amigos haciendo deporte?
Voy a conservar las dos: las todo terreno que siempre he tenido conmigo y las de deporte para descansar cuando haya que descansar, disfrutando de un buen partido de pádel o de fútbol con los amigos.
Ahora comienza una nueva etapa en su vida: ¿Cómo quisiera ejercer su sacerdocio?
Con disponibilidad para lo que haga falta y con afán de servir a todo el que lo necesite.
¿Vuelve a Chile?
A finales de julio voy a Pamplona para hacer unas prácticas pastorales de seis meses. Espero estar en Chile por tanto, si Dios quiere, en enero del próximo año.
Ordenación diaconal de Cristóbal Vargas, noviembre 2024

