Destacamos algunas claves de la conferencia “la sinodalidad en la vida de una iglesia local”, del padre Carlos María Galli, miembro de la comisión teológica internacional, publicada por la revista Humanitas.

Camino común (con Cristo)
La palabra Sínodo es una palabra muy venerada en la tradición, compuesta por la preposición ‘sin’, que indica ‘con’, y un sustantivo ‘odos’, que indica camino; expresa el camino en común, en este caso, de todos los miembros del Pueblo de Dios. Remite, en primer lugar, al mismo Jesús, caminante y camino. En el cuarto Evangelio Jesús se autopresenta a sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14: 6). El caminante es el camino y también la patria, la meta hacia quien vamos. La Iglesia es el Pueblo de Dios que sigue el camino que es Cristo, tratando de avanzar en lo que el Papa Francisco ha llamado la “dimensión constitutiva de la Iglesia”[1]

Todos llamados a escuchar (con el Espíritu Santo)
La sinodalidad expresa la condición propia de sujeto de todo el Pueblo de Dios y de todos en el Pueblo de Dios. Lo que es de toda la Iglesia ha de ser de todos en la Iglesia. Todos convocados a la santidad, todos convocados en la misión, todos convocados a la sinodalidad. Y por eso, el discernimiento de la escucha de los demás miembros del Pueblo Santo de Dios es discernimiento del Espíritu que nos anima. Todos llamados a escuchar y a decir una palabra, todos llamados a escucharnos mutuamente, todos llamados a escuchar, dejarnos animar y secundar la opción del Espíritu de Dios.

Llamados a una conversión (integral)
Estamos llamados a una conversión integral, personal, comunitaria, institucional, pastoral, a Jesucristo, animada por el Espíritu, para comunicar la alegría del Evangelio, atendiendo a los signos de nuestro tiempo. Y solo el Espíritu es capaz de animar, con una inusitada novedad, la sinodalidad misionera de la Iglesia.

Acuerdos y consensos (para avanzar)
Para el Papa Francisco, la sinodalidad es un espacio de acción del Espíritu Santo para renovar la comunión entre nosotros, logrando acuerdos y consensos que nos ayuden a avanzar. Eso puede ser un servicio a la humanidad, que muchas veces queda dividida por oposiciones polarizadas o por diferencias que se vuelven divisiones.

En armonía (con la riqueza de las diferencias)
“En la dinámica de un Sínodo, las diferencias se expresan y se pulen hasta alcanzar una armonía que no necesita cancelar los bemoles de las diferencias. Esto es lo que sucede en la música: con las siete notas musicales con sus altos y bajos se crea una sinfonía mayor, capaz de articular las particularidades de cada una. Ahí reside su belleza: la armónica que resulta puede ser compleja, rica e inesperada. En la Iglesia, es el Espíritu Santo quien provoca esa armonía”[2].
San Juan Crisóstomo hablaba de la Iglesia como un coro; es un coro, es una orquesta, una sinfonía. El Espíritu hace la armonía, y por eso genera una superación creativa entre contraposiciones que a veces parecen irresolubles.
Ver pdf con la conferencia “la sinodalidad en la vida de una iglesia local”, del sacerdote Carlos María Galli, miembro de la comisión teológica internacional, publicada por la revista Humanitas.
[1] Francisco; Episcopalis communio: Constitución apostólica sobre el Sínodo de los Obispos, 2018, n. 6. Cf. Discurso en el 50 aniversario del Sínodo de los Obispos (17 octubre 2015).
[2] Francisco; Soñemos juntos, p. 85.