🎥 El Prelado felicita la Navidad 2023

Mons. Fernando Ocáriz desea a todos una Navidad pacífica, en la que pedir al Niño Dios por la paz en todo el mundo y en todos los hogares. “Tenemos que pensar -dice- dónde está la fuente de la paz. Si vamos a la epístola a los Efesios, encontramos enseguida esa frase de san Pablo: 'Él es nuestra paz': ¡Cristo!”.

Muy feliz Navidad a todas y a todos. Como cada año, me da mucha alegría poderme dirigir así, de viva voz.

Realmente, son tantos los motivos por los que podemos dar gracias a Dios, rezar, pedir. Ahora nos viene a la cabeza, sin duda, como en todas las navidades, ese clamor de los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz”.

Una paz que vemos tan ausente en muchos lugares, y se nos va el pensamiento, lógicamente, a Tierra Santa, a Rusia y a Ucrania y a otros muchos lugares donde hay muchos conflictos de todo tipo. Y esto es algo que tenemos que ver como muy nuestro, porque es muy de Dios. Porque todo está bajo la protección de Dios, pero [Dios] da la libertad humana, la libertad humana... Está también en nuestras manos, con nuestra libertad, cooperar al bien, cooperar a la paz. Con la oración, muy en primer lugar, porque podemos con la oración llegar a todas partes. 

Y nos tenemos que unir mucho a la oración del Papa, de toda la Iglesia, por la paz en el mundo, muy especialmente en la Navidad.

En este tiempo que es tan propio para pensar la paz, para vivir la paz, para intentar transmitir la paz muy principalmente en el ambiente en que nos movemos, en las familias, en los trabajos, cada uno en su sitio... que seamos realmente personas de paz. Que es lo propio de los hijos de Dios, como dice esa bienaventuranza: “Bienaventurados los pacíficos -que son los que dan la paz-, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

Y bien, ante esta realidad de dificultades, de guerras, también tenemos que pensar dónde está la fuente de la paz. Si vamos a la epístola a los Efesios, encontramos enseguida esa frase de san Pablo: “Él es nuestra paz”: ¡Cristo! Habla de Cristo. “Él es nuestra paz”. Ahí está... 

Tenemos que ser transmisores... transmisores del Señor. Tenemos que ser presencia -a pesar de nuestras limitaciones, de nuestros defectos- presencia del amor de Dios manifestado, principalísimamente, eminentemente, en Jesucristo, que vemos ahora, en la Navidad, hecho un niño. Un Niño recién nacido y además en pobreza. Como tanta pobreza que hay en el mundo también. Una pobreza que podemos hacer muy nuestra también, en cuanto a generosidad, a desprendimiento, a prescindir de lo superfluo. Cada uno en sus circunstancias. Para también, en la medida de lo posible, ayudar a otros. 

Eso da alegría, tenemos todos experiencia. Lo decía san Josemaría muchas veces: da alegría la entrega a los demás, es fuente de alegría. Y, al revés, el egoísmo es fuente de tristeza siempre.

También recuerdo ahora unas palabras de san Josemaría que decían -no son quizá literales, pero la idea sí es precisa-, decían que “para ser feliz no hace falta una vida cómoda, sino un corazón enamorado”. Y ahí tenemos la fuente del amor: Jesucristo. Y es ahí donde tenemos que buscar la paz. Y dónde estará -en el fondo- la paz en el mundo, que se encontrará en la medida en que se encuentra a Jesucristo.

Eso lo podemos meditar con palabras de un salmo, el salmo número 2: “El Señor nos ha dado el mundo por heredad”. Todo es nuestro, porque es suyo. Todo es nuestro para que nos interesemos, para que procuremos ayudar, para que nos sintamos, en las alegrías y en las penas, como muy nuestro, para evitar los egoísmos, los encerramientos en nosotros mismos. 

Y esto se lo tenemos que pedir al Señor, porque nuestras fuerzas no bastan. Esto también nos tiene que dar serenidad y alegría, al experimentar nuestras limitaciones, porque no planteamos tantas cosas estupendas pensando en nuestras fuerzas, en nuestras ideas... sino fundamentándonos sobre todo en la gracia de Dios, en la fuerza de Dios, que es donde tenemos que buscar la alegría y la seguridad en la Navidad y siempre. 

Pues nada, muchas felicidades para esta Navidad, y que sepamos transmitirla con la alegría responsable de la oración por el mundo entero.