Desde el 16 de julio de 1943, los restos mortales de Isidoro Zorzano reposaban en el cementerio de la Almudena en Madrid. Muchos han ido a rezar allí y a encomendarle favores. Los trabajadores del cementerio estaban asombrados por el número de gente —incluso de otros países, decían— que preguntaba por el lugar donde estaba enterrado Isidoro, pues no es frecuente esa variedad de visitantes, para ellos inexplicable.
Tras la muerte de Isidoro, enseguida se imprimieron estampas en varios idiomas como devoción privada, sin pretensión de culto público, donde se decía: “Haz que yo sepa también santificar mi trabajo ordinario y llevar la luz de Cristo a mis amigos y compañeros”.
La devoción a Isidoro se difundió rápidamente y pronto comenzaron a encomendarle en todas partes las más variadas intenciones: la salud de un pariente, el hallazgo de un objeto perdido, la vuelta de un conocido a los sacramentos, un problema económico, la conversión de un amigo, el arreglo de una máquina… Quienes pedían su intercesión comprobaron que Isidoro desde el cielo, continuaba sirviendo a todos.
El 6 de octubre de 2009, por disposición del arzobispo de Madrid y con la autorización de la Congregación de las Causas de los Santos, los restos de Isidoro se trasladaron a la capilla del Cristo de la parroquia de San Alberto Magno (calle Benjamín Palencia, 9). El párroco rezó entonces un responso antes de cerrar la nueva sepultura.
Tres días más tarde se celebró un solemne funeral en el que el vice postulador de la causa de canonización, durante la homilía, expuso cómo la fama de santidad de Isidoro ha crecido y se ha propagado por el mundo entero: “Son muchas las personas de toda clase y condición que invocan a Dios y obtienen gracias por su intercesión. Puedo dar testimonio acerca de la extensión de su fama de santidad y de los favores consignados”. Tras un resumen de la biografía de Isidoro y de las noticias de la causa explicó el sentido del traslado de los restos. Recordó que “la Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis del siervo de Dios fue entregada en la Congregación en 2006. Corresponde a la Iglesia juzgar acerca de la heroicidad de sus virtudes, y a nosotros avivar el paso de la santidad en nuestras almas y pedir a Dios, a través de su siervo Isidoro, por nuestras necesidades espirituales y materiales”.
Nada más acabar la misa y el responso, muchos de los asistentes quisieron espontáneamente besar su tumba y pasar estampas por ella. Las estampas y hojas informativas que difunden la devoción privada a Isidoro se reponen con frecuencia. Ahora es más fácil poder acercarse a su sepultura para pedir las intenciones que cada uno tenga en su corazón.