Hace un año y medio Luca fue invitado por un amigo a una actividad de formación cristiana en un centro del Opus Dei en Roma. Desde allí, tuvo la oportunidad de visitar un centro de cuidados paliativos con otros chicos. A través de lo que en un principio le pareció “una antesala de la muerte”, consiguió descubrir cosas nuevas, en primer lugar el hecho de que ese sitio, donde viven enfermos terminales en el último tramo de sus vidas, no era en absoluto lo que él pensaba.
El centro que visitó se reveló a Luca como un lugar donde uno se compromete a dar dignidad y amor a los enfermos. Junto con los otros chicos, el personal y a veces incluso con los huéspedes de la clínica, Luca ha realizado pequeños servicios, entrando así en contacto con las personas que viven allí y con su situación. “Había mucha humanidad y unión”, dice Luca, “y descubrí que lo que haces allí (ayudar a cultivar el jardín, organizar la biblioteca, cocinar...) sirve sobre todo para estar con ellos. Estuvimos juntos, nos conocimos y vivimos momentos que ayudaron a los pacientes de la clínica a salir por un rato de la rutina de la terapia y la hospitalización. Ya ni siquiera era un labor de voluntariado, sino casi una reunión familiar”. Todos en la clínica estaban muy contentos con la visita e invitaron a Luca y a los demás a regresar pronto.
Ponerse al servicio de los demás da sentido a la propia existencia
Esto, para Luca, no fue solo una experiencia conmovedora: “Esta ocasión fue muy importante —continúa Luca— para tener una luz más clara sobre la vida. Ponerse al servicio de los demás, tanto en este tipo de experiencias como en el propio trabajo, da sentido a la propia existencia. Actividades de este tipo te hacen comprender mejor el porqué del servicio. Hay que ponerse en contacto con los demás para comprenderlo”.
También sucede con la fe: “Sin la ayuda de amigos con más experiencia en temas de fe, que se dedicaron a mí y me acompañaron, nunca habría llegado a comprender que puedo hablar con Jesús, como un amigo”. Luca se refiere a su amigo Michele (un nombre ficticio), perteneciente a una familia judía y, por lo tanto, no bautizado. Después de una serie de iniciativas como la de la clínica de cuidados paliativos, Michele manifestó su deseo de ser bautizado: “Inmediatamente me habló de ello —dice Luca— y me puse a su disposición. Intenté que entendiera que podía hablar conmigo cuando quisiera y que podíamos seguir juntos por este camino. También tuve un momento similar cuando hace un año decidí recibir la confirmación: me faltaba algo y necesitaba acercarme de nuevo a Dios; el apoyo de amigos creyentes que me acompañaron fue crucial en ese momento”.
Ahora Michele ha comenzado unas sesiones de catecismo con un sacerdote y en 2019 recibirá el sacramento del bautismo. “Pero lo más hermoso —subraya Luca— es que este deseo nació de Michele sin que nadie se le acercara con ningún discurso. Bastaba con el ejemplo y la compañía de otros chicos que viven como cristianos: a eso me refiero cuando digo que el discernimiento no viene solo”.