Matrimonio Ortiz de Landázuri: “Ser santos haciendo una universidad”

Antes de aceptar el riesgo de marcharse a Pamplona para los inicios de la Universidad de Navarra, Eduardo lo consultó con Laurita, su mujer, que con una gran sonrisa, le dijo: “Yo, lo que tú quieras”.

Era el mes de septiembre de 1958 cuando le preguntaron a Eduardo Ortiz de Landázuri si estaría dispuesto a contribuir en los inicios de la nueva Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra y poner en marcha su Clínica Universitaria.

No era una propuesta fácil de aceptar, ya que suponía renunciar a su floreciente puesto como decano y catedrático de medicina en Granada. Ir a Pamplona suponía poner fin a una carrera brillante y a un porvenir asegurado.

Como siempre hacía Eduardo, antes de aceptar lo consultó con su mujer, y a continuación con su maestro Carlos Jiménez Díaz. Sólo después, el doctor Ortiz de Landázuri se lanzó a la aventura.

Este “salto en el vacío”[1], como lo ha llamado uno de los biógrafos, fue un gesto de confianza en Dios. En este momento el matrimonio tenía 7 hijos, uno de ellos con una grave enfermedad, por lo que abandonar un trabajo que ya era seguro parecía una “locura”.

El papel de Laurita fue fundamental para que Eduardo pudiera llevar a cabo su tarea. Como recordaba María Luisa, una de sus hijas, “tenía muy asumido su papel en la vida y le gustaba hacerlo bien: estar a punto ella y la casa para lo que necesitara mi padre, con total normalidad. Animaba a mi padre en los momentos de incomprensiones en el desarrollo de la Universidad de Navarra, para que no se acobardara o temiera la crítica”[2].

"No te he pedido que hagas una universidad, sino que te hagas santo haciendo una universidad"

Su amor a Dios y a los demás fue el verdadero motor que impulsó a Laurita y Eduardo a ir a la Universidad de Navarra. Como atestiguan muchos de sus conocidos, Eduardo nunca abandonó su costumbre de dar una vuelta a última hora por la Clínica para estar con sus pacientes, aunque no le correspondiera por horario. Es significativa la frase que solía salir de Laurita a este respecto: “Es que tú no eres capaz de venir a casa si antes no dejas a los enfermitos bien tapados y arropados”. No fueron pocas las ocasiones que la misma Laurita acompañó a su marido a estar con los enfermos.

Dos años después, el matrimonio Ortíz de Landázuri pudo conocer a san Josemaría. En el transcurso de una entrañable conversación Eduardo le dirigió estas palabras:

Bueno, Padre, me pidió que vinera a Pamplona para hacer una universidad, y ya está hecha…

San Josemaría le contestó:

No te he pedido que hagas una universidad, sino que te hagas santo haciendo una universidad.

Ni Eduardo ni Laurita olvidarían esta frase que condensaba el mensaje del Gran Canciller de esta universidad, san Josemaría: hacerse santo en el trabajo y la vida ordinaria.


[1] “Eduardo Ortiz de Landázuri”. Esteban López Escobar y Pedro Lozano, Ediciones Palabra, S.A, Madrid, 1994, pág. 157.

[2] “Laura Busca, una mujer fiel”. Hilario Mendo, Ediciones Palabra S.A, Madrid, 2009, pág. 41.