Los buenos guiones de cine tienen un momento crucial llamado “punto de no retorno” o “el momento en el que todo está perdido”. Es la escena en el que el personaje toca fondo, el público deja de comer palomitas y todo está negro, muy negro.
Así se encontraba Luisa, sólo que no se trataba de una peli. Era todo crudamente real. Sin embargo, tras una grave trance hospitalario, contra toda esperanza, salió adelante. Y Luisa quiso dar gracias. ¿A quién?
Luisa y sus "50 kilos de golpe". #RESETprocess #24horasparaelSeñor https://t.co/e1las8NOmD pic.twitter.com/uzHyjYbhmz
— Opus Dei (España) (@opusdei_es) 21 de marzo de 2017
33 años hacía que no cruzaba el umbral de una iglesia. Toda una vida. Pero entró y avanzó hasta el primer banco. Apenas le importo que hubiese una Misa y que le mirasen. A solas consigo misma dejó al corazón llorar a rienda suelta. Y vaya si lloró.
Y pasó lo inesperado. El cura la vio, y como pastor que era, bajó a darle un pañuelo. Y ese gesto trajo detrás una explosión de gracia. Fue un antes y un después. Alguien más grande que ella, había cambiado el guion de toda la película.
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La historia de Luisa forma parte del reportaje RESET, en el que varias personas han compartido su tiempo para hablar de su vida, de heridas, de caídas y levantadas, de eso tan humano que es errar y necesitar ser perdonado, de necesitar amar y ser amado. De la alegría de encontrar la misericordia de Dios en el “sacramento de la alegría”.