Guadalupe en México: su interés por la formación

Durante sus años en México, Guadalupe Ortiz de Landázuri puso en marcha varios proyectos de formación para jóvenes. El paso del tiempo permite apreciar su legado en ese país.

Al llegar a México, los miembros del Opus Dei —entre ellos la joven Guadalupe Ortiz Landázuri, licenciada en Químicas— enfrentaron el reto de presentar el mensaje del evangelio y de la llamada universal a la santidad a gente de todas las clases sociales.

Se percataron de que, en el país al que habían llegado, las clases sociales estaban fuertemente marcadas y aisladas entre ellas. Inspirados por las palabras de san Josemaría “De cien almas, nos interesan las cien”, buscaron relacionarse con hombres y mujeres de todos los ambientes. Contaron con la ayuda del arzobispo de México, Mons. Luis María Martínez, que les facilitó participar en varias iniciativas. A las personas a las que iban conociendo, les presentaban la oportunidad de formarse asistiendo a cursos y clases de doctrina cristiana, a través de los cuales también daban a conocer el mensaje del Opus Dei.

Presentaban a la gente la oportunidad de formarse asistiendo a cursos de formación cristiana

Al poco tiempo de llegar al país, las mujeres del Opus Dei abrieron una residencia de estudiantes en la calle Copenhague número 32, de la Ciudad de México, y comenzaron a impartir allí actividades de formación cristiana. Además, se propusieron buscar una casa fuera de la ciudad para llegar a más personas y para disponer de un lugar en el que poder organizar retiros espirituales y otras actividades.

En un primer momento, utilizaron para este fin casas que les iban prestando fuera de la ciudad. Después de un tiempo, los propietarios de un antiguo ingenio azucarero, Santa Clara de Montefalco, decidieron donarles el casco de la hacienda, que estaba en ruinas. Luego de esforzados trabajos de remodelación, la exhacienda comenzó a ser sede habitual de cursos de retiro y convivencias. Además desde allí se puso en marcha una amplia tarea social a favor de los campesinos de las tierras circundantes.

Montefalco: a la izquierda, en ruinas; a la derecha, hace unos años.

Ya desde antes de contar con Montefalco, en la residencia Copenhague se había comenzado a impartir formación profesional en tareas del hogar a mujeres jóvenes. El obispo de Tacámbaro (Michoacán), Mons. Abraham Martínez, había animado a Guadalupe Ortiz de Landázuri a viajar por los poblados de su diócesis para dar a conocer los cursos de formación profesional que se ofrecían en la residencia y favorecer de este modo la promoción social de jóvenes campesinas. Así lo rememoraba el mismo Mons. Martínez, poco tiempo después de la muerte de Guadalupe, en el Diario de Yucatán: “Aún recuerdo a la Dra. Guadalupe Ortiz de Landázuri, que murió santamente, hace cuatro años: una mujer de gran distinción y elegancia, de amplia cultura y, cosa poco frecuente en aquellos tiempos, química de profesión, recorriendo poblados, muchas veces por caminos de brecha, a caballo, hablando con aquellas queridas gentes de mi tierra. ¡Qué bien entendían y asimilaban lo que les transmitía!”. Las primeras campesinas llegaron a la residencia de la calle Copenhague en enero de 1951 por invitación de Guadalupe.

La labor de formación de campesinas se desarrolló también en Montefalco. Una de ellas, procedente de Michoacán, recuerda: “Yo era muy chica cuando conocí a Guadalupe, tendría 11 años. Ella tenía la ilusión de ayudar a nuestras familias, de impulsar labores a favor de los más necesitados y mejorar su nivel de vida, tanto en Tacámbaro, Michoacán, como en Montefalco. Soñaba con una granja escuela al lado de Montefalco, que se convirtió en realidad poco después de que ella se fuera de nuestro país. Yo fui la primera inscrita”.

Alumnas del Colegio Montefalco.

De Guadalupe, además del impulso y el afán por ayudar que tenía, Alicia González —que vivió en Montefalco de 1956 a 1958— recuerda especialmente su alegría: “Tenía una risa contagiosa y siempre estaba de buen humor. Era muy positiva y tenía una sonrisa maravillosa”.

La labor de formación en Montefalco, que inició en 1952, no se ha interrumpido y es notable el impacto que ha tenido en el estado de Morelos.

Hasta la fecha han pasado por el Colegio Montefalco —que sale adelante gracias a los donativos de muchísima gente— 3.856 estudiantes: 2.485 son las exalumnas de los diversos niveles de educación (195 de la Granja-Escuela, 1.519 de la Telesecundaria, 184 de la Escuela Normal de Educadoras y 587 del Bachillerato), mientras que 1.371 personas han realizado otro tipo de estudios, entre los que se cuentan el Diplomado de Orientación Familiar y los cursos de la Escuela para padres.